El Magazín Cultural

Una Batuta contra la guerra

Batuta, apoyada por la Fundación Mario Santo Domingo, Davivienda, Carulla y el Estado, entre otras entidades, agrupa a 45.000 niños y adolescentes cuyo objetivo esencial es la música.

María Paula Lizarazo Cañón
02 de diciembre de 2016 - 03:58 a. m.
Una de las 45 orquestas sinfónicas que hacen parte del programa de Batuta. / Fotos: Cortesía Batuta
Una de las 45 orquestas sinfónicas que hacen parte del programa de Batuta. / Fotos: Cortesía Batuta

“Mi música lucha contra el sistema que enseña a vivir y morir”, dijo Bob Marley, y eso es, en esencia, lo que los niños de Batuta hacen con su música: luchan contra la injusticia y el hambre que se han impuesto sobre sus hombros desde antes de que nacieran, contra la soledad y el abandono al que han sido sometidos por un sistema diseñado para que unos rían y otros les sostengan la risa, contra la miseria que han soportado y que desemboca en el miedo que derrama lágrimas, contra la desesperanza del día al día que les transmiten sus familias cuando al frente no tienen sino problemas, contra el silencio que nace del suelo las veces en que no pueden ir a la escuela y contra la promesa de estar condenados a la infinita miseria.

Al ser una fundación basada en uno de los sistemas de transformación social y formación musical más reconocidos en el mundo, el sistema venezolano de José Antonio Abreu, Batuta procura acoger niños de escasos recursos y convidarlos a una formación musical para que se alejen de la tentativa de las drogas y la vida delincuencial que las calles ofrecen, y así tengan, en lo posible, un futuro al margen de la ignorancia y la pobreza.

La fundación se presentó por primera vez hace 25 años en la Plaza de Bolívar y reunió a niños y adolescentes de diferentes partes de Colombia. Empezó a extenderse en el país cuando llegó a departamentos como Chocó, Amazonas y Caldas, entre otros, actuando de la mano de las gobernaciones. Actualmente, los 197 centros de formación en los 32 departamentos del país cuentan con 45.000 niños entre los dos y los 19 años, pertenecientes a poblaciones vulnerables al conflicto armado y/o la pobreza: 19.000 de ellos son víctimas de la guerra. A lo largo de sus 25 años, Batuta se ha presentado en Colombia, Suramérica, Europa y Estados Unidos, logrando, tristemente, mayor reconocimiento en el exterior que en este país, según afirma María Claudia Parias Durán, presidenta ejecutiva de la fundación.

Batuta, además de ser una fundación dedicada a formar musicalmente a niños y adolescentes, les ha dado la oportunidad integrantes de ser símbolos de la posibilidad de transformación individual y, así, de transformación social a partir del arte. Los niños interpretan música tradicional del territorio colombiano y representan la diversidad cultural de nuestro país. Un ejercicio implementado por Batuta es el intercambio de repertorio de música de las diferentes regiones, por ejemplo. Hay casos en los que niños de los Llanos interpretan música de otra región y los de esa otra región interpretan llaneras, creando así conocimiento en ellos sobre la música tradicional de Colombia y un sentido de identidad para que se sepan a sí mismos como integrantes de esta sociedad y no como los nadies, en tanto que pasan de las hojas de la crónica roja a las hojas de los salvadores de la historia universal.

A partir del momento en el que por fin se firmó el Acuerdo de Paz, más que un reto, es un sueño para Batuta expandirse y estar presentes en los 1.105 municipios del país, de tal forma que lleguen trayendo música y paz a los territorios de los que se fueron las armas de la mano con la violencia. Esta fundación no sólo anhela ir a las tierras heridas por la guerra para ofrecerles a los niños la oportunidad de la formación musical, también para brindarles un acompañamiento psicosocial a quienes sólo han conocido el conflicto, haciendo del proyecto un valorador de la comunidad, la familia y el niño en sí.

La Fundación Nacional Batuta celebró sus 25 años de recorrido el pasado miércoles 23 de noviembre en un concierto conmemorativo en el Teatro Colón y cerrará el año con un concierto de Navidad.

Por María Paula Lizarazo Cañón

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