El Magazín Cultural

Un haitiano en Guasca

Pierre Carlande Saint Dic es un haitiano de 26 años de edad que dejó un buen trabajo en su país para venir a Colombia a ayudar a cien adolescentes que han abandonado sus estudios o que no han podido recibir educación.

Andrea Garzón Garzón
16 de noviembre de 2016 - 05:55 p. m.
Pierre Carlande Saint Dic. / Cortesía
Pierre Carlande Saint Dic. / Cortesía

Pierre Carlande Saint Dic es un haitiano de 26 años de edad que dejó un buen trabajo en su país para venir a Colombia a entregar su corazón, sin retribución económica alguna. Para este joven, el mejor salario está representado en la sonrisa de cien adolescentes entre 14 y 17 años que residen en Guasca, un municipio situado a hora y media de Bogotá y que por diversas circunstancias de la vida han abandonado sus estudios o no han podido recibir educación, al provenir de ambientes familiares vulnerables y también por adicciones al consumo de sustancias psicoactivas.

Luego del terremoto del 12 de enero de 2010 que dejó a más de un millón y medio de personas sin hogar, Haití es considerado el país más pobre del continente americano y ha recibido ayudas humanitarias provenientes de  Estados Unidos, Canadá, Unión Europea y Colombia, solo por nombrar algunos de los países que han contribuido con esta  causa. Sin embargo, para Saint Dic, no solo el mundo tiene mucho por dar a Haití, Haití tiene también mucho para dar al mundo.

“La solidaridad no tiene fronteras”. Con esta frase se inicia  la conversación con Saint Dic, un hombre delgado, de más de 1.80 de estatura, cuya sonrisa contagia de entusiasmo y de pasión por la misión que vino a cumplir a Colombia, que consiste en dibujar un futuro promisorio e independiente a través de Opni, el aliado de América solidaria, la organización por la cual él se convirtió en voluntario internacional, como tantos otros jóvenes que buscan servir en países diferentes al propio. En su caso particular, él asesora en emprendimientos para que las niñas beneficiarias de su fundación reescriban su historia. Independientemente de la vulnerabilidad en que hayan crecido, él ayuda en la formación de proyectos a futuro para ellas y en generar visión para desarrollar planes de negocio a mediano plazo.

Trueque colombo-haitiano

Este administrador de empresas ha hecho un trueque con Colombia. Él entrega su talento, generosidad y tiempo, mientras que nuestro país le ofrece una experiencia de vida inolvidable, en el marco de una estrategia para reducir los índices de pobreza en nuestros países promovida por América Solidaria, una organización chilena que llegó a Colombia con el ánimo de incentivar jóvenes para hacer voluntariado en naciones como  Estados Unidos, Chile, Perú, Uruguay, Haití, y Paraguay. Estos proyectos son de intercambio de conocimiento, por esta razón los extranjeros vienen a realizar voluntariado a Colombia y los colombianos se desplazan para ofrecerse como agentes de cooperación durante el periodo de un año.

Hoy vive feliz en Guasca y por la diferencia de climas extraña a su familia y el calor de su tierra, que en promedio, tiene una temperatura de 25 °C, mientras que en el hogar de Guasca, donde reside actualmente, el termómetro marca 14 °C por su cercanía con el  páramo. Aprendió español en República Dominicana y ha convivido con  tres lenguas: inglés, francés y creole.

Él no eligió Colombia. Una vez su voluntariado fue aprobado, no pensaba que su destino sería la tierra con olor a café; esa tierra de la que escuchaba en la radio de su abuela cuando apenas era un niño; esa tierra a la que admira por la unión que produce el fútbol y la afición por su selección. “Mi elección por encima de todo es ayudar, siempre he visto extranjeros ayudar a mi país y realmente quiero devolver esa solidaridad de alguna manera; siempre he dicho: si tienes mucho, da mucho y si tienes poco, das poco, lo importante no es cuánto, lo importante es dar; hasta las personas más pobres del mundo tienen algo que ofrecer. En mi caso, lo poco que tengo lo comparto con Colombia”, afirma con una sonrisa.

Colombia es un país de diversidad cultural, con enormes inequidades, mentes diversas, al mismo tiempo es un país de gente amable y empática que quiere ayudar a otros. La generosidad de este joven haitiano no se centra en aspectos materiales, él  sueña con aportar a la  educación y el emprendimiento de estas niñas y la mejor manera de aplicar la palabra solidaridad es contribuyendo a la visión y misión de cara a futuro para cada una de estas jovencitas.

“Para mí ser voluntario es, ante todo, tener ganas de hacer algo por los demás. Es un trabajo que implica mucho compromiso y sinceridad. Contrario a lo que piensa la gente, ser voluntario no es solamente dar tu tiempo o conocimiento, es también recibirlo. El voluntariado es un espacio para aprender y fortalecer tus competencias personales y profesionales, sobre todo en un país extranjero, y mucho más si ese país se llama Colombia”.

Para Saint Dic, quien llegó al país a principios de este año, Colombia solo tiene un pero, y consiste en la guerra interna y la corrupción. Considera que la paz es una elección urgente que necesita el país para generar desarrollo económico y social. Asegura que la mente colectiva y el pensar en el otro generan una calidad de vida digna y feliz.

“Tener una vida significativa aparece luego de ayudar a tu vecino, pues el bienestar propio está relacionado con el bienestar de la comunidad”. Para este voluntario, ser un agente de cambio es un título noble, cada pequeño aporte al mundo cuenta y dar algunas horas de nuestra vida para transformar el entorno nos convierte en héroes. El individualismo no cabe en su vida, pues impide construir un mundo justo y solidario.

Voluntarios en campo

En sus propias palabras: “Las mentes brillantes no mandan, ayudan; las mentes brillantes no solo enseñan, aprenden; las mentes brillantes no solo hablan, también escuchan”. Todo esto hace parte del trabajo diario que hace este haitiano, un hombre que viene de uno de los países más pobres de América para ayudar a un país donde se sobrevive bien a pesar del déficit económico, de la guerra, de la corrupción y que, según Saint Dic, podría convertirse en un país lleno de riquezas.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, nuestro continente sigue siendo el más desigual del mundo entero. América Solidaria es la fundación chilena que promueve la solidaridad en  Colombia con varios proyectos ubicados en distintos barrios de Bogotá y el municipio de Guasca, Cundinamarca.  Con el ánimo de incentivar las buenas causas y hacer una labor de responsabilidad social de intercambio de conocimiento, esta organización ofrece oportunidades de voluntariado en conjunto con empresas patrocinadoras de varios países. Además, genera la posibilidad de vincularse a la sociedad por medio de la educación que enseñan los voluntarios que se inscriben para intercambios dentro de la región.

“Generar vínculos entre países es la manera más efectiva de destruir la pobreza y acabar con la desigualdad del continente, buscar maneras de contribuir en el futuro de otros, asegura una vida digna; no todos tenemos las mismas oportunidades, pero ser generosos de conocimiento nos ayuda a que la sociedad sea más unida y derrote la pobreza” , agrega, con convicción.

Este voluntariado ofrece la posibilidad de integrase plenamente a la vida cotidiana  en otro país del continente, y para este haitiano no resultó difícil enamorarse de lo poco que ha conocido de Colombia; tomar TransMilenio, participar del  rock al parque, comer tamal, adaptarse a palabras nuevas como: parcero, chévere, cicla, juicioso y paila, han sido algunas de las maneras a través de las cuales ha resultado entusiasmado por vivir en este país de montañas y tonos verdes, geografía que, además, es muy distinta a la de su tierra natal.

“Contrario a lo que opinan los bogotanos, me encanta viajar en TransMilenio, se convierte en un reto, la lucha por poder entrar, y finalmente, la victoria por lograrlo. He aprendido que el tinto acá es el café en Haití, jamás volveré a pensar en “el tinto” como el vino, sino como el café. Amo los perfumes y en rock al parque tuve que esconderlo cerca de un árbol para que no me lo quitaran a la entrada. Colombia es un país vivo y divertido, hasta lo más caótico se vuelve fantástico para mí”, dice.
Sueña con vivir en Costa Rica, no obstante, Pierre asegura que volvería a Colombia luego de terminado su voluntariado; piensa que las personas jóvenes están en edad de vincularse con esta maravillosa iniciativa y piensa que valió la pena dejar su trabajo en Haití, aunque no fue fácil encontrarlo, para venir a apoyar el emprendimiento femenino en Guasca. 

 

Por Andrea Garzón Garzón

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