El Magazín Cultural

Una sonrisa después de dos tragedias

Las transmisiones de Cine Colombia desde la Ópera Metropolitana de Nueva York presentaron El caballero de la rosa, de Richard Strauss.

Luis Carlos Aljure
14 de mayo de 2017 - 03:44 p. m.
Una de las imágenes de El caballero de la rosa, de Richard Strauss / Cortesía
Una de las imágenes de El caballero de la rosa, de Richard Strauss / Cortesía

 

Al componer El caballero de la rosa, Richard Strauss dio un giro en su carrera que fue desconcertante para el estamento musical de su tiempo. Sus dos óperas anteriores, Salomé (1905) y Electra (1909), con sus osadías armónicas y sonidos angulosos, lo habían establecido como uno de los líderes de la vanguardia de principios del siglo XX. Pero en su siguiente creación, cuando se esperaba de él una nueva obra de ruptura, decidió poner el foco en una música del pasado adobada con originales toques de modernidad, embarcarse en una comedia de enredos amorosos, atmósfera erótica, dejos filosóficos y sociales, que le propició el mayor éxito de su vida. El músico lo había expresado claramente; luego del desgaste emocional que supuso trabajar en los intensos dramas de Salomé y Electra, sentía el deseo de componer "una ópera mozartiana". Fue como una sonrisa desfachatada después de dos tragedias.

El caballero de la rosa fue la segunda colaboración de Strauss con el poeta Hugo von Hofmannsthal, en una complicidad artística que se extenderá por 23 años y producirá seis óperas importantes. Antes de comenzar el trabajo de su comedia, Strauss le había escrito a su libretista: "Nacimos el uno para el otro y, ciertamente, aún nos quedan grandes cosas por hacer juntos". Strauss se fascinó cuando recibió el primer acto que le escribió Hofmannsthal, y no se aguantó las ganas de pergeñar al margen las primeras ideas musicales que lo visitaron mientras lo leía. Cuando terminó el último acto, Hofmannsthal le reportó al músico que el trabajo tenía "características definidas de comedia, tanto en lo que respecta a los protagonistas como a las situaciones… Hay lugar para el lirismo, el juego, el humor...".

La acción se desarrolla originalmente en la Viena del siglo XVIII, pero la producción del Met que veremos traslada los hechos a principios del siglo XX, la época en que se estrenó la ópera. El título alude a una costumbre que es producto de la ficción, porque no corresponde a una tradición vienesa, que consiste en enviar una rosa de plata, de parte del novio a su prometida, para sellar el compromiso nupcial. El problema en este caso es que el emisario del novio, es decir, el caballero de la rosa, se enamora a primera vista de la novia y es correspondido por ella, lo que activa una serie de conflictos a diversos niveles.

El estreno de la obra en Dresde significó un éxito rotundo. Se abrió una línea de tren especial entre Berlín y esa ciudad para llevar público a las funciones, y circularon varios productos comerciales, como una marca de cigarrillos, con el nombre de El caballero de la rosa. En la Segunda Guerra Mundial, cuando las tropas de los Estados Unidos llegaron a la villa del compositor en Baviera, el músico octogenario salió apresuradamente y se identificó ante los combatientes: "Soy Richard Strauss, el compositor de El caballero de la rosa".

Una vez más, en esta ópera Strauss demuestra sus asombrosas capacidades de orquestador. De hecho, tiene la reputación de ser una de las partituras más difíciles del repertorio. Como en óperas anteriores, Strauss emplea el recurso del leitmotiv, y la obra comienza, precisamente, con una melodía de la trompa que representa al caballero de la rosa. Otro aspecto destacable es la presencia del vals, que es un claro guiño a Viena, una ciudad estrechamente asociada con ese ritmo. Sin embargo, se trata de un anacronismo consciente porque para la época en que se desarrolla la trama el vals aún no había hecho su aparición. El tipo de canto empleado en la obra oscila entre la declamación y la riqueza melódica, y de los numerosos momentos vocales inolvidables se debe señalar el Trío conmovedor del último acto entre Sophie, Octavian y la Mariscala, en el que ésta renuncia a su amor para permitir la unión de los dos jóvenes.

Se nota que Richard Strauss afrontó la rica partitura de El caballero de la rosa en estado de inspiración. Como afirma George Marek, uno de sus biógrafos, ante la nueva obra, "el mago de Munich entra en estado de ebullición. La melodía exuberante florece y... conmueve al oyente con su resplandor".

Por Luis Carlos Aljure

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