El Magazín Cultural

Vivir y no vivir su vida, esa es la cuestión

“La verdad está en todo, incluso en el error”, dice Anna Karina en una de las películas emblemáticas del director francés Jean-Luc Godard, quien escribía ensayos novelados antes de filmar.  

Jaír Villano/ @VillanoJair
02 de febrero de 2018 - 07:21 p. m.
Anna Karina en una de las escenas de la película Vivir la vida, de Godard.  / Cortesía
Anna Karina en una de las escenas de la película Vivir la vida, de Godard. / Cortesía

“Entre más se habla menos significan las palabras”, dice Nana (Anna Karina), la protagonista de una de las películas más representativas de Godard, y en consecuencia de la Nouvelle Vague francesa. “A menudo habría que callarse, vivir en silencio”, revienta desconcertada esta confundida mujer que tras ver frustradas sus faenas en el cine decide prostituirse, y vagar por las calles y expresar sus pensamientos y con ellos reflexionar sobre lo que se dice y lo que no, lo estrecho y mezquino que a veces resulta el lenguaje, y lo indispensable que es para la vida.

“Me considero como un ensayista, hago ensayos en forma de novelas o novelas en forma de ensayos; simplemente los filmo, en lugar de escribirlos”, sostuvo el director de El soldadito cuando se le inquirió. Y en un largometraje como ‘Vivir su vida’ se entiende a qué se refería cuando hablaba de escribir con la cámara, pues lo potentes y nutridos que son los diálogos de sus personajes lo constatan.

Ahora, antes de seguir valdría la pena recordar que la fecha en la que llegó a las salas Vivir su vida (1962) estuvo en pleno apogeo ese grupo de directores franceses que pasaron de la redacción de Cahiers du Cinéma a las calles parisinas con sus cámaras y sus ideas refrescantes, irreverentes y audaces, como ese giro a la mise en sceène y esa convicción de l’art pour l’art. Siendo toda elección arbitraria, y soslayando los avatares del grupo, me atrevería a decir que ‘Hiroshima mom amour’ (1959)  de Alain Resnais, Los primos (1959) de Claude Chabrol, ‘Los 400 golpes’ (1959) de Truffaut, ‘París nos pertenece’(1961) de Jacques Rivette, ‘El fuego  fatuo’ (1963) de Louis Malle, y desde luego ‘Sin aliento’ (1960), ‘Banda aparte’ (1964) y la ya mencionada ‘Vivre sa vie’ son los largometrajes que condensan las inclinaciones de ese movimiento que propendía por un cine trasladado a las avenidas, donde sobresalía la figura del director, se apelaba a otro tipo de expresiones artísticas y tejidos culturales, etcétera.

En un libro que recopila las palabras de las figuras más representativas de esta pandilla (‘La Nouvella Vague Sus protagonistas’), Godard lo dice tajantemente: “No somos críticos que hemos pasado al cine, sino cineastas que hemos hecho un poco de crítica para empezar”.   

En el caso de ‘Vivir su vida’ hay varios elementos que se pueden analizar. Ciertamente, hay una inclinación por hacer del relato un panel donde los protagonistas desembarazan sus ideas y pensamientos más inquietantes, al estilo de Chéjov o Dostoievski, aunque la idea de la euritmia en los actos responde a la apología teatral de Brecht.

Pero también se podría tener en cuenta el momento por el que pasan las luchas femeninas, pues en el drama de Nana se atenúa ese estigma de la mujer guapa y soñadora como un ornamento que no piensa.  

Al contrario, en el fulgurante papel de Anna Karina vemos a una mujer que es consciente de las injusticias de la vida, que manifiesta sus pensamientos sin temor a lo ingenuos que puedan ser, que persigue un objetivo básico pero trascendental en la existencia humana.  “Yo creo que siempre somos responsable de nuestros actos, que somos libres. Levanto la mano, soy responsable; soy desgraciada, soy responsable; fumo un cigarrillo, soy responsable; cierro mis ojos, soy responsable. Olvido que soy responsable, pero lo soy”.

Jean-Luc Godard señaló que fue rodada en cuatro semanas con un ínfimo presupuesto, y que no tenía claridad sobre lo que pensaba rodar. Sin embargo, es quizá su largometraje que representa la realidad de manera más sombría.

“La película era una aventura intelectual, lo que pretendía filmar era un pensamiento en marcha, pero ¿cómo se puede conseguir eso? ¿Cómo se llega a eso? Nunca se termina por saber”, señala en el libro ya mencionado.

La tristeza de Nanna es el dolor de mujeres obstaculizadas por su entorno y por ellas mismas. Como en el buen arte, en Vivir su vida saltan a flote inquietantes preguntas sobre la existencia. Las palabras y lo poderosas, minúsculas, justas e injustas que pueden llegar a ser. El amor que se manifiesta demasiado tarde. El espontáneo desarrollo de las incoherencias. Godard lo explica de la siguiente forma: “es necesario dejar a las personas vivir su vida, no contemplarlas durante demasiado tiempo, pues, de lo contrario, se acaba por no comprender ya nada de ellas”.   

Pero son las palabras de la bella y melancólica Anna con las cuales vale la pena cerrar: “La verdad está en todo, incluso en el error”.  

 

Por Jaír Villano/ @VillanoJair

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