El Magazín Cultural

Tradición flagelada en Santo Tomás de Villanueva

Al llegar la Semana Santa son muchas las tradiciones que se afloran en diferentes lugares del mundo cristiano, sin importar la denominación o corriente teológica de las mismas.

Andrés Altamar Lambraño
29 de marzo de 2018 - 09:44 p. m.
Una imagen de las tantas pinturas que a lo largo de la historia han retratado a flagelantes. / Cortesía
Una imagen de las tantas pinturas que a lo largo de la historia han retratado a flagelantes. / Cortesía

Al llegar la semana santa son muchas las tradiciones que afloran en diferentes lugares del mundo cristiano, sin importar la denominación o corriente teológica de las mismas.

En la costa caribe colombiana, a unos veinticinco kilómetros de Barranquilla en el reconocido desde 1857 municipio de Santo Tomas de Villanueva, Atlántico, para días de la semana mayor son considerados protagonista de la “fe”, a causa de su particular y arraigada tradición expresada en pagas corporales de flagelantes que lejos de estar de los primeros penitentes de la Italia medieval, comparten en su cosmovisión religiosa el que para ellos es el método “fidedigno” para la disolución de sus pecados y el favorecimiento en algún asunto de índole familiar, personal o de salud. 

Todos los viernes de semana santa y con la devoción que exige esta tradición, los flagelantes y otro tipo de penitentes que conmemoran el padecimiento y muerte de Jesucristo con algún tipo de “manda”, se dan cita en “el caño de las palomas”, ubicado en la avenida “Calle de la Ciénaga”, para comenzar su viacrucis pasando por la “calle de los flagelantes” y terminando en el “punto de las tres cruces”, siendo estos los protagonistas y referente de la fecha. Es pertinente señalar que tan singular actividad de sacrificio y sangre, trae consigo aglomeraciones de turistas y nativos seducidos por la curiosidad, siendo a su vez acogidos por los innumerables negocios que esperan para ofrecer desde la gastronomía local, hasta gafas de sol y cerveza para presenciar cómodamente el “espectáculo”. 

Esta particular expresión de fe ha motivado a que algunos propietarios de negocios, pacten económicamente con “penitentes” para que estos pasen por la puerta de sus locales, garantizando la venta del gran día, diluyéndose de alguna manera una tradición que ha trascendido en el tiempo gracias a la oralidad. Es importante puntualizar que el grupo de penitentes es heterogéneo por naturaleza, pues estos se encuentran compuestos por hombre y mujeres de diferentes edades y con intenciones distintas, si bien es cierto que en esta tradición los intereses económicos se han convertido en la principal motivación de alguno de los flagelantes, otros siguen fieles a sus convicciones y tradiciones, pagando su manda y “picándose”  de corazón, como los nativos le dicen al ejercicio de la laceración.

No es un secreto que en Santo Tomas Atlántico la tradición es flagelada por las motivaciones económicas contemporáneas; sin embargo, esta tradición de mandas y penas sigue arraigada en la cultura Tomasina, y como tal seguirá perdurando en el tiempo, siendo particular y única como expresión de devoción. 

 

  

Por Andrés Altamar Lambraño

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