El Magazín Cultural

The Tale

En la era del #MeToo y la banalización y deslegitimación que se ha formado alrededor del problema del género y las víctimas de acoso sexual, es refrescante ver una historia que de verdad hable y muestre la complejidad del trauma y la dualidad en la que viven aquellos que sufren de acoso verbal o físico.

Luisa María González R 
01 de octubre de 2018 - 07:14 p. m.
Laura Dern, protagonista de la película The Tale.  / Cortesía
Laura Dern, protagonista de la película The Tale. / Cortesía

Más que refrescante, es de vital importancia retratar a las víctimas no como perpetuadores de su sufrimiento, sino como hombres y mujeres temerosos de afrontar su vulnerabilidad y los grandes vacíos que ésta genera en su personalidad y relación con el mundo.

The Tale, una película autobiográfica, escrita, dirigida y producida por Jennifer Fox, sigue a Jennifer (Laura Dern), quien obligada a examinar su pasado, se embarca en un investigación que la llevará a confrontar su memoria, niñez y aquellas mentiras que nos contamos para sobrevivir.

La película logra de manera exitosa materializar cómo el ser humano adecúa sus recuerdos y vivencias pasadas para funcionar de manera “Normal”. Mentimos de manera descarada, no sólo a otros, sino a nosotros mismos, tergiversando lo que vivimos y sentimos para darle sentido al trauma. Vemos a Jennifer Fox como adulta, hablando y confrontando a la Fox niña, reconstruyendo entre ambas lo que pensaron habían vivido; el dolor y la fragilidad de saberte adulto, pero entender, que aún recuerdas, sientes y piensas como aquella niña inocente. El enfrentamiento visual y narrativo de ambas perspectivas es el gran logro de la cinta.

Lo que parecieran errores en la narrativa son, en realidad, la forma en la que Fox (y de manera brillante) recrea los testimonios de sus perpetradores, buscando desesperadamente entender los motivos tras su actuar;  motivos que existen pero carecen de un razonamiento lógico, al menos uno que pueda satisfacer a Jennifer y el pasado que la atormenta; es el insaciable deseo de darle sentido a lo fortuito lo que destruye la estabilidad que ella y nosotros como espectadores anhelamos.

De manera ingeniosa Jennifer Fox captura su dolor, ansiedad e ingenuidad dentro de una narrativa que se permite ser subjetiva, elementos que surgen de una sensibilidad única que caracteriza a pocos realizadores. Somos presas de estos sentimientos y vivimos a la par los sufrimientos y triunfos de la protagonista, quien es fielmente interpretada por la impecable Laura Dern, una grande de Hollywood y de la escena independiente, que captura con vehemencia la voz de Fox.

Durante el desarrollo de  la película y al verme absorta en su mundo me pregunté por qué habían decidido hacer una ficción y no un documental, y al finalizar la cinta entendí que, como en muchos otros casos de violencia y/o abuso, las pruebas no existen y el trauma sólo es conocido por el perpetrador y la víctima, de ahí que la ficción permita recrear una visión subjetiva de lo sucedido, sin necesidad de debatir su veracidad o legitimidad, por el contrario, el espectador tendrá la posibilidad de pasar de largo los prejuicios y llegar directamente al mensaje de la cinta:  -Conocer a aquellas víctimas que no se esconden y lloran bajo la cama (como son caricaturizadas en muchas ocasiones) sino, las que continúan su vida y son funcionales dentro de la sociedad, pero que a diario viven permeadas por una gran incertidumbre y tristeza-.

Esta película llega para transformar la sesgada visión que se ha formado en el colectivo popular sobre la vulnerabilidad del ser humano y el barómetro con el que miden el sufrimiento ajeno, para así, devolverle la fuerza a las víctimas a través de una voz poderosa; una que habla por muchas y muchos que temen resquebrajar las frágiles bases en las que lograron reconstruir su vida.  

Por Luisa María González R 

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