El Magazín Cultural

Santiago Cañón Valencia, la voz del solista

Reseña sobre la presentación de Santiago Cañón Valencia ofrecida el domingo 13 de agosto en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango. El violonchelista también estuvo en Popayán, Quibdó, Ipiales, Pasto, Montería, Sincelejo, Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Riohacha y Valledupar.

Angélica Daza Enciso*
27 de agosto de 2017 - 10:19 p. m.
Desde los cuatro años, Santiago Cañón Valencia ha estado vinculado con el chelo, complementando su formación en Nueva Zelanda, Estados Unidos y Alemania.   / Gabriel Rojas ©Banco de la República
Desde los cuatro años, Santiago Cañón Valencia ha estado vinculado con el chelo, complementando su formación en Nueva Zelanda, Estados Unidos y Alemania. / Gabriel Rojas ©Banco de la República

Contundente. Así fue el encuentro que tuve el domingo 13 de agosto en la Sala de conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango con el violonchelista colombiano Santiago Cañón Valencia. Este joven prodigio estaba en medio de una larga gira por Colombia que incluía no menos de doce ciudades en las que compartió su talento con el público. La Sala de conciertos de Bogotá lo recibió con gran expectativa, boletería agotada y un auditorio lleno en el que se encontraban muchos instrumentistas de cuerdas frotadas, familia, patrocinadores del músico, amigos y amantes de la música para violonchelo que no dudaron en asistir a esta cita con el que se ha dicho es el mejor violonchelista colombiano en la actualidad.

La carrera de Santiago Cañon Valencia ha sido exitosa. Desde los cuatro años ha estado vinculado con el instrumento, complementando su formación en Nueva Zelanda, Estados Unidos y Alemania. A sus veintitrés años ha grabado tres discos y ganado numerosos concursos internacionales. En el programa de ese domingo figuraban dos arreglos realizados por Cañón, uno de la partita para violín de Johann Sebastian Bach y otro –presentado como bis- de la obra original para guitarra Recuerdos de la Alhambra del compositor español Francisco Tárrega. Este audaz ejercicio demostró la versatilidad y elevada comprensión del lenguaje musical de este joven colombiano. Su aspecto roquero, de cabello largo y grandes anillos contrastaba con la seriedad de su oficio. La interpretación del repertorio abordado por Cañón fue de un virtuosismo vertiginoso, mezcla de dominio técnico y notable musicalidad.

La Sonata para violonchelo Op. 8 de Zoltán Kodály escrita a comienzos del siglo XX, fue el momento más intenso del concierto. Tuvo la particularidad de comenzar con una scordatura (es decir, con una afinación distinta de la habitual que se logra bajando o subiendo la afinación de una o más cuerdas). A lo largo de tres movimientos que exploraban todos los matices sonoros del violonchelo e incorporaban audacias técnicas como el pizzicato con la mano izquierda, largos pasajes en armónicos y acordes consecutivos, el dominio del interprete fue evidente, dando además por resultado un denso discurso musical que cultivaba nuevos sonidos en el instrumento y ampliaba el registro de lo más grave a lo más agudo.

La voz del violonchelo brilló especialmente en el arreglo que hizo Cañón Valencia de la Chacona de la Partita No. 2 en re menor BWV 1004 de Johann Sebastian Bach. Una composición diferente a la de Kodály pero no menos virtuosa. Original para violín, la escritura de esta obra se acerca a la improvisación. La interpretación de Cañón fue precisa y estuvo enmarcada por cierta libertad y expresividad en la construcción de un convincente discurso musical. De Gaspar Cassadó, alumno de Pablo Cassals y uno de los más importantes violonchelistas españoles de comienzos del siglo, escuchamos la Suite para violonchelo solo que abrió el concierto. De escritura menos virtuosa, fue interpretada resaltando los juegos rítmicos de la danza, los cambios de carácter y la línea melódica poniendo especial cuidado en los matices de cada frase.

Fue precisamente ese el aspecto que más destaco en la interpretación de Cañon Valencia. Expresividad y sensibilidad musical se ponían de manifiesto en la construcción de las frases así como en el delicado legato dibujado por la voz del violonchelo.  El respeto de los matices -es decir, de una verdadera diferencia entre el piano y el forte y la observancia rigurosa del contrapunto lograron un tipo de expresividad que comunicaba amor por su oficio. La mezcla de las voces entre melodía y acompañamiento parte de un denso tejido musical, claramente inteligibles acusan un minucioso trabajo de análisis y construcción de una idea interpretativa.

No esperaba menos de un músico de este nivel. Virtuosismo, inteligencia musical y sensibilidad acogidos por un auditorio que entusiasmado no dejó de aplaudir. Deleite de maestría y sencillez, fue sin duda un gran concierto.

* Maestra en música con énfasis en música antigua.

Por Angélica Daza Enciso*

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