El Magazín Cultural

Una novela sobre sexualidad, el nuevo libro de Armando Silva

El semiólogo Armando Silva cumple un sueño en la literatura. Su libro “La mierda y el amor” hace parte de su obra acerca de los imaginarios sociales.

Luisa Rendón Muñoz / @luisarendonm
07 de junio de 2017 - 03:00 a. m.
Armando Silva siempre había estado en el campo académico. Fruto de eso escribió su primera novela. / Óscar Pérez
Armando Silva siempre había estado en el campo académico. Fruto de eso escribió su primera novela. / Óscar Pérez
Foto: OSCAR PEREZ

Cuando leí por primera vez el título del libro, lo relacioné con los residuos del amor. También tuve la hipótesis de llegar a creer que en la balanza podrían estar los defectos del mundo como la mierda de los hombres. Simples hipótesis que sobresalían en unas líneas del título, nada de contenido.

Cuando recibí el correo para comunicarme con el autor, aparecía en la descripción de la novela lo siguiente: “Sexualidades del siglo XXI, machismo, transgénero, etc. La mierda y El amor”. Por lo que había leído y por el interés que tenía en el autor, Armando Silva, acepté tener la entrevista, con el pánico de no estar lo suficientemente preparada para hablar con alguien que ha estado en el campo académico como una eminencia de los imaginarios.

Al comenzar la entrevista él aclaró que el título no era como la metáfora de la gallina y el huevo, preguntándose si primero era la mierda que el amor o viceversa: “El amor es un sentimiento que se desarrolla en el cerebro, mientras que la mierda es un hecho. Nadie lo evita, como tampoco se evita el amor. El amor siempre está supeditado, además de las emociones, con el otro, incluso con un hecho espiritual. La mierda es un residuo, es una necesidad. El amor es un deseo, una falta. Yo amo para complementarme. Mientras los enamorados miran para arriba, la mierda siempre va para abajo”.

Toda su vida siendo académico lo había limitado en la literatura porque, según él, en ello siempre se debe apuntar al manual de las normas y la citación correcta y todo lo demás, pero esta novela tiene para Silva la continuidad de la representación de un imaginario social que lo llevó a escribir esta historia. Lo académico lo llevó a la literatura.

La novela la tenía en la mente hace más o menos ocho años, cuando tuvo como certeza que el hombre deja de ser hombre cuando no es amado. La historia la conoce cuando una mujer deja de amar a su novio y él, por su lado, deja a un lado su vida sexual sin tener certeza del por qué.

Aunque la novela esté cargada de símbolos y esté hecho por un semiólogo, no implica que las personas que las lean no estén en función de entender lo que quiere decir el autor con cada situación, sino que está hecha, además de para dejar a las personas pensando sobre las nuevas sexualidades, también para que puedan disfrutar sobre una novela de amor.
Esta tiene un lado político, precisando que el autor se pregunta constantemente cómo se generan espacios para las personas que no son heterosexuales, mostrando en ella las mil dificultades que tiene una persona transexual cuando está en el descubrimiento de su sexualidad.

Julio, el personaje principal, crece por sí mismo a medida que la novela avanza. Él, que ha padecido su transformación sexual a partir de un suceso que lo marca para siempre, también logra darse cuenta que su sexualidad se ve afectada por la falta de uno de sus grandes amores, Anís.

El reconocimiento propio es quizás uno de los obstáculos más difíciles para una persona que no sea heterosexual, pues en las conductas o en los patrones sociales ya está definido qué hace un hombre, cómo se comporta y qué conductas no son propias de un “macho”. Es por esto que conocer un hombre que no mantenga su apetito sexual en todo momento o que no responda a los estímulos de una mujer, es considerado, por algunas mujeres u hombres como “marica”. El caso completo de Julio.

Anís, que por su lado también intentaba resolver algo en su vida, lograba que Julio, un ser sensato y cariñoso y leal a sus convicciones, depositara no sólo su corazón, sino su alma, lo que hacía que este ser estuviese doblegado no sólo por su sexualidad, sino también por lo que decía Anís de ello. “Basta, Julio, no proteste tanto. Siempre he pensado que usted es muy cercano a una mujer. ¡A veces hasta creo que usted no es hombre! O sea que ese tal Lupron que tanto menciona lo que le hizo fue redescubrir lo que realmente es. ¡Ja, ja, ja!, ¿Cómo le parece mi descubrimiento?”, concluyó picante.

“Cada novela de alguna manera es autobiográfica”, aclara Armando Silva. Y aunque dice que Julio tiene gran parte de sí porque reconoce que su manera de amar también es de una forma femenina, dice que el hombre cuando ama lo hace tan brusca y despóticamente que se olvida de que puede ser mujer, algo que, según él, es abrupto para un mundo que merece más sensibilidad.

La novela juega con diferentes tiempos narrativos. En algunos momentos aparece un narrador omnisciente que parece no sólo describir lo que sienten los personajes, sino lo que siente una ciudad que, aunque no es capaz de soportar otras percepciones de lo sexual, se acomoda, por lo menos en los barrios escondidos o en las altas horas de las noches, como evitando que se vean.

Por Luisa Rendón Muñoz / @luisarendonm

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