El Magazín Cultural

Roca: rebelión de la risa

Existen los tigres de Bengala y los tigres de papel, igual que en la literatura hay poetas de sangre y hueso y poetas de papel, y otros que son de mármol. Solo por descripción se puede decir que Juan Manuel Roca es de los primeros, y me refiero a los tigres, no a los poetas; es seguro que prefiere ser un tigre de Bengala y no un poeta de lápiz y papel.

Álvaro Marín
27 de enero de 2020 - 05:01 p. m.
Juan Manuel Roca, quien rastrea y expone distintos momentos vivenciales, literarios y patafísicos del camino en "Manténgase fuera del alcance de los tibios".  / Cortesía
Juan Manuel Roca, quien rastrea y expone distintos momentos vivenciales, literarios y patafísicos del camino en "Manténgase fuera del alcance de los tibios". / Cortesía

El caso es que el poeta es un animal de sangre caliente, como todo ser humano que está vivo, y esto ya no tiene que ver nada con la biología. Intentemos acercarnos a la poesía de Roca sin pretender clasificar o agrupar, y sin concesiones fáciles. Más allá de un géneroliterario, un filum poético, o unataxidermia académica, está la poesía viva. Roca es de esa especie, -y ya estamos en contradicción-que no tiene especie, ni generación ¿Por qué? Porque nos acercamos a una expresión de la poesía colombiana que desde sus inicios se mostró refractaria a grupos, manifiestos, generaciones y otras tantas formas de agrupación literaria o ideológica. Al llamado del cencerro de la obediencia Roca responde con la insumisión.

Nadie es uno de los personajes, -sería más preciso decir fantasmagorías de Roca-, es decir, un poeta de espectro. El espectro sí, algunas veces se aparece con cabeza de fauno y tronco de sátiro, fauno de pelo abundante y sombrero cuando es protector del bosque, y con pezuñas de sátiro cuando hace de espantapárrafos, otro de sus espectroscomo la catapústula y el lanzallagas. Siempre sin medias, ya es reconocida su somática aversión a las medianías. Aunque se dice que la mayoría de las veces aparece con sombrero de fieltro y bufanda, sus costumbres de fauno se le reconocen más por su hábitat: colonizó una calle del barrio Teusaquillo para sembrar árboles, pasar por su calle es pasar por un territorio de dragos, saucos y acacias, y ya en medio del patio de su refugio se levanta una verde Musa paradisiacaa. Esta le creó un micro clima para el bienestar de sus hojas murciélagas. Del sátiro lleva la imaginería, del fauno el cuidado de su bosque urbano.

Buena parte de su imaginería la lleva en una maleta negra, como Juan de Mairena, quien dice que no es necesario llevar en la cabeza lo que se puede llevar en los bolsillos. En medio de la conversación extrae de su maleta enanos, saltimbanquis, monstruos come fuegos, y nunca falta el espantapárrafos que siempre le acompaña por lo que ha sido auto nombrado, por consenso entre su yo y su ego, Rey de burlas. Repele todo tipo de poseideologista, aun cuando dice que es anarquista; un rebelde de los símbolos no puede ser anarquista porque el rebelde simbólico es innombrable: no es, es Nadie. Nadie es la única oposición real al poder del símbolo. Paradoja del contra poder es manifestarse desde esa realidad elevada y jerárquica que es la vida misma. Esta forma de repulsa hacia el pensamiento sistema es parte de su contienda con el ser, para nombrarse a sí mismo recurre a la negación: De lo  único que en verdad me siento complacido es de lo que no soy. Ésta bien podría ser una frase del demon, ese enemigo del símbolo: No soy.

Esa resistencia al ser es una de las manifestaciones del demon en la más antigua versión, no en la acepción negativa del estigma en el Antiguo Testamento. No ser Nadie y ser Nadie es un continuo, es una forma de ser mortal e inmortal al mismo tiempo, y es el primer estado de rebelión. El demon no es dios ni es hombre, solo así habita el territorio de la poesía, es el médium. Pero ya dijimos que es un sátiro, ¿o ni lo uno ni lo otro? Todos sus recursos verbales los utiliza para huir de esa prisión que es la gramática social, huir es una opción cuando el lenguaje se ha erigido en institución en medio de la cultura de la culpa y el sacrificio. Ante tales solemnidades prefiere la risa, y es precisamente la risa la verdadera presencia en toda su obra, su mayor espectro. No es pues un alma huidiza ni un alma atormentada, y menos la sombra de la culpa, mejor podría ser un enduendao para decirlo en lenguacaribe, como solía decir el poeta Rojas Herazo para referirse a su pueblo natal.

Y a propósito del duende, en nuestro rastreo nos podríamos apoyar, por la distancia de toda ideología, en el Juego y teoría del duende que está en Lorca para ver si se atina en seguir sus pasos. Cuando Lorca dice teoría asume el significado primero de contemplación, sin abstraerse. Se conocen los caminos para llegar a Dios, pero no los caminos para llegar al duende, dice Lorca que aquí hace también de Sátiro, ríe de las teorías literarias, juega, el duende siempre está jugando. Igual está en Roca su Hipótesis de Nadie. Pero que afán de la mente en teorizar, clasificar, conceptualizar, mejor sigamos a Roca por donde íbamos, a través de la risa y por supuesto de la rabia que es el rostro al que recurre la risa como máscara.

Existe también la risa hiriente, una risa de abismos. El rey Midas obsesionado por las profecías tenía un ofuscado afán de cazar al sátiro Sileno para preguntarle qué sería lo mejor para el hombre, y al fin le dio caza a Sileno con una trampa de licor. El diálogo entre el sátiro y el rey lo describe así Nietzsche en El origen de la tragedia. Forzado por el rey, responde Sileno increpando, en medio de una risa estridente: Estirpe miserable de un día, hijos del azar y de la fatiga, ¿por qué me fuerzas a decirte lo que para ti sería muy ventajoso no oír? Lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar es para ti morir pronto. No ser, ser nada. El trasfondo de risa es el llamado del antiguo demon, y si se quiere tomar el significado más reciente del demon en la versión cristiana cuando el enemigo responde Non serviam a la obra de creación del mundo, creo que se puede asumir en el caso de Roca.

Este demon es más decidido y radical que el llamado de Huidobro, quien propone ese Non serviam como imitación de la naturaleza en el creacionismo. El demon de Roca es un estado de desobediencia furiosa, más cercano a la afirmación que comparte con Ciorán: “no existe dios, no existe el diablo, estamos solos ante nuestro destino y de él deberíamos ser dueños”. Asumir el destino, es elpoder asumido en la versión de Nietzsche con trasfondo musical de Paganini, quien logra trascribir al violín la risa del diablo. Pero la desesperanza de Sileno y Ciorán no están en Roca, la desesperanza es europea, es el resultado de la conciencia del fracaso de Europa. Un continente joven al que pertenece Roca no puede jugar a la desesperanza, porque está más cercano al espíritu del duende, ese duende de Lorca que atraviesa los siglos, el poder misterioso, aunque Roca es también un demoledor y espantapárrafos de misterios. El duende, dice Lorca recurriendo a Goethe, es un “poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica”. Juego sí, teoría no. Lorca ríe y en su risa se balancean hasta el desvanecimiento las columnas de la academia.

Contra la cultura del duelo permanente y el sacrificio, está la vivencia de la risa. “No más sacrificios”, pedía Quetzalcóatl, -quien fue antes de Cristo-, “no más sacrificios” pedía el profeta Oseas, quien predicaba la doctrina del amor. En el mismo sentido Nietzscheano del amor, Oseas escucha la voz de la divinidad quien le dice, “ten un hijo con una ramera y ponle por nombre No más misericordia”.

El sentido del sacrificio, el duelo y la solemnidad es la mayor sombra de la poesía y es la más oscura de las sombras en el caso de la poesía colombiana, rebelarse en el arte es levantarse contra la sumisión no solo física, lo es también en respuesta al espíritu de la sumisión, -si es que la sumisión tiene espíritu-, que hace de nuestra gramática otra de nuestras formas de duelo y sometimiento simultáneos. Al sentido sacrificial de la culpa es a lo que se enfrenta con furor Roca en toda su obra y en la vida misma, y lo hace desde la poesía, es decir, furor y delirio juntos como está en el poema Enemigos, de Lezama, en donde el cubano se refiere al martirio riéndose del discurso formal, y si acaso hay algo de mártir en Roca, ese sería un mártir de la risa. La risa y la rabia, el furor y el delirio, cada uno va a buscar su caballo. Tiene que dividirlo la agujeta del rayo y unirlo el trueno que los borre. Lo que parece una metáfora en Lezama, es solo risa, pero también es la rabia, la demolición.

En una cultura que se caracteriza por normalizar abismos ¿Cómo nombrar lo anómalo, lo que no es, lo que es disfuncional y además está fuera del tiempo? La mayor anomalía, el hecho más extraño es la vida misma, y el conflicto con el tiempo se manifiesta en el poeta, cuando el poeta es visto como un ser incómodo, ¿incómodo para quiénes? Las instituciones, aunque son entes, funcionan como organismos vivos de control y castigo. Muchos optan por la claudicación y terminan siendo gendarmes culturales, el título de su último libro ya lo enuncia: Manténgase lejos del alcance de los tibios. Los tibios y capitulantes que tienen muchos nombres cuando lo que se busca son “dioses sin heráldica”, este sátiro no cumple con los ritos oficiales, ni ondea las banderas, ni los símbolos comunes, su tendencia es disolvente, adversaria del símbolo.

El adversario erige una Estatua de bronce, una burla de la épica escultórica con sus homenajes ecuestres y héroes inertes, la estatua en este poema es una escisión, una línea abismal de la cultura. Trazada con escalpelo en el alma común de estos tiempos y sus valores, esa línea abierta es la pregunta por el ser que ha sido durante mucho tiempo el ser más admirado de estos territorios de la muerte: el asesino. Manténgase fuera del alcance de lostibios no es un libro de poemas, no es la obra de un poeta de papel, es una escritura de la afirmación que desconfía incluso del poema, es una grafía incendiada, anti simbólica, es decir, un demon enardecido contra toda frontera, golpeando en los muros de esas añejas visiones que algunos llaman patria, que no es más que el confinamiento dentro de los muros del servilismo, la uniformidad, los estándares académicos y comerciales y las fórmulas del lenguaje. La servidumbre es el Estado.

Esta escritura anti heroica elimina el tiempo que es ese lugar en donde permanecen insepultos “los héroes”, es una constante demolición, de símbolos, ritos, héroes, credos y dioses. Como si el fin del poeta consistiera en dejarnos ver por la ventana del absurdo y la risa, las máscaras derruidas y las verdades “comprobadas” de lo que llamamos con inocencia “cultura”. Una escritura que resalta los errores, el error, dice el sátiro quizá esté en pedirle la verdad a ese espejismo que es el hombre, y es en la consciencia de esos espejismos creados por la cultura en donde se entrevé mejor la presencia del sátiro, quien no propone un decálogo sino un disparatorio.

Manténgase fuera del alcance de los tibios rastrea y expone distintos momentos vivenciales, literarios y patafísicos del camino de Roca, su camino de huida, que es el mismo de la impertinencia cuando lo pertinente en el medio es el acomodo. Entre sus lecturas de fuga está la filósofa Simone Weil, reconocida por su inteligencia insumisa, de ella retiene un pensamiento, plantando en su bosque de letras el árbol insubordinado. “Jamás, suceda lo que suceda, aceptar la servidumbre”.

Los rebeldes políticos son históricos, pero los rebeldes de la cultura son trans históricos y creo que esa es la mayor aspiración de su obra, los tambores de este momento llaman a la rebelión civilizatoria, así es como se percibe que serán las próximas fugas culturales, con rebeliones civilizatorias. Para ello el sátiro fundó Libertown, un pueblo al que espera irse a vivir, un pueblo de un solo habitante, y allí va solo con sombrero y abrigo, mitad humano, mitad poeta; cuerpo humano y patas de cabra, odiador de los poetas de papel y los hombres de lana, y de las medias de lana, de todo en lo que vea la actitud ladina de la obediencia.

Se lee en su escritura: Los relojes pierden el tiempo, y este otro adagio: los policías son los enemigos del tiempo libre. Su pulsión siempre está alerta para urticar, -perdón por usar esta palabra de la psicopatología-, al hombre satisfecho. Contra la comodidad, el hartazgo, Roca es un Rolling Stone que canta Yo no tengo satisfacción, una roca rodante, más no la de Sísifo que no le gustan al sátiro las cargas pesadas, y en ello emplea todos los métodos: el boicot, las catapultas, el palo en la rueda, los lanzallagas, y cuando no encuentra respuesta recurre al minador de palabras, o al espantapárrafos,y otras muchas veces al disparatorio, o a la lirofobia contra las sacristías literarias y la palabra engolada.

El futuro no es su salvación, siempre está en tiempo presente, una tensión casi obsesiva por el presente, una desobediente relación con el tiempo.

Si la modernidad es la relación de un tiempo progresivamente continuo, en nuestro sátiro el tiempo ya está perdido, lo que no hemos perdido es el presente. Una afirmación desde la negación como en la Biografía de Nadie, en un tiempo discontinuo y disfuncional, al fin de cuentas la vida es un contra tiempo, y en el arte el tiempo no se mide ni se cuenta. Si el arte es siempre una experiencia del presente, el tiempo no existe en el arte. Roca es un dudador, sobre todo si se trata del tiempo. Recorrer su pluma es vetear el diario de la incertidumbre, y a la incertidumbre el poeta la acompaña con la risa y el recurso cáustico, pero no holocaústico. Pretender encontrar vetas ideológicas en Roca es tratar de tomar posición en un mar levantisco, o encontrarle ideología a una falla geológica. Es Roca sí, pero es también un cataclismo de sí mismo contra la gloria, el futuro, la familia, la patria, el matrimonio, la comunión, los caballos de bronce y los poetas de mármol, contra la confesión, la fe, los símbolos, y en últimas lo que creo que busca Roca con tantas vueltas es demoler el sacrificio.

Por Álvaro Marín

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