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Se cumplen 90 años de la muerte de José Eustasio Rivera

El 1 de diciembre de 1928 falleció el autor de La Vorágine, una de las obras más importantes de la literatura hispanoamericana que habla sobre la violencia causada por la fiebre del caucho a principios del siglo XX.

REDACCIÓN CULTURA
01 de diciembre de 2018 - 09:43 p. m.
 Tierra de promisión (1921) es el primer libro de poemas que publicó José Eustasio Rivera. / Archivo El Espectador
Tierra de promisión (1921) es el primer libro de poemas que publicó José Eustasio Rivera. / Archivo El Espectador

Jugó su corazón al azar y se lo ganó la violencia. La violencia por la fiebre del caucho, por las bananeras, por las tierras. La literatura de José Eustasio Rivera también nos habló de una guerra fratricida. La vorágine, obra insigne de la literatura nacional y referente de nuestra historia, es otro pedazo de vidrio que conforma ese espejo roto de la guerra que aún tiene sus esquirlas y sus fragmentos en la selva colombiana.

Nació en el municipio de San Mateo, luego llamado Rivera por el aporte que él mismo le otorgó a nuestro país en el ámbito cultura. Un peso térmico y un paisaje frondoso, caracterizado por el verde de la vegetación y de las montañas que se van imponiendo entre ríos y terrenos llanos. Su familia se dividía entre la política y el campo. Él fue resultado de ese choque. Fue un hombre entregado al sector agrario, por eso relató tan bien los intereses turbios y los territorios manchados por la toma y el control social y político del caucho. También hizo parte de la política, pues heredó de alguna forma ese camino del poder en el que se incrustan todos aquellos que han pertenecido al "status quo". 

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Estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Colombia. Fue empleado del Ministerio del Gobierno y también abogado secretario de la Comision Limítrofe Colombo-Venezolana. Mientras estudiaba leyes, normas y dinámicas de la esfera pública, Rivera escribía sonetos, repensaba sus pasos y la memoria de estos en los paisajes que pisaba y observaba entre tantos caminos recorridos. 

"Sintiendo que en mi espíritu doliente / la ternura romántica germina, / voy a besar la estrella vespertina/ sobre el agua ilusoria de la fuente", escribía Rivera en un poema llamado Sintiendo. Entre trámites, paredes incoloras y tratos burocráticos, el escritor y diplomático reafirmaba su arraigo a las letras, más que su vocación a la política. 

Del viaje como abogado secretario de la Comisión Limítrofe Colombo-Venezolana logró recorrer el país entre trochas, corrientes implacables de los ríos Meta, Orínoco y Magdalena. Ambientes húmedos y hostiles perpetraban sus momentos más íntimos de escritura. Sus sonetos y su proceso creativo de "La Vorágine" no se detuvieron en medio de ese viaje, muy por el contrario, esas palabras empapadas de ríos, lluvias y sudor fueron elegidas como testimonios de la esclavización de indígenas y civiles por la explotación del caucho en la selva colombiana. 

Arturo Cova fue, tal vez, uno de sus amigos más entrañables. A través de él, el escritor colombiano lograría convertir las complicaciones amorosas y los conflictos humanos en una vorágine que resume los vericuetos y las experiencias más intrínsecas, dolorosas y confusas de nuestra especie. 

Las denuncias sociales que logró sacar a la luz pública José Eustasio Rivera tuvieron un espacio en los medios de comunicación de la época. Su coraje a la hora de visibilizar irregularidades en el proceder del gobierno de Pedro Nel Ospina y su talante para asumir el compromiso de la honestidad con el país le siguió otorgando un renombre importante en la política y en la cultura nacional. Como miembro de la Comisión Investigadora de Relaciones Exteriores y de Colonización, Rivera logró expandir su mirada y su narrativa sin desligar su trabajo y su responsabilidad como veedor del buen obrar y del estricto cumplimiento de las normas y las decisiones que el Estado tomara en diversos puntos del territorio. 

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Luego de viajar a Cuba, el escritor y diplomático se instaló en Nueva York, ciudad en la que pasaba a ser un ciudadano del mundo, pero un ciudadano desconocido, como todo aquel que se atreve a vivir en la hostilidad de las grandes metrópolis donde todos existen pero ninguno convive. De allí Rivera volvería al país, pero no con vida. Sus complicaciones de salud le dieron la estocada final un primero de diciembre de 1928. Días anteriores había logrado publicar su segunda novela La mancha negra y había conseguido publicar una quinta edición de La Vorágine.

 

Por REDACCIÓN CULTURA

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