El Magazín Cultural

Santiago Cañón-Valencia, la joya del violonchelo

El bogotano se ha caracterizado desde muy pequeño por estar ligado al arte. Rocío Valencia y Henryk Zarzycki han sido sus principales maestros. A su corta edad ostenta algunos de los galardones más prestigiosos de la música clásica.

Paula Casas Mogollón
09 de enero de 2018 - 02:00 a. m.
Wilfredo Amaya
Wilfredo Amaya

Santiago Cañón-Valencia desde muy pequeño estuvo aferrado al arte. Tendía a ser perfeccionista en todo lo que hacía y lo plasmaba en sus actividades diarias. Aquel niño que desde los dos años coloreaba sin salirse de la línea y armaba rompecabezas en un abrir y cerrar de ojos, comenzó a desarrollar un nuevo talento: distinguir desde su corta edad, con naturalidad, los sonidos musicales.

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La encargada de potenciar esta aptitud fue su madre, Rocío Valencia, quien también interpreta el chelo. Desde que Santiago estaba en la barriga, le confesó Rocío a la revista Semana, ella comenzó a incentivarle el amor por la música clásica. Y su fórmula tuvo efecto. A los cuatro años y medio, él comenzó sus estudios en este instrumento, siendo Rocío su primera profesora.

“El chelo se parece a la voz humana, en él se pueden encontrar tanto los registros altos como los bajos, entonces puede haber voz de hombre y de mujer también. El violín sólo tiene la gama femenina y el contrabajo la masculina, pero en el chelo están todas reunidas”, comentó Cañón Valencia en una entrevista con El Espectador hace tres años.

ºEl talento de Santiago comenzó a crecer y las enseñanzas de Rocío Valencia empezaron a quedarse cortas. Por tal razón, decidió contratar al maestro polaco Henryk Zarzycki, quien había sido profesor de ella por un año y medio. Zarzycki dudó en aceptar la propuesta, pues aseguraba que su proyecto de alumno era muy pequeño y temió no poder instruirlo para tocar el chelo.

Al ver los avances significativos de Santiago en tan poco tiempo, aceptó. Desde ese momento su carrera comenzó a crecer como la espuma. Aquel alumno destacado del jardín Rafael Pombo de Bogotá, donde recibió su primer pago como chelista, se convertiría con el tiempo en una joya de la música clásica. Él cuenta, entre risas, que sus compañeros del jardín le daban algunas monedas por tocar el instrumento o por hacerles dibujos.

En abril de 2002, en el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional de Bogotá, Cañón Valencia, con seis años, hizo su debut en el violonchelo. Un niño sigiloso a paso lento se acercaba a la tarima. Su sonrisa era tímida. Se acomodó y comenzó a hacer lo que más sabe: tocar el chelo. En el concierto Vivaldi, la Orquesta Filarmónica lo acompañó.

Por sus estudios en la música le tocó dejar el Colegio Angloamericano, ya que sus padres y su maestro de chelo se dieron cuenta de que él debía dedicarle más tiempo al instrumento. Por tal razón, cuando estaba en tercer grado, a los ocho años, se pasó al Colegio Virtual Siglo XXI. Gracias a su disciplina y buenas notas, logró graduarse como bachiller a los 14.

Aunque comenzó a adquirir responsabilidades desde muy niño, Cañón Valencia y sus padres, Rocío y Ricardo, quien toca el clarinete, trataron de llevar una vida normal. Consiguieron balancear el tiempo que debía dedicar a la música y a sus estudios, con el que debía darles a sus padres y sus amigos, que vivían en su mismo conjunto y con quienes jugaba fútbol.

Él siguió sus estudios en la música. Se graduó a los 18 años del pregrado de música de la Universidad de Waicato, en Hamilton (Nueva Zelanda), donde consiguió grabar su primer disco, Solo, que salió al mercado en febrero de 2012. Esta grabación recibió muy buenas críticas internacionales y fue recomendada por la revista inglesa de música clásica Strad, que aseguró que aquí hay obras de compositores del siglo XX: Kodaly, Cassado, Ligeti y Ginastera. Posteriormente, en agosto de 2013, inició sus estudios de posgrado en Dallas, Texas (Estados Unidos). Actualmente realiza su diploma de Professional Studies con Wolfgang Emanuel Schmidt en Kronberg Academy, en Alemania, una escuela diseñada para jóvenes solistas.

A pesar de la vida tan agitada que lleva, Santiago Cañón-Valencia emplea su tiempo libre para sus otras pasiones: la fotografía y la pintura. No sólo se deleita con la música clásica, también lo hace con el post-rock, el shoegaze y el metal que, según él, lo ayudan a relajarse. Su destreza en los instrumentos no solamente se evidencia en el violonchelo, también es muy bueno con la guitarra eléctrica. Desde los 11 años ha participado en varios concursos de talla internacional, como el Carlos Prieto, en México, en donde recibió el premio a “La joven promesa del violonchelo”; o en el Concurso Internacional del Chelo “Adam”, en Nueva Zelanda.

Por su talento y su destreza con el instrumento, Santiago hace parte del Cartagena XII Festival Internacional de Música. Los amantes de la música clásica podrán deleitarse con este chelista el 9 de enero con la actividad “Haydn: los géneros sinfonía y concierto”.

 

Por Paula Casas Mogollón

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