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'América Latina puede sufrir efectos de la desaceleración'

La mujer más poderosa en materia económica mundial hace un panorama de la crisis. Habla por primera vez en la historia con un medio colombiano y, con información detallada, analiza el caso de éxito en el que se ha convertido este país.

Edwin Bohorquez Aya
08 de diciembre de 2012 - 09:00 p. m.
Christine Lagarde llegó al FMI el 5 de julio de 2011. Desde esa fecha lidera una cruzada que busca frenar la crisis que vive la Eurozona.
Christine Lagarde llegó al FMI el 5 de julio de 2011. Desde esa fecha lidera una cruzada que busca frenar la crisis que vive la Eurozona.

 Christine Lagarde llegó a liderar el Fondo Monetario Internacional en julio de 2011 y desde entonces su cruzada no ha parado en busca de soluciones que le permitan a la Eurozona salir del hoyo económico en el que está. Unidad, estabilidad, ahorro, reformas, ajustes han sido los temas de su agenda, no solo con los líderes europeos, sino también con los del resto del mundo, quienes tienen en sus manos, ni más ni menos, la hoja de ruta económica mundial.

Un panorama gris en el que han aparecido algunos destellos de luz con buenos indicadores, políticas macroeconómicas saludables y efectivas. Son los países emergentes, quienes soportan el 50% del crecimiento mundial en los últimos años. Lugar donde se avistó a Colombia y sus buenas cifras verdes.

Por eso, este domingo en la noche, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional llega al país, en su primera visita oficial, para entablar conversaciones con el presidente Juan Manuel Santos; el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas; el gerente general del Banco de la República, José Darío Uribe; y un cúmulo más de empresarios del más alto nivel, para escuchar y analizar el caso colombiano y, como dice ella, cuáles son las estrategias con las que se busca mantener el positivo crecimiento de la economía nacional.

En entrevista exclusiva para El Espectador, Lagarde habla en primicia con un medio un medio colombiano a su llegada al país y responde, entre muchos temas, sobre las acciones que ha tomado el FMI para sobrellevar la crisis, lo que algunos críticos han llamado la fracturación del euro y la reacomodación económica del mundo, donde los emergentes juegan un papel fundamental.

Usted llegó al FMI en medio de la crisis europea, que ha afectado a economías como la de Grecia, la de Portugal y ahora complica incluso a España. ¿Qué acciones ha tomado?

Hemos tenido una presencia muy fuerte en Europa simplemente porque es la zona del euro la que actualmente está en el foco de la crisis. Hemos recomendado la creación de una unión bancaria y del Mecanismo Europeo de Estabilidad y la aplicación del programa acordado de unión fiscal. También hemos abogado constantemente por una participación proactiva del Banco Central Europeo (BCE), inclusive a través de medidas poco convencionales.

En el plano de los distintos países, hemos instado a adoptar programas centrados en el crecimiento, el empleo y la competitividad. Ahora bien, todos sabemos que estos programas son muy difíciles, dada la escala de los problemas que afrontan los países en crisis. Al mismo tiempo, todos coincidimos en que no hay otra opción que las reformas estructurales y el ajuste fiscal, necesarios para retomar el rumbo correcto. Pero los programas deben adaptarse a las necesidades de los diversos países y ser equilibrados para asegurar que la carga del ajuste sea equitativa. Nuestra propia estrategia hacia los programas ha sido encararlos de la forma más oportuna y flexible posible: desacelerando el ritmo del ajuste fiscal cuando es necesario, centrándonos en las medidas más que en las metas y, por encima de todo, haciendo hincapié en el crecimiento, y no solo en la austeridad, ya que consideramos que ambos elementos pueden conciliarse y no deberían excluirse mutuamente.


The Financial Times decía en una de sus ediciones recientes que en Europa se vivía una temporada de incertidumbre. "Los gerentes, administradores de fondos, analistas y banqueros centrales están preocupados porque saben demasiado poco. El tumulto que aún queda por acontecer en la Eurozona, la carrera de Estados Unidos hacia el ‘despeñadero fiscal’ y la desaceleración de China, le dictan a la sabiduría convencional que son tiempos donde el conocimiento es particularmente difícil de obtener. Si usted tiene malos retornos, échele la culpa a la incertidumbre". Bajo ese escenario, ¿cómo se ve el mundo desde el FMI?

¡Tiene toda la razón! La incertidumbre sobre la evolución de las políticas y, por consiguiente, sobre el ritmo de la recuperación, ha sido uno de los principales factores de freno de la actividad económica en todo el mundo. Es indudable que este hecho ha afectado a las decisiones empresariales y de inversión. Hemos sido testigos de una desaceleración del crecimiento mundial, que este año probablemente sea del orden del 3,3%, menor a lo que pensábamos unos meses antes. Pero no todas las noticias son malas. Las medidas adoptadas recientemente por gobiernos y bancos centrales en las economías avanzadas han contribuido a disminuir las tensiones financieras. En Europa, por ejemplo, la ayuda anunciada por el BCE para los países de la zona del euro en dificultades, mediante la facilitación de la liquidez (a través de las operaciones monetarias de compraventa) y la aplicación de un mecanismo adecuado ante las crisis, el Mecanismo Europeo de Estabilidad, es una buena noticia. Además, al parecer, la actividad mundial está acelerando su ritmo frente al registrado en el segundo trimestre. Asimismo, el mercado estadounidense de la vivienda también parece recuperarse gradualmente. Esta es una buena señal ya que en 2008 ese mismo mercado estaba en el meollo de la crisis financiera. Así que hay novedades positivas a las que aferrarse. Va a ser fundamental que los responsables políticos de todo el mundo sigan aplicando medidas decisivas para volver a un crecimiento más fuerte.

¿Cuáles son las proyecciones de cierre 2012 y qué se espera para 2013?

Como dije, disminuimos nuestro pronóstico de crecimiento mundial para 2012 al 3,3%: un 1,3% para las economías avanzadas y un mejor desempeño del 5,3% para las economías de mercados emergentes. Esperamos que el crecimiento mundial se ubique en el 3,6%, situándose en un 1,5% para las economías avanzadas, aún en dificultades, y en un 5,6% para las economías de mercados emergentes.

¿Y con respecto a América Latina?

Se proyecta que este año la región de América Latina y el Caribe muestre un crecimiento del orden del 3,25%. En 2013 se prevé que la región crezca aproximadamente un 4%, apuntalada en algunos casos por el doble viento a favor de los altos precios de las materias primas y las condiciones favorables de financiamiento externo. Sin embargo, esta hipótesis también está cargada de incertidumbre. Por ejemplo, si Estados Unidos efectivamente cae por el precipicio fiscal, la recesión que podría desencadenarse en el país afectaría a la región y particularmente a México y América Central, dados los firmes lazos que los unen en materia comercial y de remesas. Además, un agravamiento de la crisis en Europa podría aumentar el grado de aversión al riesgo y dar lugar a una caída repentina de los flujos de financiamiento externo. Por último, dada la creciente importancia de Asia como socio de América Latina, aumentan las posibilidades de que la región sufra los efectos de la desaceleración mundial, particularmente si los precios de las materias primas retroceden.
Pero recordemos de dónde viene la región. Solía decirse que si Estados Unidos u otras economías avanzadas “estornudaban” América Latina “se resfriaba”. Eso ya no es así. Tras la crisis financiera, la región en su conjunto puso de manifiesto su capacidad de recuperación debida a una hábil gestión y a sus amplios mecanismos de amortiguación. Ahora bien, la mayor resistencia de la región a los “resfríos” no significa que sea inmune a ellos. De ahí la importancia de seguir recomponiendo los colchones fiscales y monetarios que al desatarse la crisis fueron tan útiles para América Latina.

Usted asegura que para dejar atrás la crisis y recuperar el crecimiento hay que acabar con el ‘azote’ del desempleo, reducir las desigualdades y, por último, completar la reforma del sistema financiero, pese a los altos costos que eso implica. ¿Cómo hacerlo?

Este es un aspecto muy importante. No debemos perder de vista que los costos de la crisis han sido simplemente pasmosos. No solo me refiero al costo financiero sino también, más que nada, al costo humano. Estamos empezando nuestro sexto año a la sombra de la crisis y hoy en día hay más de 200 millones de desempleados en todo el mundo, incluidos muchos jóvenes. Esto es inaceptable. Por esta razón, todos tenemos la obligación de hacer todo lo que sea necesario para asegurarnos de que esto no se repita. Para lograrlo, el crecimiento debe volverse a poner en marcha, particularmente en las economías avanzadas, distribuirse en toda la sociedad y generar los empleos necesarios. Todos tienen una obligación que cumplir, incluido el sector financiero.

Nuestro objetivo último debe ser de tener un sistema financiero que lubrique el motor del crecimiento, no que lo ahogue. Aún no lo hemos logrado. Necesitamos normas que sirvan de barreras de seguridad y eviten que el sistema financiero se despeñe. Al mismo tiempo, el camino debe ser lo suficientemente ancho para la innovación y para que los mercados propulsen la economía. Sé que a algunos les preocupa el costo de la reforma regulatoria. El FMI ha examinado esta cuestión y llegado a la conclusión de que los temores son infundados. En efecto, a largo plazo el probable aumento de los costos de los créditos sería de un cuarto de un punto porcentual en Estados Unidos, e inferior en otras partes. Si bien quizás existan distintas opiniones sobre las cifras, podemos decir con certeza que los beneficios de la estabilidad son mayores que los costos de una crisis.

¿La regulación internacional debería ser más fuerte con la banca?

La crisis nos enseñó que necesitamos que la regulación y también la supervisión sean mejores y más eficaces. En efecto, una de sus enseñanzas es que las normas regulatorias pueden ser eficaces únicamente en la medida en que el sistema de supervisión que las aplica también lo sea.

Hay que reconocer que se han hecho buenos avances en algunas materias, especialmente en las normas bancarias. Parte de lo que hace falta ahora mismo es aplicar las reformas acordadas, inclusive los nuevos requisitos de capital y liquidez para los bancos dispuestos en el acuerdo de Basilea III.

También debemos lograr avances en los temas pendientes. Sobre este punto, me vienen a la mente tres aspectos. Primero, el de la reforma del mercado de derivados. Segundo, el de tratar dar una solución al tema de las instituciones “demasiado importantes para quebrar”. Necesitamos un debate mundial sobre los pros y los contras de las restricciones directas aplicadas a los modelos empresariales, por ejemplo, sobre la regla Volcker en Estados Unidos y las propuestas de la Comisión Vickers en el Reino Unido. Por último, el sistema bancario “paralelo” sigue siendo motivo de preocupación. Me refiero a la actividad de las instituciones financieras no bancarias que actúan fuera del ámbito de la regulación.

Paul Krugman insiste en que Grecia debería estar por fuera del euro. Nouriel Roubini piensa lo mismo. Finlandia ha pensado en tener su propia moneda. Y son muchos los que dicen que el euro está fracturado. ¿Qué opinión le merece este panorama?

No comparto la opinión de que el sistema del euro esté fracturado. Las decisiones de los dirigentes políticos sugieren una realidad distinta. No hay duda de que, de hecho, las decisiones adoptadas por los dirigentes de la zona del euro en los últimos dos años están uniendo más a los países de la región. Se me ocurren los ejemplos del Mecanismo Europeo de Estabilidad y la unión bancaria de la UE, solo para tomar algunos, de una integración más estrecha en la zona del euro. Esta tendencia se ajusta a lo que hemos propugnado durante algún tiempo: Europa necesita de más Europa, más integración para hacer frente a la crisis ahora y generar un entorno estable para el futuro. Con respecto a Grecia, el FMI junto a sus socios europeos están apoyando el programa económico del país, cuyo objetivo es reanimar el crecimiento, mejorar la competitividad y la generación de empleo y lograr que las finanzas públicas retomen una evolución sostenible. Somos plenamente conscientes de que, a corto plazo, el panorama queda difícil y que la economía griega va en camino de contraerse aún más. Sin embargo, estoy convencida de que el programa está ayudando a Grecia a resolver los desequilibrios que provocaron la crisis, de una forma ordenada y justa que también protege a los más vulnerables de la sociedad. Nuestro propósito es asegurar que Grecia vuelva a valerse por sí misma y que un día pueda regresar a los mercados.

Se ha dicho que Europa y Estados Unidos son las economías enfermas. Y que los BRICS y los emergentes, las saludables. ¿Habrá una recomposición en el equilibrio del poder económico mundial tras el actual ciclo económico?

Ya hace bastante tiempo que el equilibrio del poder económico mundial está cambiando y cuento con que esto siga sucediendo. El dinamismo que han mostrado en los últimos años las economías emergentes, incluidas las del BRIC, y muchos países en desarrollo ha desencadenado un desplazamiento impresionante del poder económico y de las expectativas de crecimiento de occidente a oriente y de norte a sur. Durante las dos últimas décadas, las economías emergentes y en desarrollo han dado origen a mucho más del 50% del crecimiento mundial. Este fenómeno es verdaderamente notable. Pero no significa que el desempeño económico de los mercados emergentes sea inmune a lo que sucede en los países avanzados, como mostró este año la desaceleración del crecimiento de algunas economías emergentes importantes. Un reto determinante vinculado a este cambio es el de la gobernanza económica mundial. Es fundamental que las instituciones financieras internacionales como el FMI reflejen el mundo de hoy, no de una generación atrás. Para reformar la estructura de gobierno del FMI se debe asegurar que los mercados emergentes, como los del BRIC y Colombia, estén mejor representados en y por el FMI. En ese marco, hemos hecho grandes avances y estamos muy cerca de terminar las reformas acordadas en 2010 en materia de régimen de cuotas y estructura de gobierno.


¿Cómo califica usted la gestión de los banqueros centrales tras la crisis?

La contribución de los bancos centrales, particularmente en las economías avanzadas que están en el foco de la crisis, ha sido fundamental para ayudar al mundo a evitar una recesión más grave. De la misma manera que los bancos centrales actuaron de forma desacertada durante la Gran Depresión y aceleraron la crisis, es posible que cuando miremos hacia atrás en los libros de historia consideremos que, en esta oportunidad, los bancos centrales han desempeñado una función significativa para sacar a la economía mundial de esta gran recesión.

Sin duda, el programa de compra de bonos mediante las Transacciones Monetarias Directas del Banco Central Europeo, las consecutivas medidas de expansión cuantitativa de la Reserva Federal y el programa ampliado de compra de activos del Banco de Japón son buenos ejemplos de políticas que han apuntalado a las economías cuando sus motores de crecimiento se enfriaron. También debe elogiarse a los bancos centrales de los mercados emergentes por sus hábiles políticas y su rápida reacción tras la crisis. Pero no nos adelantemos. La recuperación aún no está en su plenitud, por lo que debemos mantener la actitud cautelosa y vigilante que hasta ahora han mostrado los bancos centrales.

Colombia se ha convertido en un jugador clave en la región. ¿Cuál es la imagen, para el FMI, de este país y su economía?

Es un gran placer para mí visitar Colombia. Esta será mi primera visita a Bogotá en calidad de Directora Gerente del FMI. Es indudable que la economía de Colombia está presentando un muy buen desempeño. El crecimiento ha sido sólido y sostenido, la inflación es baja y la inversión extranjera directa ha crecido vigorosamente. El desempleo disminuye, a partir de niveles que, debemos reconocer, eran altos, pero se mueve en el sentido correcto. Todo esto sucede tras la peor crisis financiera desde la Gran Depresión.

Estos logros son testimonio de las políticas macroeconómicas acertadas de Colombia y sus sólidos marcos institucionales, lo que también han reconocido los países en situación semejante y la comunidad internacional en general. Lo que no equivale a decir que el camino por delante sea fácil. Deben hacerse esfuerzos constantes para fomentar un crecimiento incluyente, reducir el desempleo estructural y la informalidad y mantener políticas como las que, hasta el momento, han contribuido a asegurar la estabilidad de la actividad económica. Espero con interés nuestras conversaciones con el presidente Juan Manuel Santos, el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, el gerente general del Banco de la República, José Darío Uribe, y otros, para conocer sus opiniones y sus metas en momentos en que Colombia sigue gozando de un panorama positivo de crecimiento futuro.

Por Edwin Bohorquez Aya

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