En una era neoclásica urdió una mitología personal de divinidades no siempre eufónicas: Orc, Los, Enitharmon, anagrama de Cor, es encadenado por su padre en el monte Atlas; Los, anagrama de Sol, es la facultad poética; Enitharmos, de dudosa etimología, tiene como emblema a la Luna y representa la piedad. En las Visiones de las Hijas de Albión, una diosa, Oothoon, tiene redes de seda y trampas de diamante y apresa para un hombre mortal, del que está enamorada, “muchachas de suave plata o de furioso oro”. En una era romántica, desdeñó la Naturaleza, que apodó Universo Vegetal. No salió nunca de Inglaterra, pero recorrió, como Swedenborg, las regiones de los muertos y los ángeles. Recorrió las llanuras de ardiente arena, los montes de fugo macizo, los árboles del mal y el país de tejidos laberintos. En el verano de 1827 murió cantando. Se detenía a ratos y explicaba ¡Esto no es mí, no es mío! para dar a entender que lo inspiraban los invisibles ángeles. Era fácilmente iracundo.
Creía que el perdón es una flaqueza. Escribió: “El gusano partido en dos perdona al arado”. Adán fue arrojado del Edén por haber probado la fruta del Árbol de la Ciencia; Urizen fue arrojado del paraíso por haber promulgado la ley moral.
Cristo enseñó que el hombre se salva por la fe y por la ética; Swedenborg agregó la inteligencia; Blake nos impone tres caminos de salvación: la moral, el intelectual y el estético. Afirmó que el tercero había sido predicado por Cristo, ya que cada parábola es un poema. Como el Buddha, cuya doctrina, de hecho, era ignorada, condenó el ascetismo. En los Proverbios del Infierno leemos: “El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría”.
En sus primeros libros el texto y el grabado tienden a ser una unidad. Ilustró admirablemente el Libro de Job, la Comedia dantesca y las poesías de Gray.
La belleza para Blake corresponde al instante en que se encuentran el lector y la obra y es una suerte de unión mística.
Swinburne, Gilchrist, Chesterton, Yeats y Denis Saurat le han consagrado sendos libros.
William Blake es uno de los hombres más extraños de la literatura.
***
Traducción: Pablo Mañé Garzón
Poesía completa. Buenos Aires. Hyspamérica Ediciones. 1980. Pág. 9-10.