El Magazín Cultural

“Shakespeare enamorado”, en el Colón

Diego León Hoyos logró una versión fluida, en la que los momentos cómicos y los románticos alternaban acertadamente, y el espectáculo fue no sólo interesante sino entretenido.

Manuel Drezner
30 de julio de 2017 - 02:00 a. m.
Carolina Ramírez interpreta a Viola de Lesseps y Nicolás Montero a William Shakespeare.  / ©Andrés Gomet
Carolina Ramírez interpreta a Viola de Lesseps y Nicolás Montero a William Shakespeare. / ©Andrés Gomet

Al principio, en 1998, Shakespeare enamorado fue una película con libreto de Tom Stoppard que barrió con varios premios y que se desarrolla alrededor de un romance ficticio entre el gran dramaturgo y una muchacha, Viola de Lesseps, loca por el teatro en una época en que las mujeres inglesas no podían subir a la escena y los papeles femeninos tenían que ser hechos por muchachos. Posteriormente, la cinta fue adaptada al teatro por Lee Hall y es esta versión la que llegó al Colón bajo la dirección de Diego León Hoyos. Hay que decir de una vez que el director logró una versión fluida, en la que los momentos cómicos y los románticos alternaban acertadamente, y que el espectáculo fue no sólo interesante sino entretenido. Logró mostrar entretelones de la vida teatral, cuando a los dramaturgos los abandona la inspiración y cómo en últimas el teatro es un misterio en el cual nadie sabe lo que va a suceder después.

La adaptación es muy fiel a la película original, con la excepción de ese momento emocionante en que al final de la representación del Romeo y Julieta el público conmovido queda en silencio sin aplauso, el mayor homenaje que se puede dar a la compenetración con lo que sucede en escena. Aparte de esto, Hoyos ha conseguido una representación cálida y agradable y con un romanticismo de altura. En últimas, esta pieza es un canto de amor al teatro, a su característica necesidad de colaboración entre todos sus componentes, hasta el punto de que en esta obra el dramaturgo rival, Marlowe, le da ideas a Shakespeare y hay hasta una aparición del sanguinario autor Webster, quien es una pieza menor pero básica en el desarrollo del argumento. Lo que se muestra enfáticamente es que no hay artista que pueda tener éxito por sí solo, sino que necesita siempre de la colaboración de intérpretes y hasta del mismo público.

Las actuaciones en general fueron buenas, si se exceptúa la tendencia a sobreactuar que apareció en momentos en que no se necesitaba. Stoppard es uno de los grandes dramaturgos de nuestros días, con obras como este guion cinematográfico, la famosa alrededor de personajes secundarios de Hamlet, Rosencrantz y Guildenstern, y una excelente donde imagina cómo hubiera sido una interacción entre Lenin, James Joyce y el fundador del dadaísmo, aprovechando que todos coincidieron en Suiza durante la Primera Guerra Mundial. Sería bueno que en vista de lo exitosa que ha sido esta presentación se pensara en montar otras obras de Stoppard, uno de los más importantes nombres de la historia del teatro contemporáneo.

Por Manuel Drezner

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