Sin ánimo de juzgar me he empeñado en analizar el reciente evento en el que Vicky Dávila y el jefe de comunicaciones de la presidencia de Colombia se enredaron en un “clinch” de adjetivos y ofensas personales que concluyó sin resultados en relación con la pregunta inicial: ¿Por qué el avión presidencial voló a transportar a la familia de éste a una fiesta privada?
Veamos: La pregunta es clara, pero el encargado de las comunicaciones del presidente en lugar de contestarla desvía el tema y riposta con otra cuestión: “Vicky usted ha viajado en el avión presidencial?”, es decir contesta a la pregunta con otra pregunta. Y he aquí el punto de quiebre, Vicky Dávila, motivada por una susceptibilidad que solamente ella entiende, muerde el anzuelo y contesta afirmativamente.
El delegado del gobierno viendo que su interlocutora ha caído en la trampa, remata la jugada y hace otra pregunta: “¿y usted fue con su esposo?” a lo que la entrevistadora, (que a estas alturas ya se dejó pasar a entrevistada), contesta afirmativamente, y a partir de este momento el orden, la armonía y el decoro desaparecieron para dar lugar a una reyerta preñada de exclamaciones agrestes y ataques personales ajenos diametralmente al tema de la pregunta: “¿Por qué un avión de la fuerza aérea se movilizó para un asunto de la vida privada del presidente?” ¿por qué los colombianos pagaron el costoso vuelo de esa aeronave para que los niños del mandatario fueran a una piñata?”, nunca se contestó en esa entrevista y la razón es la ausencia total de rigor y de método de los interlocutores.
Lo invitamos a leer: A los gritos terminaron Vicky Dávila y Hassan Nassar en entrevista en vivo
El funcionario obró astutamente para evadir la respuesta y Vicky Dávila cayó en la trampa porque sus emociones la desviaron y se dejó trasladar al campo a donde el empleado público la llevó (creo que su apellido es algo con Hassan, no importa). Famélicos intelectuales, estos personajes que seguramente tienen título de comunicadores y no tienen la menor destreza en el arte de la retórica. La reacción de VD a la pregunta del empleado del gobierno se habría podido mantener en los marcos del decoro si ella hubiera mantenido el foco de la pregunta; que no era: Quién ha volado en ese avión, si ella, su esposo, Mickey Mouse, Guaidó o la tía del presidente de turno. La pregunta es: ¿Quién autorizó ese vuelo? Y en ese territorio el que debe responder es el empleado no la periodista. Pero ella perdió, otra vez, una gran oportunidad.