En el ámbito de la música contemporánea sobresalen una serie de experimentaciones que por su carácter especializado resultan desconocidas y poco difundidas. La imagen de la partitura de la pieza Inmerso (1983) revela uno de esos desafíos que en términos de creación de partituras, desarrolló el compositor colombiano Jesús Pinzón Urrea (1928). Con esta singular forma de escritura musical, apareció una apuesta gráfica que entregó al intérprete elementos novedosos, Pinzón los comprendió como estímulos visuales que desplazaron los parámetros de la notación tradicional. Su apuesta dio aliento a una interpretación más libre que por demás reforzó la idea de la partitura como guía sugestiva y no como un documento impositivo.
Según el maestro Rodolfo Acosta (1970), miembro del Círculo Colombiano de Música Contemporánea (CCMC) y director del Ensamble CG, “el punto máximo de esta evolución en el lenguaje de Pinzón fue Sonóptica, música para ver y oír, un grupo de cinco piezas –del que hace parte Inmerso- compuesto a comienzos de los ochenta y plasmadas en partituras exuberantemente gráficas”.