El Magazín Cultural

Sobre "Esto no es Berlín"

Presentamos la cuarta entrega de los textos del taller de crítica cinematográfica de la quinta versión del Bogotá International Film Festival (BIFF). En esta oportunidad presentamos un análisis a la película dirigida por Hari Sama.

Adelaida Porras
16 de octubre de 2019 - 08:13 p. m.
La película de Hari Sama se estrenó el 23 de agosto de 2019 en Estados Unidos. / Cortesía
La película de Hari Sama se estrenó el 23 de agosto de 2019 en Estados Unidos. / Cortesía

...Y sí, definitivamente no es Berlín, es México en el 86; en medio de un mundial de fútbol, después de sufrir un terremoto, y con un montón de secretos violentos ocultos. Justamente este es el contexto en el que la película se sitúa.

México enfrenta a los artistas frustrados y vanguardistas, rebeldes con causa y listos para producir cualquier cantidad de contenido contestatario en contra de una gran represión cultural y social que se vivió en la década de los ochentas. Pronto, estos insurgentes se pierden del camino, puesto que no tuvieron uno en primer lugar. En medio de una búsqueda de identidad, se zafan de tapujos y de construcciones sociales previas, como la sexualidad, el género, la música y el tan censurado uso de drogas.

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Ahora, un México que concentra toda posible energía en salir del caos económico y en armar el rompecabezas de un mundial de fútbol en medio de esta crisis, claramente no tendría el tiempo para los performances creados por un grupo de jóvenes punkeros, extraños y drogadictos. Sin embargo, la atención del espectador en este largometraje, no se concentra en el contexto, sino en la búsqueda. La película tiene una forma de obligar al que la vea, a estar casi a dos milímetros de cada situación. Y justamente por estos recursos técnicos, te obliga a sentir algo muy parecido a los personajes; ahí estás cuando los poros del rostro de Carlos (Xabiani Ponce de León) se dilatan al ver a su amor no correspondido, y ahí también estás, en medio de una imagen borrosa que va y viene, que se acerca y se aleja, en medio del abrazo que Carlos le da a su madre triste, al ver que ha roto todos los platos por no poder manejar el tema al que se enfrenta la mayoría de los personajes: la muerte. No hay que hablar mucho sobre la técnica cinematográfica, porque creo que habla sola. En este raro mundo del post-punk más underground en México, se mezcla poesía, música, drogas y sexo, en una misma olla, y no son los creadores los que se encargan de cocinar, sino el mismo público, que tiene que hilar e imaginar varios conceptos y adivinar muchos otros, antes de que la peli te salte al rostro y te los grite. Dos grandes ejemplos: los cambios de formato de colores exóticos, a un blanco y negro de 8mm, es algo que cualquiera remotamente relacionado con este mundo, sabe que es un alto recurso por inercia, en videos musicales con sintetizadores y post-punk rebelde de los setentas. También la procedencia del personaje que el mismísimo director interpreta. ¿Será un padre, padrastro, tío, conocido? A ponerse las pilas.

Cabe mencionar que el director Hari Sama ha creado una pieza nada más y nada menos que autobiográfica, basándose en una serie de momentos y recuerdos de una vida desobediente que intentó en su adolescencia, además de su experiencia con la cercanía a la muerte de varios amigos por el sida, y su conocimiento de la música con la que creció. En este proceso se llevó unas cuantas canas más de las que su personaje tiene, por intentar incorporar canciones importantes de la época a algunas escenas de la película. Y todo valió la pena cuando en medio del clímax dramático de la historia; un caos de consumo de drogas, múltiples interpretaciones sexuales y un sudor que casi atraviesa los límites de la pantalla hasta nuestras narices, suena «She's lost control» de Joy Division: el himno de esta juventud subversiva, y por tanto, de esta obra.

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Varias veces se hace muy consciente del título «Esto no es Berlín», pues resuena en el oído del espectador haciendo referencia a los vanguardistas que copian todo lo que alguna vez tuvo origen en los bares y estudios de arte más bajos y decrépitos del centro de Europa, en especial, los sonidos revolucionarios y oscuros con sintetizadores nacidos después de la decadencia del punk en Inglaterra y en Alemania.

La película no tiene un aspecto excesivamente experimental, u original, en todo caso, pero sí que le apunta a dejar tensionado y reflexivo a un público que puede que jamás haya vivido la situación de México en esa época. Cada año se estrena una nueva pieza audiovisual sobre el terrible contexto en el que se cobija esta película, pero esta vez fue diferente estar en la sala, sentir que tienes 17 años de nuevo, y que existe la necesidad insaciable de sacar por los poros algo del beligerante post-punkero que llevas dentro, o que no sabías que llevabas dentro.

Por Adelaida Porras

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