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Un amor más allá de la muerte

La temporada de transmisiones de Cine Colombia desde la Ópera Metropolitana de Nueva York comienza este sábado con “Tristán e Isolda”, de Richard Wagner. Apartes del programa de mano que se entrega en las salas de cine.

Luis Carlos Aljure
08 de octubre de 2016 - 03:00 a. m.
Una de las escenas de “Tristán e Isolda”, del compositor alemán Richard Wagner. / Cortesía
Una de las escenas de “Tristán e Isolda”, del compositor alemán Richard Wagner. / Cortesía

La historia de un amor personal y prohibido condujo a Richard Wagner, convertido en Tristán, hacia los brazos de Isolda. En 1857, cuando empezó a componer su nueva ópera, Wagner tenía 44 años, vivía desde 1849 exiliado en Suiza, porque debió huir apurado de Alemania luego de participar en una sublevación infructuosa contra el rey de Sajonia; su matrimonio con Minna Planer era propicio para el libreto de una ópera trágica, las deudas crecían cotidianamente y apenas lograba evadir el cerco furioso de sus acreedores. Además, uno de los grandes compositores de ópera de la historia, que para entonces ya era reconocido por títulos como Rienzi, El holandés errante, Tannhäuser y Lohengrin, contaba siete largos años sin estrenar una nueva obra.

Su Isolda, la mujer que lo inspiró, se llamaba Mathilde Wesendonck, era quince años menor que Wagner, tenía inclinaciones poéticas y, sobre todo, era la esposa de su generoso mecenas en Suiza, Otto Wesendonck. El amorío contó con reacciones opuestas de los cónyuges deshonrados. Por un lado, la esposa de Wagner, celosa e irritada, trataba de interceptar los mensajes secretos que salían y entraban de su casa. Y por otro, el marido de Mathilde pareció no inmutarse ante la situación porque estaba convencido, como algunos biógrafos del compositor, de que se trataba de un amor espiritual. Es difícil negar que ella estimuló la creatividad del músico. Wagner visitaba a Mathilde por las tardes y tocaba al piano, hasta el anochecer, los avances de la ópera. Compuso cinco canciones inspiradas en poemas de Mathilde, dos de las cuales contienen material musical importante que reutilizaría en Tristán e Isolda, y cuando tuvo listos los bocetos del primer acto se los envió a su enamorada como una ofrenda al “ángel que me ha elevado tan alto”.

En los ensayos que escribió en sus primeros años de exilio, poco antes de conocer a su musa, Wagner anticipó los caminos de su drama musical. Primero forjó una teoría y luego se dio a la tarea de llevarla a la práctica. Allí está la idea de la obra de arte total (Gesamtkunstwerk), que se refiere al drama musical como un todo indivisible, con mayor importancia que las partes individuales que lo conforman (música, acción, poesía, etc). También aparece el concepto de leitmotiv (motivo conductor), que consiste en un breve material musical que se asocia a un personaje, un lugar, una emoción o un acontecimiento, que reaparece varias veces a lo largo de la obra, igual o modificado, siempre en relación con el elemento al cual está ligado. En Tristán e Isolda, de acuerdo con Kurt Pahlen, existen leitmotiv para el deseo, la mirada, el filtro de amor, el filtro de muerte, la pasión fatal, entre muchos otros.

Para los oídos de 1865, año en que Wagner logró estrenar su ópera después de seis años de espera, la música de Tristán e Isolda sonaba como algo atrevido. Expresaba una intensidad irresistible, con una armonía ambigua, fluctuante, con altas cuotas de disonancias, que producía una música inquieta, de elevada tensión. Tales procedimientos libres en el campo de la armonía marcarían nuevos rumbos en el arte de la música, generarían enorme influencia en otros compositores, pero también darían origen a corrientes detractoras.

Fiel a su inclinación, Wagner encontró el asunto de su nueva ópera en una leyenda medieval. El músico estaba convencido de que la obligación del drama era ocuparse del mito, porque el mito, además de ser el alma del arte, contiene verdades eternas. Wagner conocía numerosas fuentes del mito de origen celta —enriquecido por el aporte de diversas culturas—, y escribió su propia versión a partir de múltiples lecturas. Tristán e Isolda beben, sin saberlo, un elíxir que libera el amor latente y prohibido que habita en ellos, que al consumarse los enfrenta a la muerte. Una muerte que les otorga la redención —concepto central en los dramas de Wagner, acrecentado por las lecturas de Schopenhauer— y permite que su amor trascienda. Por eso, la fuerza simbólica de la leyenda sostiene que de las tumbas de Tristán e Isolda brotaron una hiedra y una vid que crecieron en estrecho abrazo.

Sábado 8 de octubre, 11:00 a.m. Salas de Cine Colombia en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena. Dirección musical: Simon Rattle. Producción: Mariusz Trelinski. Tristán: Stuart Skelton. Isolda: Nina Stemme.

Por Luis Carlos Aljure

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