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Sandor Marai: se llama amistad

Los límites inexistentes de la amistad y la búsqueda de la verdad para vivir, o morir, en paz, son abordados por el escritor húngaro Sándor Márai en “El último encuentro”.

Isabel-Cristina Arenas
12 de julio de 2016 - 03:53 a. m.
Sándor Márai fue un novelista, periodista y dramaturgo húngaro. Nació el 11 de abril de 1900 y murió el 22 de febrero de 1989./ Cortesía
Sándor Márai fue un novelista, periodista y dramaturgo húngaro. Nació el 11 de abril de 1900 y murió el 22 de febrero de 1989./ Cortesía

Ölés, ölelés, son dos palabras en húngaro que vienen de la misma raíz y significan matanza y beso, le dice Henrik a su amigo Konrád en El último encuentro de Sándor Márai. Inseparables durante la niñez y la tardía juventud, llevan cuarenta y un años sin verse: “Uno se pasa la vida preparándose para algo. Primero se enfada. A continuación, quiere venganza. Después espera”, dice Henrik, quien lleva todo este tiempo alistándose para el reencuentro con el que comienza la novela. Esa noche podrá hacer las dos preguntas que tiene calculadas; eran muchísimas más, pero el tiempo ha dejado para ese día las más importantes. Pide que la casa se prepare exactamente igual que la última vez, ese 2 de julio de 1899, piensa en usar su antiguo traje militar, pero se decide por el negro de arriba a abajo. Ofrecerá el mismo menú, los mismos vinos y el postre flameado. Krisztina, su esposa, ha muerto hace treinta y tres años, pero las velas azules que tanto le gustaban alumbran la mesa durante la cena.

Es una historia de amistad, de esas que duelen sin remedio, que parecen escritas para lastimar. De admiración, de diferencia, de silencio, de música y separación. Los dos amigos representan el Imperio Austrohúngaro: tradición, guerra, música, mezcla de culturas y patriotismos. En algún momento de la cena, Henrik dice: “Tengo que darte una sorpresa terrible, una revelación, y es que tú y yo seguimos siendo amigos”. No hay duda, es una sorpresa después de leer la novela. Henrik tiene 75 años, lleva décadas de soledad reflexionando sobre la amistad: es un servicio, no espera ninguna recompensa por sus sentimientos, es la relación más noble que existe, y muchas veces la camaradería, el compañerismo, o gustos similares pueden confundir su significado.

La patria que conocieron juntos en la niñez ha dejado de existir, parece que Europa se debe deformar-reinventar por lo menos una vez por siglo. En un artículo llamado “Todos somos austro-húngaros” para El País de España, el escritor Sergio del Molino habla de la herencia de este imperio, además de sustentar porqué vale la pena que Europa permanezca unida: “Varios iconos del siglo XX fueron austrohúngaros, desde Billy Wilder a Franz Kafka o Elias Canetti, sin olvidar a Sigmund Freud. Muchos se han preguntado cómo podía ser decadente un imperio capaz de alumbrar una cultura tan poderosa, hasta el punto de que hoy podemos decir, sin exagerar demasiado, que todos somos un poco austrohúngaros, pues hemos sido educados en los referentes culturales de aquel Estado que tanto se ridiculizó después”.

El último encuentro (1942) fue escrito en húngaro, lengua materna y preferida por el autor, a pesar de las dificultades de traducción. Sándor Márai nació en 1900 en una familia acomodada que le permitió viajar y estudiar; hablaba alemán, vivió en Berlín, Leipzig, Múnich y Weimar. Durante los años treinta fue un escritor respetado, vivía cómodamente de su trabajo, obras de teatro y artículos periodísticos. Pero una vez llegado el Nazismo, comenzó a tener problemas; se opuso a Hitler desde el primer momento, y más tarde también a la ocupación soviética posterior a la segunda Guerra Mundial. Se convirtió de nuevo en el enemigo; el escritor “burgués y decadente” que contradecía al régimen. En 1948 abandonó su país y se instaló en Estados Unidos. Con la caída de los comunistas en Hungría, en 1989, Márai recuperó algo de su prestigio, pero él ya estaba cansado, su salud se deterioraba y su esposa había muerto hacía cuatro años. Se suicidó en 1989 a los 89 años.

¿Si un amigo se equivoca resulta que no es un amigo de verdad?, ¿podemos echarle la culpa de sus debilidades?, ¿qué valor tiene la amistad si sólo amamos a la otra persona por sus virtudes, su fidelidad y su firmeza?, ¿qué valor tiene el amor que sólo busca una recompensa? Este libro está lleno de preguntas y seguramente las respuestas del lector al momento de leerlas cambiarán con el tiempo, así como han cambiado las del protagonista durante su larga espera. No hay respuestas, no es un libro de respuestas, todo lo contrario, y precisamente en eso reside su grandeza y su actualidad; en que se va modificando con el lector a partir de los años.

La conversación, o más bien el monólogo, de Henrik es imperdible. Son sólo dos preguntas que él tiene preparadas para Konrád; la primera se debe descubrir en la lectura, y tiene relación directa con su separación, y la segunda es general: ¿qué ganamos nosotros con toda nuestra inteligencia, con toda nuestra vanidad y con toda nuestra superioridad? Cada quien tendrá una respuesta, dependiendo de las experiencias vividas, de los sufrimientos y alegrías, muy poco de las lecturas. Según Sándor Márai, la nobleza y la humildad del corazón determinan quiénes son perdonados en el mundo, por lo menos momentáneamente.

* “El último encuentro”, “El amante de Bolzano”, “La mujer justa”, “La herencia de Eszter”, “Divorcio en Buda”, su autobiografía “Confesiones de un burgués”, entre otras, han sido traducidas y publicadas en la editorial Salamandra.

Por Isabel-Cristina Arenas

 

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