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“Todo lo que necesitas es amor": Ken Follet

Las Tinieblas y el Alba (2020), precuela de Los Pilares de la Tierra, es el título más reciente del escritor galés Ken Follet. En una entrevista exclusiva para El Espectador, el autor habló sobre su proceso creativo y su relación con el público lector hispano.

Santiago Díaz Benavides
05 de octubre de 2020 - 10:54 p. m.
El autor británico había terminado de escribir "Las tinieblas y el alba" cuando el coronavirus paralizó el mundo a principios de año.
El autor británico había terminado de escribir "Las tinieblas y el alba" cuando el coronavirus paralizó el mundo a principios de año.
Foto: Olivier Favre y West Stow Anglo

Es el año 997 e Inglaterra se enfrenta a los ataques de los galeses, que llegan por el oeste, y de los vikingos, por el este. La vida de las personas se ve azotada por estas constantes amenazas y aquellos que ostentan el poder lo ejercen con puño de hierro y, a menudo, en conflicto con su propio rey. En estos tiempos turbulentos, tres vidas se entrecruzarán, la del joven Edgar, que es constructor de barcos y está a punto de fugarse con la mujer que ama; la de Ragna, la hija demasiado rebelde de un noble de Normandía; y la de Aldred, un monje lo suficientemente idealista que sueña con transformar su abadía venida a menos en un centro del saber que sea admirado en toda Europa. Los tres se verán abocados a un enfrentamiento con el obispo, más que despiadado, Wynstan, que está decidido a adquirir más poder sin importar el precio que deba pagar por ello.

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El autor nos sitúa, una vez más, en la Inglaterra imaginada en donde se erige la catedral que lo hizo mundialmente famoso y lo ubicó en el radar de los lectores fanáticos de la novela histórica. Aquí nos encontramos en plena Edad Media, en el pasaje denominado como la Edad Oscura, en la que la influencia de los normandos empuja a los ingleses a un mayor desarrollo cultural, mientras que la amenaza vikinga se posa sobre sus habitantes.

Son alrededor de 43 millones de copias vendidas las que anteceden a esta publicación. Los lectores de Follet, siempre expectantes, esperan que con esta novela se redondee la historia de Los pilares de la tierra, que se dio a conocer por vez primera en 1989. A este primer libro le siguieron Un Mundo sin fin (2007) y Una columna de fuego (2017). Ya son 31 años los que se cumplen a bordo de esta tremenda saga, famosa, entre otras cosas, por su adaptación televisiva en julio de 2010.

En Las Tinieblas y el Alba, título editado en español bajo el sello Plaza y Janés, las personas luchan por alcanzar la justicia que anhelan, algo que no se aleja de lo que vivimos hoy en día. “Aquí hay personajes que buscan el progreso y otros que se oponen rotundamente a la idea. Esto no es algo de hoy, cuando vemos que sucede en nuestras sociedades. Estas cosas venían ocurriendo desde antes, en todos los países civilizados, lo cual me inspiró para escribir las 150 escenas que componen la novela”.

Follet escribió estas 930 páginas en un periodo de 2 años y medio, aproximadamente, acudiendo a su imaginación para rellenar los vacíos que la historia no le permitió aclarar y documentándose a fondo para hacer que la novela adquiriera la mayor veracidad posible. En el primer año, el autor se sentó a estudiar la arquitectura de la época y las formas en que la gente vivía. Comenzó a redactar un borrador, que luego enseñaría a lectores cercanos a su círculo social, y después, para el segundo año, se reuniría con expertos para llevar a un plano más real sus ideas sobre la historia. El último periplo lo dedicó a culminar el manuscrito, releerlo y perfeccionar los detalles. “Eso me permite asegurar que el libro tenga una mejor calidad literaria”, comenta. “Me interesa que la historia esté dando vueltas todo el tiempo. Quiero que el lector se pregunte a cada instante por lo que ocurrirá después. De manera que lo que consigo es una especie de thriller histórico en donde lo último que espero es que el lector se agote”.

Desde su casa en Hertfordshire, el autor ha decidido conceder entrevistas a casi todos los países de habla hispana en donde sus libros se encuentran disponibles. Conversó con nosotros en una entrevista exclusiva para Colombia y aprovechó para hablar, entre otras cosas, sobre política y estos días de pandemia. Demuestra su desacuerdo ante el Brexit y expresa que gracias a su trayectoria como escritor ha podido establecer un importante acercamiento con lectores europeos. Se muestra agradecido con la recepción de su trabajo en los países de habla hispana y espera que, a pesar de la crisis que vive el mundo a causa del COVID-19, los lectores puedan acercarse a los libros, no solo a los suyos, con más entusiasmo que antes. “Espero que esto solo sea un paso que damos hacia atrás y podamos dar dos hacia adelante. Es un momento difícil. Ojalá que mis nietos puedan decir de la segunda parte del siglo XX y el principio del XXI que fue un periodo de avance interrumpido para la humanidad”.

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Algo que sorprende en sus novelas es la tremenda capacidad que tiene para no permitir que los lectores pierdan el hilo de la trama. ¿Cuáles son las decisiones estéticas y literarias que contempla para concebir una relación tan intensa con los lectores de inicio a fin?

Lo más importante son las emociones, las reacciones emocionales del lector ante la novela. Si el libro es bueno, si está bien relatado, entonces, el lector compartirá las emociones que los personajes experimentan y así logrará la interacción que como autor espero. Si un personaje está sintiéndose triste, el lector se sentirá triste; si tiene miedo, también lo tendrá el lector; si al personaje lo tratan injustamente, eso va a generar indignación en el lector. Esto es inherente a nosotros y es, precisamente, lo que nos interesa encontrar en una novela, lo que permite que queramos continuar pasando las páginas. Si la novela alcanza el objetivo inicial, si el lector logra esas conexiones emocionales, entonces, el libro será un gran éxito.

Es interesante el impacto que han tenido sus novelas en el mercado hispano y la forma como la gente se conecta, precisamente, con sus personajes. ¿Alguna vez contempló que el éxito de su trabajo fuera tal que consiguiera conmover a lectores de latitudes tan lejanas a la suya?

Siempre he querido que mis libros llegasen a la gente. Esa ha sido mi intención desde el inicio. Me emociona saber que gente que está tan lejos de donde yo vivo disfrute de mis libros. Probablemente sea gente cuyas vidas sean muy distintas entre sí. Para mí esto es un logro más que importante. Es todo un halago. Me permite intuir que lo que escribo adquiere un significado para los lectores y es porque, precisamente, me interesa hablar sobre aquello a lo que todos nos convoca: las emociones. A lo largo de la historia, y como sucede aún hoy, la gente ha estado a merced de las mismas cosas: el amor, el matrimonio, el trabajo, la violencia, la guerra… Son cosas que interesan a todo el mundo. Me parece que, incluso, en culturas completamente opuestas, todos compartimos lo mismo, y es, justamente, lo que nos conecta con esta gente que vivió en la Edad Media. A pesar de los años, compartimos los mismos miedos, los mismos malestares.

¿Considera que sus lecturas durante la infancia y parte de la adultez han podido, de alguna manera, orientarlo en la forma como ha decidido llevar a cabo su labor de escritor?

Cuando tenía doces años descubrí a James Bond, que fue escrito por Ian Fleming. Era, en esos momentos, lo más alucinante que me había sucedido como lector. Fueron libros que disfruté muchísimo. Evidentemente, yo no escribo como Fleming y nunca lo haré, pero cuando empecé a dedicarme a esto, cuando coqueteaba con la idea de escribir una novela, tenía muy claro que me gustaría generar en los lectores algo similar a lo que él lograba generar en mí. El placer, el disfrute que yo experimentaba cuando me regalaban un nuevo libro de James Bond, cuando lo leía, es una cosa inenarrable. De modo que, lo que yo he querido siempre es que mis lectores sientan esa misma emoción que yo sentía cuando era niño, que deseen tener el nuevo libro de Ken Follet tanto como yo esperaba tener los de Fleming.

Hablemos de la novela… ¿Cree que existiría algún conflicto si un lector decidiera iniciarse en el mundo narrativo de Los pilares de la tierra a través de este nuevo libro?

Creo que no sería un problema, a menos que quieras ser un perfeccionista en el tema de la lectura y quieras seguir el orden en que se publicaron cada una de las novelas. Me parece que estos libros se pueden disfrutar en cualquier orden.

De los cuatro libros de la serie, ¿cuál ha supuesto para usted el mayor reto investigativo?

Los pilares de la tierra supuso el reto más importante, desde el punto de vista de la documentación. Tuve que comprender todos los aspectos técnicos de lo que implica la construcción de una catedral gótica, por ejemplo. Entender el sentido de las bóvedas en los techos y después explicar a los lectores, sin convertirlo todo en un discurso aburrido. No bastaba con decirlo. Hubiese sido solo entrega de información. El reto consistió en conseguir que esa información lograra interactuar con los lectores y con lo que yo estaba buscando como autor.

Ragna es uno de los personajes femeninos más interesantes de la novela. Posee una ambición especial para conseguir lo que quiere y es poderosa en cualquier faceta. ¿Se basó en alguien para su caracterización?

Ragna, en parte, se basa en un personaje real que vivió en el mismo tiempo. Se llamaba Emma de Normandía. Ella, de hecho, aparece también en Las Tinieblas y el Alba, de manera breve. Esta mujer era una princesa normanda, como Ragna, que fue a casarse a Inglaterra con el rey. Cuando este murió, ella se casó con el siguiente rey de la nación, cuyo nombre era Canuto. Al morir este, su hijo, el de Emma, pasó a ser el rey de Inglaterra. Él se llamaba Eduardo el confesor. Era un hombre muy religioso. Emma, entonces, estuvo en el corazón del poder en Inglaterra durante varias décadas. Esto me hizo comprender que una mujer podía llegar a adquirir un poder muy alto en la Inglaterra de esta época. No fácilmente, claro, pero lo hecho por ella fue excepcional. Es por esto que su perfil se hace tan interesante y permite que se escriba sobre ella.

Mildred, la madre de los tres chicos, es un personaje femenino que también da muestra de una fuerza interesante. ¿Esta matrona está basada en algún personaje histórico o su caracterización se vio mediada por lo que venía sucediendo conforme avanzaba el relato?

No me basé en un personaje real para caracterizar a Mildred. Sin embargo, tengo la certeza de que hay muchas mujeres en el mundo que son como ella. Mujeres inteligentes y valerosas que viven en condiciones durísimas, sin el apoyo de una familia, en países que se ven envueltos en una pobreza extrema, y aún así nunca dejan de cuidar a sus familias y ver por ellos. Les queda tiempo, además, para no tropezar. Creo que no es infrecuente encontrar personajes con este tipo de características, ni en la literatura, ni en la vida real.

Edgar, el hijo menor de Mildred, es un personaje inteligente y sagaz con el que los lectores se conectan a raíz de su historia de amor. ¿Era necesario ponerlo a prueba desde el inicio?

Edgar es un tipo de personaje que yo no había explorado antes. Cuando él se enamora de esta chica, perdidamente, supone algo que es bellísimo y a la vez complejo: el compromiso con lo eterno. Su amor dura demasiado tiempo, aún después de que todo se ve truncado por el destino. Es incapaz de renunciar a este amor. No puede, simplemente, hacer borrón y cuenta nueva e ir en búsqueda de otra mujer a la que amar. Es por esto que adquiere relevancia a lo largo del relato. La suya es una historia imposible. Se pasa los días enamorado de alguien que ya ha desaparecido. Sin embargo, no parece que la ausencia de ella opaque sus sentimientos. Es algo poco frecuente esa forma suya tan intensa de amar. Me entusiasma un amor así, que perdura a través del tiempo sin importar lo que pase.

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¿Qué hay del obispo Wynstan? Es un personaje ambicioso al que no le importa pasar por encima de nadie con el propósito de conseguir lo que quiere. ¿Cuál sería, a día de hoy, el personaje que lo encarnaría en la vida real?

Yo diría que Wynstan se parece mucho a Vladimir Putin. Es un personaje al que no le importa matar a quienes le critican ni robar dinero para financiar sus intereses. No piensa en nadie más que en sí mismo y se aferra al poder como un niño a una teta. No hace falta dar muchos detalles.

Habría que ponerle un atuendo de monje y quedaría listo.

Así es. Aunque de santo no tendría ni un pelo.

Son dos los grandes conceptos que atraviesan todo el relato: el amor y el odio. Sentimientos universales, desde luego. ¿Qué quería resaltar a través de sus personajes y cuál es su propia visión al respecto?

El amor es muy importante en toda buena novela. Para que a un lector le interese lo que ocurre en un relato, en una novela, los personajes tienen que hacerse querer. Su existencia debe procurar hacerse de valor. La forma más rápida de conseguirlo es a través de la empatía y eso nos lleva, casi que de forma inmediata, al amor. De forma que, el lector comenzará a sentirse cercano a estos personajes, a lo que viven, a lo que hacen, a lo que dicen, a lo que piensan. El lector establecerá una relación más que directa con ellos. Se hará su cómplice. Luego, está el otro lado de la moneda, personajes que se hacen odiar y permiten que los lectores generen hacia ellos una repulsión especial. Para que un lector odie a un personaje es necesario proveer a algún otro personaje del relato de esos sentimientos. Como lectores, sin importar el escenario, siempre vamos a tomar bandos. El amor y el odio son sentimientos más que importantes en nuestra vida cotidiana y por ello, en la literatura, adquieren dimensiones más que relevantes.

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Apoyado en esto que dice podría afirmar que sus libros, más allá de las historias que cuentan, les hablan a los lectores acerca de lo que somos como humanos, de la forma como logramos sobreponernos a todo para aferrarnos al amor y vivir la vida que se nos ha impuesto.

Hay que recordar, Santiago, que yo crecí en la década de 1960. Todo giraba alrededor de un único rezo: Todo lo que necesitas es amor.

Gracias a The Beatles por eso.

Gracias a la vida por The Beatles.

Por Santiago Díaz Benavides

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