El Magazín Cultural
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Una postal sobre Johnny Pacheco

“Nuestra cosa latina”, un documental que retrató la escena musical latina de Nueva York en 1972, fue el motivo por el cual el autor de este texto conoció a Johnny Pacheco y estuvo en los estudios de Fania en la década de 1980.

Richie Briñez*
24 de febrero de 2021 - 02:00 a. m.
Esta fotografía de Johnny Pacheco fue tomada por Izzy Sanabria, director de arte de Fania Records desde su creación en 1971.
Esta fotografía de Johnny Pacheco fue tomada por Izzy Sanabria, director de arte de Fania Records desde su creación en 1971.
Foto: Izzy Sanabria

Yo era un adolescente experimentando su primer orgasmo musical. Los ojos se me saltaban de las cuencas y se me escurría la babita mientras veía, en los desaparecidos Cinemas de Cali, la película que promocionaba a la Fania All-Stars: Nuestra cosa latina. Era una tarde de finales de 1978.

Cuando con 21 años, en 1985, vine a vivir por primera vez a Nueva York, las imágenes de la película seguían martillando en mi cabeza. Me obsesioné con encontrarla, y como no conseguía dar por ningún lado con ella, busqué en la guía telefónica la dirección de los estudios de Fania. Le escribí una carta a mano a Johnny Pacheco. Le dije que quería la película. Firmé la carta, escribí mi número de teléfono, le pegué una estampilla y la puse en el correo.

Pasó un mes y no recibí respuesta. ¡Qué iluso yo! Creer que Johnny Pacheco iba a contestar mi insignificante cartita. Pero a la semana siguiente, una noche de miércoles, recibí una llamada.

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—Richie, te habla Johnny Pacheco.

Las rodillas se me aflojaron y perdí la voz.

—Mira, recibí tu carta. Esa película no está disponible, pero sintoniza ahora mismo el canal 13, que ahí la van a pasar. Y si quieres, ven mañana en la tarde al estudio.

No me lo podía creer. Corrí como un niño a prender el televisor, puse una cinta en mi VHS y grabé la película. Creo que duré un buen rato tiritando de alegría. Al otro día, claro, emprendí camino a los estudios de Fania. Recuerdo que me recibió Víctor Gallo —el entonces director de la compañía—, y me hizo un tour por el lugar. Debí mirarlo todo con ojos de haber comido hongos alucinógenos. De repente, entre una pared tapizada con afiches de conciertos y una consola de sonido gigantesca, apareció sonriente Johnny Pacheco mordiendo un tabaco enorme. Me apretó fuerte la mano y dijo:

—Conque tú eres el de la película… Mira, te tengo un regalo: ya que te gustan los videos, te voy a dar una copia de un concierto que nos filmó alguien en el Apollo Theater. Ahí toca Mongo, Patato, Tito Puente, la negra (Celia Cruz) y yo. Es pa’ ti na’ má. Pa’ que la veas con tus amigos y tu familia. Si a alguien más le interesa el video, que me llame a mí.

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Así era Johnny Pacheco.

Le encantaba cocinar y presumía, con su gracia de comediante, de su fettuccini Alfredo a la Pacheco. Decía que siempre cocinaba con una botella de vino y otra de ginebra: “El vino es para la comida y la ginebra es para el cocinero”. ¿Cómo no le iba a quedar sabrosa la salsa que nos dejó?

Creo que Pacheco es el único genio de la salsa que en una conversación o entrevista podía ser todo lo “yoyo” que le viniera en gana: yo fui el que hice esto, yo fui el que hice lo otro, yo fui el que descubrí, yo fui el que inventé, yo fui el que dijo, yo, yo y yo.

Era un jodón de primerísima línea. En el mismo 1985, conversando una noche en la barra del Club Broadway, se señaló el sexo con ambas manos, me miró a los ojos y dijo: “Cuando fuimos pa’ Colombia, la cosa estaba tan encendía, que tuvimos que meter la pinga en agua”. Hablamos luego sobre algunos músicos con los que había compartido. Un hombre que había estado escuchando nuestra conversación, nos interrumpió sin pudor y le preguntó: “¿Y a Melón ya lo soltaron?”. Se rumoreaba entonces que su amigo, el cantante mexicano Luis Ángel Silva, Melón, estaba en la cárcel. Pacheco no disimuló su incomodidad por la impertinencia del tipo y sin pensarlo demasiado le contestó: “Que yo sepa, a Melón nunca lo han tenido amarra’o”.

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Siempre olvidé preguntarle por el significado de “simá”, esa palabreja que le gustaba usar para darle a la orquesta la señal de arranque: “¡Ahh! Simá, one, two, three, four”. Supongo que podía tratarse de una contracción de “sin más”.

Ahora que al viejo zorro le dio por inmortalizarse, vengo a recordar que con esa película de Fania y aquel concierto en el Teatro Apollo empezó mi coleccionismo de videos musicales. Esa impetuosa y aún viva pasión.

Cómo no hacerle una, dos, tres, todas las venias del mundo al magnífico Johnny Pacheco.

*Documentalista musical.

Por Richie Briñez*

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Mario(78306)24 de febrero de 2021 - 04:58 a. m.
Qué buen artículo, de todos los que han salido desde la muerte de Pacheco este no ha sido un recopilación de datos de wikipedia sino un sentido homenaje. Al son del Faisán y Agua de Clavelito, salud!
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