El Magazín Cultural

Tres años sin Eduardo Galeano

Hace ya tres años que su querida y deplorada América Latina añora a Eduardo Galeano. Su corazón “sureño” dejó de latir un día como hoy, el 13 de abril de 2018.

Manuela Cano Pulido
13 de abril de 2018 - 06:09 p. m.
Eduardo Galeano, autor de los libro Las venas abiertas de América Latina y El fútbol a sol y sombra, entre otros.  / Cortesía
Eduardo Galeano, autor de los libro Las venas abiertas de América Latina y El fútbol a sol y sombra, entre otros. / Cortesía

Y aunque él en tanto cuerpo se iría,  dejaría su fascinación por lo propio y su reprobación de hacer propio lo ajeno. Dejaría sus artículos, sus escritos, unas venas latinoamericanas bien abiertas, al descubierto imposibles de esconder por conveniencia; dejaría sus abrazos plasmados en palabras, porque un escritor abraza, siempre, fuerte a sus lectores; dejaría su exilio como una experiencia de que el que se va recuerda y medita en aquello que dejó; dejaría testimonio, memorias y verdades.

Ninguno como él comprendería aquello que significaba ser latinoamericano. Ese sentimiento de injusticia, de derrota, de subyugación, pero también de encanto, asombro y deleite. Entendería lo que significaba ser ese reducto de la América “legítima”, en donde vivían los verdaderos “americanos”. Entendería, no sin impotencia, las decisiones erradas, por ceguera y por conveniencia de esta parte del continente, que lo llevarían a un continuo fracaso. Fracaso del que se saldría únicamente entendiendo y mutando.

Algún día escribía  “al sur la represión, al norte la depresión”, y con su pluma política, su pluma de cronista, y también su pluma de escritor inigualable, criticaría tal represión, la reprobaría, pero sobre todo, la entendería. La entendería desde el fútbol, desde la poesía, desde lo económico, y también volvería a la historia. La comprendería al derecho y al revés, porque estaba convencido de la necesidad de indagar, de reflexionar, de no dar nada por sentado, y sabía que esto solo lo lograría desde la escritura. Porque como él muy bien decía “¿para qué escribe uno si no es para juntar pedazos?”.

Pedazos de uno mismo, pero también del otro. Pedazos del sur de un continente despedazado que pide a gritos unión, vínculos y acoplamiento.  

Por Manuela Cano Pulido

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