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“Una mujer es vulnerable en cualquier sitio”: Almada

Selva Almada, autora del libro de no-ficción “Chicas muertas”, reconstruye los últimos días de tres mujeres pobres y bellas asesinadas en su país: Andrea Danne, María Luisa Quevedo y Sarita Mundín.

Ángel Castaño Guzmán
11 de diciembre de 2015 - 03:24 a. m.

 

En el epílogo de “Chicas muertas” hay una frase que deja los pelos de punta: aquella que señala que la única diferencia entre las protagonistas de su libro y usted es la suerte. ¿Cómo fue escribir un libro con tanta carga emotiva, de un tema que desgarra tanto?

Es verdad que el disparador del libro fue un episodio que viví de cerca en mi adolescencia: el asesinato de una chica en un pueblo vecino al mío. Ese hecho me impactó profundamente, porque era una mujer apenas mayor que yo, brutalmente asesinada en su propia casa. Esto venía a contradecir lo que nos enseñaban desde pequeñas: que el peligro estaba afuera, que el peligro eran los desconocidos, los autos ajenos, los paisajes desolados. No, el peligro también podía estar adentro de tu casa. Es decir: una mujer no está segura o es vulnerable en cualquier sitio. Por supuesto, a esta reflexión fui llegando con el tiempo. También con los años y otros casos que fueron sucediendo en Argentina y ocupando las páginas de los diarios, me fui dando cuenta de que aquello que le había sucedido a Andrea les pasaba a muchas mujeres, muy seguido. Empecé a interesarme por el femicidio y la violencia contra las mujeres. Atando cabos me di cuenta de que había crecido conviviendo con este tipo de violencia, viéndola en vecinas, amigas, que alguna vez yo también había sufrido algún tipo de violencia por el solo hecho de ser una mujer.

¿Por qué apeló a la no-ficción, por qué no escribió una novela?

Hace algunos años me anoticié de otros dos casos sucedidos en la misma época que el asesinato de Andrea, también eran mujeres adolescentes, tampoco se habían resuelto sus crímenes. Me pareció que estas tres historias eran un buen recorte de aquello de lo que yo quería escribir y que no sucedía ahora (muchas veces escuchaba, cada vez que aparecía una chica muerta en las noticias: esto antes no pasaba, es una moda de ahora), que no era un tema que había empezado hacía pocos años, que yo conocía por lo menos tres casos que habían ocurrido hacía treinta años y que si había tres, debía haber cientos. Que debía haber, debe haber, una historia de la violencia contra la mujer que no estaba registrada en ninguna parte, porque hasta hace poco estaba naturalizada.

Así que de algún modo se cruzaron estas dos cosas: el recuerdo de aquel crimen que tanta conmoción me causó de chica y mi interés cada vez mayor por el femicidio, mi preocupación diaria por el tema. Así surgió la idea del libro. Enseguida supe que no quería escribir una novela. Quería que el lector no tuviera ninguna duda de que las muertas habían sido chicas de carne y hueso, que tenían sus vidas, sus deseos, sus sueños. Y que alguien, arbitrariamente, había decido borrarlas del mapa.

Hay un hecho muy curioso en los casos: en los tres, casi de inmediato hay sospechosos de su ambiente cercano. Después de leer el expediente judicial, ¿por qué cree que la justicia argentina de esos años no se empeñó en resolverlo?

No es llamativo que los sospechosos estén en el círculo íntimo de las víctimas, eso es precisamente lo que caracteriza el femicidio en la Argentina, que el hombre que mata es un hombre que la víctima conoce, alguien en quien alguna vez ha depositado toda su confianza. Entonces, hace 30 años, la investigación policial era bastante rudimentaria, no había muchos elementos a mano para investigar adecuadamente este tipo de casos. A esto se le suma el desinterés que había y todavía hay en este tipo de casos: una mujer pobre es asesinada: a ¿quién le importa? María Luisa era mucama, Sarita era prostituta... enseguida el foco se pone en la vida privada de la víctima, se la cuestiona inmediatamente, se presupone que se la buscó, que algo habrá hecho (como decían con los desaparecidos y los muertos en la dictadura).

¿Qué impacto ha tenido la aparición del libro en la investigación judicial?

El libro no tuvo ningún impacto en ese sentido. Los tres son casos archivados y cerrados, que la justicia no volverá a abrir, creo. Pero sí sirve para recordar que el femicidio es un problema que arrastramos históricamente, aunque recién ahora nos estemos dando cuenta y estemos reflexionando sobre el tema. Y también les sirvió a algunos amigos y familiares de las víctimas como una forma de reparación y visibilización. Creo que en ese sentido se sienten acompañados.

Por Ángel Castaño Guzmán

 

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