El Magazín Cultural

Willy Decker, más cerca de la esencia de "Otello"

El alemán es el director escénico de la ópera "Otello", que se presentará en el Teatro Colón, en Bogotá, entre el 21 y el 1 de julio.

Karen Rodríguez Rojas/ @KarenRRodriguez
19 de junio de 2017 - 02:00 a. m.
Cristian Garavito - El Espectador
Cristian Garavito - El Espectador

La primera vez que Willy Decker vio la puesta en escena de Otello fue en la década de los 70. Por ese tiempo cursaba sus estudios de filosofía, teatro, música y canto en la Universidad de Música y Danza de Colonia. Hoy recuerda con asombro cómo el personaje de Otelo movió cada una de sus fibras. La interpretación de Huns Bearstord en este papel, formado inicialmente como barítono, aún lo hace estremecer. 

Su relato es como si quisiera volver en el tiempo al lugar en el que esa voz que venía de las posiciones más bajas adquirió un brillo y cuerpo especial como tenor. Aún resuena en su mente cómo cada nota se fue haciendo más fuerte y consistente, apropiándose de todo el espacio.La obra, interpretada en ese momento por la Ópera de Colonia, donde más tarde empezaría a trabajar como director asistente, le mostró desde temprana edad que ese Otelo negro y fuerte que era visto por la sociedad como un triunfador de batallas, en el fondo guardaba una sensibilidad y debilidad por sus propios temores. El teatro de ópera se convirtió para Decker en el lugar de reflexión, donde tanto el director como los actores y el público pueden ahondar en la esencia de lo que está ante sus ojos.

Su carrera como director escénico se abrió paso en el Festival de Salzburgo en 2004. Allí presentó La ciudad muerta, de Erich Korngold, y regresó en 2005 con una aclamada producción de La traviata cantada por Anna Netrebko y Rolando Villazón. Entre el 2009 y el 2011 dirigió el festival anual de música y arte Ruhrtriennale. Su trabajo ha hablado por sí solo en cada escenario y le ha permitido ser reconocido como uno de los directores más importantes en la escena. A pesar de ello, se mantiene sereno, no es pretencioso al hablar de su labor y, por el contrario, expresa su mayor deseo, u obsesión: llegar a lo más profundo de cada producción.

“Creo que si algo ha definido mi trabajo durante todos estos años, y si por algo sigo disfrutándolo, es por la tentación o ambición de irme aproximando cada vez más y más a la esencia de la obra que tengo entre manos. Esto significa aspirar a una mayor sencillez, una mayor limpieza, un trabajo más estricto y preciso, dejando a un lado todo lo superficial, todo lo que realmente no hace falta. Cada vez intento responder a esa pregunta: ¿de qué puedo prescindir para llegar más cerca de la esencia de esta ópera?”.

Para el alemán, volver una obra contemporánea no es cambiar nada textual, es hacer actualizaciones sutiles cuando la obra lo permite o lo exige. Por ejemplo: “Hay una obra que puede ser absolutamente maravillosa, pero tiene una parte débil. Cuando eso ocurre tiene una caída y al quitarlo lo que haces es mantenerla todo el tiempo en lo más alto”, comenta Decker.

En el caso de Otello, su trabajo no consistió en quitarle elementos, pues para él la obra de Giuseppe Verdi no tiene momentos débiles. Así que le dio al aspecto teatral una imagen abstracta. No es un espacio histórico sino el reflejo del alma y de los sentimientos de los protagonistas; para ello quiso mantener un vestuario tradicional, con el que se mostrara la sociedad veneciana de la época en donde el trato entre las clases sociales está representado por el coro.

Esos pequeños cambios hacen que no se mantenga fiel a la obra, sino que prefiera exaltar su naturaleza o las razones con que fue concebida. Por lo que su mayor reto al momento de asumir piezas que han sido creadas de forma atemporal es desprenderse de sus propios miedos y dejar que la obra también viva en él, para así pasar a dirigir a sus actores.

“Lo que más le exijo al grupo actoral es su capacidad para poder mostrar sus sentimientos. Sobre todo en este caso, donde los tres personajes principales: Otelo, Desdémona y Yago, tienen un carácter tan complejo. Ellos están humanamente entrelazados, sus relaciones se pueden mostrar de una manera sutil y sensible, pero también de una forma muy dinámica y fuerte, y tienen que poder con esto”.

Para Decker, Otello es un gran experimento que representa el amor que puede haber entre una pareja ideal y cuánto tiempo puede durar su felicidad. Es saber identificar que todos tenemos en nuestro interior una parte de ese personaje que se enfrenta a una sociedad a pesar de tener tantos miedos sobre el mundo; es ver que todos tenemos algo de Otelo. “Ese es el sentido del teatro. Es que como público llegues a sentir todo lo que está siendo representado y te identifiques con ello. Por eso voy allá, porque quiero sentirme reconfortado con que no soy el único que está sufriendo”.

Por Karen Rodríguez Rojas/ @KarenRRodriguez

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