El Magazín Cultural

Teatro Libre: una estética del drama y la diversión

La programación del Teatro Libre de Bogotá está enmarcada este año por los recovecos del libre albedrío, el conflicto, el amor y el poder que se esconden en las obras clásicas de Dostoievski, Wilde, Brecht y Shakespeare.

Andrés Osorio Guillott
27 de enero de 2018 - 02:57 p. m.
Teatro Libre: una estética del drama y la diversión

Si de algo se ha caracterizado el Teatro Libre de Bogotá en sus 45 años de existencia, es por su compromiso con el enriquecimiento cultural y espiritual de las personas a través de la practicidad del teatro y sus innumerables maneras de ilustrar los comportamientos y las relaciones humanas. Por medio de grandes obras de la literatura escritas por William Shakespeare, Fiódor Dostoyievski, Milan Kundera, Esquilo, Bertolt Brecht o Gabriel García Márquez, se ensalzan las tablas de los teatros ubicados en La Candelaria y en Chapinero, atrayendo no solo a los lectores de estos magníficos escritores, sino también a los amantes del teatro y a los que buscan un paréntesis de diversión y conocimiento en medio del caos y el ritmo frenético de Bogotá.

Juan Diego Arias, Subdirector Artístico del Teatro Libre, le contó a El Espectador los tres pilares fundamentales que constituyen la identidad y el porvenir de esta fundación sin ánimo de lucro: El primero de ellos es mutar el repertorio de obras que se han realizado en países como Francia o Inglaterra, lugares en los cuales varios de los integrantes del Grupo Artístico han complementado sus estudios de literatura o filosofía con el teatro y la dramaturgia. A partir de allí, se enlaza el segundo pilar que se centra en realzar el teatro colombiano, logrando que este surja y de un salto de grandeza a partir de lo aprendido por las escuelas de teatro y los mismos teatros estatales que tienen en lugares como Europa y Estados Unidos. Esto no quiere decir que el teatro colombiano no construya su propia identidad, de hecho, esto da pie para decir que el tercer pilar del Teatro Libre parte de su convenio con la Universidad Central de Bogotá, lugar donde estaba la escuela del Teatro y donde ahora existe un Departamento de Arte Dramático. Allí buscan reafirmar la frase que defiende esta fundación y es que “sin actor no hay teatro”, de modo que en buscan reunir esfuerzos para elaborar el trabajo de actor, logrando que se nutra su capacidad cognitiva, su técnica corporal y el manejo de su voz para mantener viva la inspiración del actor a la hora de tomar un papel y realizarlo con perspicacia, responsabilidad y compromiso con el libreto y con el público que tienen en frente.

Las obras presentadas buscan, de alguna manera, generar un diálogo con las tendencias artísticas y culturales de la ciudad a lo largo del año. Eventos como el Festival Iberoamericano de Teatro o la Feria del Libro generan algunos cambios en la coordinación de la programación. Esto, en el caso del Festival Iberoamericano, genera cambios importantes dado que las salas con las que cuenta el Teatro Libre han estado siempre a disposición del festival; mientras que con otros eventos se busca generar similitudes con el fin de participar activamente en el interés del público bogotano y referenciar al Teatro Libre como uno de los espacios destinados en la agenda cultural de la ciudad.

Las obras presentadas guardan su esencia y su contexto, pues intentar adaptarlas a lo contemporáneo le resta el carácter estético y poético a narrativas como El fantasma de Canterville, Crimen y castigo, La evitable ascensión de Arturo UI, Los hermanos Karamázov, El Idiota, Historia de Navidad y Romeo y Julieta. Todas estas obras estarán, en este mismo orden, presentándose desde febrero hasta diciembre, dejando en cartelera alrededor de un mes y medio o dos meses a la mayoría de las obras para que estas puedan ser vistas los jueves, viernes y sábados por los amantes del teatro, la literatura y los espacios de entretenimiento, aprendizaje y reflexión que estos elementos artísticos ofrecen a los sentidos y a las ideas de nosotros los seres humanos.

El Teatro Libre no asume posturas políticas ni pretende plasmarlas en sus contenidos, sin embargo, esto no quiere decir que dentro de los mismos no se hallen temáticas transversales que puedan ligarse a lo político y a las condiciones actuales que nos definen. Por ejemplo, cuenta Juan Diego, que en las obras que se presentan este año existe el elemento de la lucha o el conflicto y, en algunas, el intento por los espacios de reconciliación. Ello no quiere decir que fueran temas determinados desde un principio por el comité que planea el itinerario del Teatro; ni tampoco se presentan estos espacios por una intencionalidad de hablar de paz. No obstante, la fricción que se vive actualmente en el país genera una inclinación en la sociedad a interesarse por temas donde se vean reflejados escenarios similares, razón por la cual el Subdirector Artístico del Teatro Libre considera que las obras y adaptaciones que presentan “Sí están diciendo algo sobre nosotros y sobre quiénes somos ahora”.

El año pasado, el Teatro Libre tuvo la oportunidad de ir a Francia, específicamente a París, a representar a Colombia con la presentación de la obra de En este pueblo no hay ladrones, una adaptación del cuento escrito por Gabriel García Márquez en 1965. Hay que decir que el Teatro Libre tiene el privilegio de decir que nuestro Premio Nobel de Literatura le otorgó a ellos el texto de Diatriba de amor contra un hombre sentado (1994).

“El teatro es un lugar muy bonito porque es un lugar vacío. Cuando no tiene escenografía ni nada es un espacio vacío, donde puede aparecer cualquier cosa y todo depende de qué ponga uno, de qué puede aparecer. Ahí nacen cosas” Afirma Juan Diego. Es debido a esto que el sonido de las tablas que se estremece con la eternidad del arte resulta tan trascendental para aquellos que le apuestan al Teatro como una expresión popular y un espacio de diversión. En ese espacio vacío se juega con el tiempo y con el valor del lenguaje que se expresa con el cuerpo y la palabra. En ese espacio vacío es posible hallarse en la Inglaterra del siglo XVII con los versos de Shakespeare o en las calles frías de la Rusia Zarista del siglo XIX donde Dostoyevski rompía paradigmas con su literatura. Son estos ejemplos los que revalidan el aporte del Teatro Libre a la cultura bogotana y los que reafirman aquella frase de García Lorca que dice que “El teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana”. 

Por Andrés Osorio Guillott

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