El Magazín Cultural

Un coro para Italia

Las transmisiones de Cine Colombia desde la Ópera Metropolitana de Nueva York presentan este sábado “Nabucco”, de Verdi, con la participación del ahora barítono Plácido Domingo. Apartes del programa de mano que se entrega en las salas de cine.

Luis Carlos Aljure
07 de enero de 2017 - 04:05 a. m.
Nabucco pertenece al primer período creativo de Verdi, que se extiende de 1839 a 1850.  / Cortesía.
Nabucco pertenece al primer período creativo de Verdi, que se extiende de 1839 a 1850. / Cortesía.

Nabucco fue el pasaporte que le permitió a Giuseppe Verdi salir del infierno personal en el que ardía su vida en 1841. En sólo tres años había perdido a su esposa, Margherita Barezzi, y a sus dos hijos; y las llamas de su incendio emocional se extendieron al campo de la música con el humillante fracaso en La Scala de Milán de su ópera cómica Un día de reinado. En esas circunstancias, Verdi, que apenas había escrito dos óperas, tomó la decisión de abandonar su naciente carrera de compositor. Un hecho fortuito permitió que llegara a sus manos el libreto de Nabucco, que no fue escrito a petición de Verdi, sino para el compositor alemán Carl Otto Nicolai (el fundador de la Filarmónica de Viena), que lo rechazó por considerarlo demasiado violento. A su vez, El proscrito, el libreto que le devolvió Verdi a Bartolomeo Merelli, director de La Scala de Milán, porque se sentía incapaz de ponerle una sola nota, terminó en el escritorio de trabajo de Nicolai. El intercambio inesperado de textos se saldó con una ópera exitosa para Verdi y un estreno fallido para el alemán.

En la biografía de Verdi es famoso el episodio que le contó al editor Giulio Ricordi en 1879, casi cuarenta años después del día en que Merelli, para animarlo, le entregó el libreto de Nabucco escrito por Temistocle Solera: “En mi casa, con un gesto violento, arrojé el manuscrito sobre la mesa y permanecí de pie, rígido, frente a él. El libreto cayó sobre la mesa, se abrió y sin que yo mismo lo advirtiese mis ojos hallaron cierta línea en la página que tenía ante mí: Va, pensiero, sull’ali dorate. Leí los versos siguientes y me sentí profundamente conmovido, sobre todo porque casi parafraseaban la Biblia, cuya lectura siempre me había complacido. Leí un fragmento y después otro. Pero afirmado en mi resolución de renunciar definitivamente a la composición, me forcé a interrumpir la lectura, cerré el libro y fui a acostarme. Pero, ah, Nabucco continuaba agitándose en mi mente, y no podía dormir. Me levanté, leí el libreto, no una sino dos y tres veces y así por la mañana, debo reconocerlo, me conocía de memoria el libreto de Solera”.

Va, pensiero, inspirado en el salmo 137, es uno de los coros más famosos de la historia de la ópera y para muchos italianos es como un segundo himno nacional. Está en el acto tercero de Nabucco y lo canta el pueblo hebreo durante su cautiverio en Babilonia, como una expresión de añoranza de libertad y de la patria perdida. Nabucco pertenece al primer período creativo de Verdi, que se extiende de 1839 a 1850, en el que figuran varios coros de tono patriótico que debieron entusiasmar a los italianos que luchaban por la libertad y unión de la nación en tiempos del Risorgimento, nombre con que se conoce el movimiento de unificación de Italia en el siglo XIX.

En Nabucco, el coro es un claro protagonista del drama y comunica emociones diversas y contrastadas. Y no sólo actúa en sus números independientes, sino que constantemente se relaciona e involucra con los personajes de la historia. El papel de Nabucco, rey de Babilonia, es confiado a un barítono, uno de tantos caracteres que Verdi dedicó a esa tesitura vocal a lo largo de su carrera, y que enriqueció como pocos. La malévola Abigail, hija adoptiva de Nabucco, requiere de una soprano dramática de coloratura, papel temible que demanda de la cantante solidez en el registro grave, agudos resonantes y la capacidad de producir ornamentos y florituras.

Por las restricciones presupuestales que afrontó Nabucco en su primera temporada (1842), la obra no contó con nuevos vestuarios y escenografía, sino que se debió buscar y adaptar material guardado en los depósitos de La Scala. Nada se opuso al destino de una ópera que sacó al compositor de su aguda crisis emocional y creativa, y lo postuló como digno continuador de la tradición italiana. “Con esta ópera”, aseguró una vez, “se puede decir que comenzó verdaderamente mi carrera artística. Y aunque tuvo que luchar contra muchos obstáculos, también es completamente cierto que Nabucco nació con buena estrella, tan buena que incluso todas las cosas que pudieron haber salido mal ayudaron a hacer de ella un éxito”.

*Hoy 7 de enero, 1:00 p.m. Salas de Cine Colombia en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena. Dirección musical: James Levine. Producción: Elijah Moshinsky.

Nabucco: Plácido Domingo. Abigail: Liudmyla Monastyrska. Zacarías: Dmitry Belosselsky.

Por Luis Carlos Aljure

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