El Magazín Cultural

Un sonido bastante familiar

Este colectivo de Puerto Rico y Nueva York ha hecho de la salsa un estilo de vida rico en tradición.

Juan Carlos Piedrahíta B.
08 de julio de 2008 - 08:35 p. m.

Cuarenta años de sonido salsero no son nada. El tiempo pasa volando y mucho más en la buena compañía de los Hermanos Lebrón, un colectivo familiar que nació en Puerto Rico y que después, por costumbre y tradición, fue adoptado por Nueva York, aquella gran manzana en donde se gestó buena parte del movimiento de la música latina.

Las primeras influencias de estos hermanos, que echaron al traste el dicho popular en el que se afirma que ‘la familia mientras más lejos mejor’, fueron el boogaloo y soul, sonidos de raíces negras que ellos popularizaron durante las décadas del 70 y 80. El primer impulso fue de Ángel Lebrón, artista y empresario que se encargó de conseguir los primeros contratos. Esta iniciativa fue asumida como proyecto familiar por Pablo, José, Frankie y Carlos, quienes en 1968 le imprimieron voluntad, constancia y mucho sabor a la idea original.

La salsa ha cambiado mucho desde que aparecieron en escena los Hermanos Lebrón. El sonido fuerte y contundente marcó la pauta para muchos melómanos y el estilo romántico se impuso gracias a las voces melódicas de cantantes como Gilberto Santa Rosa y Frankie Ruiz. Sin embargo, la propuesta de esta particular familia se ha mantenido intacta.

“Nosotros creamos un estilo muy particular en el que planteamos la necesidad de reflejar lo que nos estaba pasando a nosotros y a nuestro círculo de amigos y volvimos todas esas canciones que ustedes conocen en historias y luego en himnos que la gente de todas partes, por fortuna, canta y repite con mucho cariño”, afirma Carlos Lebrón, bongosero y corista de la legendaria agrupación y que hace varios años se casó con una caleña y por eso viene con frecuencia al país.

Los Hermanos Lebrón tienen un mérito particular y es que colaboraron en la consolidación de la salsa en un idioma distinto al español. Ellos, sin perder una milésima de su sabor, se aventuraron en la fusión con el blues y el Rhythm, encabezados por Pablo, a quien se le empezó a conocer como uno de los primeros soneros de tipo urbano. The Brooklyn Burns y I belive son tan sólo dos ejemplos de muchos de los temas que estos hermanos posicionaron con otro acento.

La temperatura, Fe, La ley, Pena y dolor y La envidia y la tumba son, tal vez las canciones más famosas de esta agrupación que, de acuerdo con las ideas de sus fundadores, nunca desaparecerá porque la tradición se ha impuesto y las nuevas generaciones se están preparando para asumir el rol protagónico cuando estos veteranos de mil batallas decidan dar un paso al costado. “Julián, mi hijo, ya es un percusionista destacado y nosotros lo hemos llevado a varias giras en las que se ha robado el show con sus capacidades. Me parece, y mis hermanos me siguen la idea, que él manejará la nueva sangre de los Hermanos Lebrón”, comenta Carlos, un músico de 55 años que ha visto pasar la vida desde el balcón de su labor artística.

Este colectivo sabe darle al público lo que le gusta. Algunos temas sonaron mejor en Nueva York, otros fueron número uno en Venezuela y otros comandaron los listados en Colombia. Ellos, con la paciencia y la sabiduría que dan los años, no le ponen misterio a eso y se sueltan a tocar lo que la gente quiere escuchar, porque al fin y al cabo, ellos continúan en la música gracias a sus miles de seguidores.

La sangre los unió, la familia los apoyó, la tradición los mantiene y las salsa los hace felices. Así son los Hermanos Lebrón, unos cómplices que divierten a la gente con su sonido latino.

Viernes 11 de julio en el Downtown Majestic. Calle 23 N° 6-19.

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

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