El Magazín Cultural

Suecia ante el coronavirus: una respuesta diferente

En cuestión de pocos meses las costumbres de millones de personas alrededor del mundo se han visto trastocadas radicalmente por la pandemia del coronavirus. En Suecia, donde a la fecha se han reportado 4,947 casos y 239 muertes, poco parece haber cambiado desde que se identificó el primer caso de contagio a mediados de febrero.

Santiago Cepeda
07 de abril de 2020 - 06:15 p. m.
Lund es una de las ciudades más antiguas de Suecia. Se encuentra localizada en el municipio homónimo, al sur de la provincia de Escania, dentro de la región de Öresund. / Cortesía
Lund es una de las ciudades más antiguas de Suecia. Se encuentra localizada en el municipio homónimo, al sur de la provincia de Escania, dentro de la región de Öresund. / Cortesía

No es fácil distinguir el distanciamiento social en un país cuyos habitantes se caracterizan precisamente por guardar las distancias. Vasto y poco poblado, el territorio sueco cuenta con una única área realmente metropolitana y cerca del 40 % de los hogares tienen un único habitante. Los suecos está acostumbrados a permanecer solos en casa. Antes de salir revisan el corredor por la mirilla para no tener que cruzarse con el vecino y en general es tanto el respeto por el espacio personal propio y ajeno, que hace falta entrenar el ojo para reconocer una fila en la parada de un bus o a la entrada de un teatro.

Atrás han quedado al fin los oscuros días del invierno, los cafés y restaurantes se apresuran a disponer sus mesas en las terrazas y la gente aprovecha el buen clima para salir y disfrutar de las bondades de la primavera. En Estocolmo aún es posible ir a cenar a un restaurante o tomarse un café en algún lado con alguien, a pesar de que la disminución de la clientela ha forzado a los dueños de los locales a restringir sus horarios. En Jönköping la gente sigue afluyendo a los centros comerciales, los jóvenes asisten a fiestas, los equipos de fútbol aficionado no han abandonado sus entrenamientos. En Lund, una ciudad universitaria en el sur del país, algunos insisten en ejercitarse en el gimnasio de la universidad que sigue abierto al público, al igual que sus bibliotecas y la mayoría de sus edificios. En las guarderías se escucha el alborozo de los niños que corren con sus chalecos fluorescentes y las escuelas primarias mantienen las clases presenciales mientras que las secundarias y las universidades se han acogido a la recomendación del gobierno de trasladar la instrucción a las plataformas virtuales. 

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Las restricciones son mínimas si se las compara con las de otros países. En Suecia no se permiten reuniones de más de 50 personas (hace una semana el tope eran 500) y no se puede visitar los hogares geriátricos. El resto son recomendaciones: lavarse las manos, evitar el contacto social si presenta síntomas o es mayor de 70, evitar viajes innecesarios, trabajar desde casa si es posible, si está muy preocupado llamar a la Cruz Roja y no ir al hospital si está enfermo sino marcar al número de atención nacional (como siempre).

No ocurre lo mismo en los demás países escandinavos. Tanto Dinamarca como Noruega han tomado medidas de aislamiento semejantes a las de otros países europeos. En Suecia la Constitución impide que el gobierno interfiera en los asuntos de las autoridades administrativas, esto con el fin garantizar que las medidas se sustenten en parámetros de evidencia científica. Es por eso que las acciones de prevención y tratamiento del coronavirus no las han dictaminado los dirigentes políticos, sino la Agencia de Salud Pública (Folkhälsomyndigheten).

En las últimas semanas, el nombre de Anders Tegnell, Epidemiólogo del Estado desde 2013, ha adquirido una notoriedad inusitada. Dada la situación actual de propagación de la epidemia y las particularidades sociales, culturales, geográficas y económicas de su país, Tegnell ha desaconsejado la implementación de la cuarentena obligatoria en Suecia. Incluso ha cuestionado el cierre de frontera que efectuó Dinamarca el 14 de marzo y que impidió a los ciudadanos suecos cruzar el puente que conecta al sur del país con Copenhague, donde muchos de ellos trabajan y en donde se encuentra el único aeropuerto internacional de la región Öresund. “No estamos en la fase de contención”, dijo Tegnell en una rueda de prensa, “estamos en la fase de mitigación”. A quienes desde fuera critican la relajada estrategia de la Agencia de Salud Pública, Tegnell les responde que en Suecia la gente está acostumbrada a seguir las recomendaciones de las autoridades y a confiar tanto en sus instituciones públicas como en sus conciudadanos. Para demostrarlo alude al hecho de que el 98% de la población se ha vacunado sin necesidad de leyes que los obliguen a hacerlo. 

La propagación del virus en Suecia ha sido bastante desigual. Aproximadamente el 41 % de los casos registrados se han presentado en el área urbana de Estocolmo. Tanto la demografía como los patrones de interacción social de Suecia han llevado a los expertos de la Agencia de Salud Pública a trazar un modelo de propagación del virus que difiere del realizado por el Imperial College en Inglaterra y que han acogido otros países. Esto no quiere decir que el virus no continuará propagándose por el territorio sueco, sino que estiman que lo hará de manera distinta a lo observado en otros países.

Según una encuesta realizada por el diario Svenska Dagbladet y publicada el 21 de marzo, el 52 % de los suecos considera que el gobierno ha tomado las medidas adecuadas, mientras que un 14 % califica la estrategia como insuficiente.

Países con cifras de contagio y fatalidad menos alarmantes han optado por implementan arduas restricciones a su población con la intención de aplanar la curva de contagio y así evitar que colapsen sus sistemas de atención médica. Las medidas, cuestionadas por unos y pedidas a gritos por otros, parecen extraídas de una ficción distópica: queda prohibido salir de casa salvo para comprar víveres o medicamentos, prohíbidas las reuniones de más de dos personas que no sean de la misma familia, prohibido ir a conciertos, a museos, a cine; prohibido ir a bares y a restaurantes; prohibido el tránsito de una nación a otra, prohibido ir al colegio o a la universidad, prohibidos los besos, prohibidos los abrazos; prohibidos los eventos deportivos, prohibido ir a los hospitales a menos que se trate de un asunto muy grave, prohibido visitar a los viejos, prohibido velar a los muertos. 

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Este tipo de medidas tienen el inconveniente de que si la crisis se prolonga demasiado y no se cuenta con un plan de contingencia que permita satisfacer las necesidades básicas de las personas, eventualmente se llegará a un punto en el que las restricciones resulten impracticables. Teniendo en cuenta que no existe aún un tratamiento aprobado contra la enfermedad que ocasiona el coronavirus y que en el mejor de los casos el desarrollo de una vacuna tomará entre 12 y 18 meses, la Agencia de Salud Pública de Suecia no ha querido imponer restricciones que resultarían insostenibles a largo plazo y ha enfocado sus esfuerzos en establecer pautas de aislamiento voluntario, así como en adquirir suministros médicos, incrementar y capacitar al personal clínico, aumentar la infraestructura hospitalaria y presentar regímenes extraordinarios de salvamento económico.

En los últimos días el gobierno sueco ha estado anunciando una serie de nuevas disposiciones para responder a las exigencias de la crisis. El 28 de marzo, Tegnell informó que se reunirá con los laboratorios de las autoridades regionales de salud para poner en marcha un plan que les permitirá realizar más pruebas de contagio. 

En Estocolmo el ejército está construyendo un hospital de campaña que duplicará la capacidad de atención médica. En una entrevista de radio, Björn Eriksson, director regional de salud y hospitales de la región, reveló que actualmente la ciudad cuenta con más camas libres de las que se requieren,  aunque se prevé un incremento en el número de casos graves en los próximos días. 

Por su parte la Agencia Sueca de Productos Médicos ha dado el visto bueno para iniciar las pruebas del medicamento Remdesivir, un antiviral desarrollado previamente para tratar el Ébola y que, en caso de recibir la aprobación del comité ético, empezará a administrársele a enfermos de coronavirus en estado crítico en Estocolmo, Gotemburgo y Malmö. 

Durante el pasado mes de marzo, más de 36.000 personas perdieron su trabajo en Suecia como consecuencia de un disminución voluntaria en los hábitos de consumo de la población. La cifra es la más alta registrada en un solo mes y el gobierno ha anunciado la creación de un fondo de 11 mil millones de coronas suecas para auxiliar la labor de la Agencia Pública de Desempleo, financiar cursos que ayuden a las personas a emplearse de nuevo y modificar las cláusulas de los seguros de desempleo, haciéndolas más accesibles y beneficiosas.

Suecia es un país próspero a fuerza de favorecer lo colectivo sin atentar contra las libertades individuales. En su idioma cuentan con una palabra antigua e intraducible, lagom, que vendría significar algo así como “ni mucho ni poco”, o “la justa medida” y que expresa muy bien su idiosincrasia. La historia dictaminará si la estrategia lagom de la Agencia de Salud Pública de Suecia fue la correcta. De ser así, habrán logrado sortear la crisis sin recurrir a medidas extremas, sin sacrificar mucho ni poco y sin desequilibrar la balanza entre la comunidad y el individuo, o lo que es lo mismo, con sus valores culturales y sus principios constitucionales indemnes.

Por Santiago Cepeda

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