De lo manual a lo virtual: así sobreviven los artesanos en la pandemia

Los miles de hombres y mujeres que se encargan de preservar oficios ancestrales hoy luchan para que el COVID-19 no los deje a ellos sin sustento y al país sin memoria.

Valeria Cortés Bernal
26 de junio de 2020 - 02:37 a. m.
Mónica Tejada se dedica a la marroquinería desde hace 22 años. Hoy dicta clases virtuales de su oficio a seis estudiantes.
Mónica Tejada se dedica a la marroquinería desde hace 22 años. Hoy dicta clases virtuales de su oficio a seis estudiantes.
Foto: JOSE VARGAS ESGUERRA

“El artesano es esa persona que transmite saberes ancestrales, que siempre va a hacer las cosas con amor y no por hacer o por tener, sino por ser. Y en 2020, el artesano es aquel personaje que resiste”. Con estas palabras, Tatiana Ferreira resume lo que han sido los últimos tres meses para ella y su esposo, Mauricio Guzmán. Ambos jóvenes se dedican a la artesanía en Tenjo (Cundinamarca) y procuran mantener vivos sus oficios en medio de la pandemia por COVID-19.

Ferreira y Guzmán crean y comercializan joyas en plata, juguetes de madera y pinturas. Trabajan en la artesanía desde hace 15 años y hace cuatro crearon su propia marca: Corazón Madera. Con esta labor mantienen a sus tres hijas pequeñas.

Antes de la pandemia solían vender sus productos en una casa que compartían con otros 13 artesanos de Tenjo. Hoy solo venden a conocidos de la región que les hacen pedidos, pues el cierre de la casa y la ausencia de turistas en el pueblo redujeron sus ventas en un 50 %. Su situación los ha hecho beneficiarios del programa Ingreso Solidario, que envía subsidios de $160.000 a trabajadores informales de todo el país.

“Al principio de la cuarentena fue un poco difícil conseguir la materia prima. Entonces había posibilidad de ventas, pero no había cómo abastecer la cadena”, asegura Guzmán. “Este tiempo ha servido, sobre todo, para explorar esos medios que uno no ha mirado antes, como internet o herramientas audiovisuales, pero no todos los artesanos tienen ese manejo”, añade.

Un caso similar es el de Mónica Tejada, quien se dedica a la marroquinería desde hace 22 años y se vio obligada a cerrar su taller en el centro de Bogotá durante dos meses. Con la cuarentena sus ventas de carteras, monederos y otros artículos de cuero cayeron en un 70 %.

“Nuestro producto no es de primera necesidad y las personas están pensando muy bien lo que van a comprar, porque no saben qué pasará en tres meses. El artesano urbano está muy perjudicado y trabaja más por salud mental porque, de lo contrario, no se justifica”, afirma.

Tejada, que hoy ofrece clases virtuales de marroquinería, asegura que no es tan fácil innovar en materia de productos, pues la improvisación en el trabajo manual se nota. “El gremio artesanal es muy recursivo, pero no es fácil ese cuento de reinventarse. Se trata más bien de rebuscarse”, dice.

¿Cómo viven los artesanos en Colombia?

Según el sistema de información estadístico de Artesanías de Colombia, hay cerca de 33.000 artesanos en el país, de los cuales el 49 % se reconoce en condición de vulnerabilidad. Además, es un sector altamente informal en el que la mayoría son mujeres (72 %) y un buen porcentaje corresponde a población indígena (31 %). La entidad trabaja con 27 comunidades de todo el país.

Con el aislamiento preventivo obligatorio los artesanos quedaron en una posición aún más delicada, pues dependen, en buena medida, del turismo y las ferias artesanales, actividades que han sido suspendidas temporalmente. A esto se le suma que no todos tienen acceso a internet o a teléfonos inteligentes para promocionar sus productos.

De acuerdo con Ana María Fríes, gerente general de Artesanías de Colombia, durante la coyuntura, la institución lanzó la campaña “Artesano estamos contigo”, con la que ayudó a vincular a 16.407 de ellos a programas sociales del Gobierno y a un número más reducido a iniciativas como “Yo me quedo en mi negocio” y “Compra lo nuestro”. La entidad también hizo entrega de 45.389 mercados en 21 departamentos y se alió con la Fundación Solidaridad por Colombia para recibir donaciones dirigidas a suplir las necesidades básicas del sector.

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En el marco de esta campaña, Artesanías de Colombia abrió canales virtuales de capacitación y promoción para los artesanos y ha incentivado las ventas de productos que compran a talleres de todo el país por medio de su página web y de directorios con los datos de los artesanos. Sin embargo, según la gerente, han tenido que adaptarse a todos los medios de comunicación para contactarse con los creadores.

“Las capacitaciones han supuesto un esfuerzo enorme, porque a veces son a través de un teléfono celular, con traductores, por Zoom o por WhatsApp. El trabajo virtual es una cosa de locos”, cuenta Fríes. Actualmente, han realizado 500 talleres, muchos de los cuales tienen que ver con la promoción de productos en redes sociales y la creación de páginas web.

“A esos artesanos que no tienen internet ni un teléfono les sugerimos que se acerquen a las alcaldías de los municipios, las secretarías de Cultura o las cámaras de comercio. Siempre va a haber alguien que pueda enviar un correo con su solicitud. Nos toca ser recursivos a todos”, añadió la gerente.

Creadores de las regiones

Adriana Martínez y Alcides Vides son una pareja de artesanos del municipio de Ayapel (Córdoba) que se dedican a crear lámparas, persianas, individuales y centros de mesa con la flor de la palma de cera. Por medio de capacitaciones con Artesanías de Colombia aprendieron a promocionar sus productos en Instagram y han participado en tres ferias de Expoartesanías.

El nombre que se han hecho en los últimos tres años les ha permitido vender entre 200 y 300 productos durante la cuarentena y tener entre sus clientes a marcas como Cachivaches. Pese a que las ventas han disminuido, hoy permanecen a flote gracias a pedidos de clientes de la zona y de la entidad.

“Al principio le dije a Adriana que tenía un poco de miedo porque solo vivimos de esto, de la artesanía. Pero nos ha ido bien, siguen encargando cosas y nuestros ahorros también nos han servido para sobrevivir”, cuenta Vides.

Para otros, el paso al mundo digital no ha sido tan fácil y dependen enteramente de poder sacar sus productos a cascos urbanos en medio de la cuarentena. Ese es el caso del grupo Mujeres Tejedoras de Cultura y Pensamiento (Mutecypa), cuyo taller se encuentra en el resguardo indígena de Males, al sur del departamento de Nariño.

El grupo está conformado por 17 mujeres y un hombre que se dedican a la tejeduría en guanga de mochilas y bufandas con la simbología propia del pueblo pasto. En este grupo hay varias madres cabezas de familia, adultas mayores y víctimas del conflicto armado.

“Nuestros mayores nos han enseñado que tenemos que saber convivir, sobrellevar y hacer que nuestras cosas perduren, pero es difícil porque no podemos vender y estamos cortos de materia prima. Hemos tratado de vender por internet, pero se nos dificultan las redes sociales”, asegura Claudia Ramírez, líder del grupo.

Según Ramírez, hoy tienen 25 ruanas, 70 mochilas y 24 bufandas acumuladas porque no pueden salir a comercializarlas debido a la cuarentena, sin embargo, en esta época se sostienen gracias a una compra de $2 millones que les hizo Artesanías de Colombia.

Expoartesanías será virtual

La mayoría de los artesanos esperan con ansias la reapertura de mercados y ferias para vender sus productos. De acuerdo con Artesanías de Colombia, se tenían previstos entre 80 y 90 eventos durante el año, pero la mayoría están suspendidos por la emergencia sanitaria.

Uno de los espacios más esperados es Expoartesanías, que se realiza en Bogotá y convoca a unos 840 artesanos anualmente. Según Fríes, este encuentro, al igual que Expoartesano, migrará a un marketplace o mercado en línea que servirá para comercializar los productos que se iban a exhibir originalmente. “Esperamos que la plataforma esté al aire a más tardar en septiembre y que después de la contingencia quede para uso del sector artesanal”, asevera la gerente.

Algunos mercados tradicionales, por su parte, también han buscado promocionarse por medio de plataformas virtuales. Así lo asegura Yesid Rojas, coordinador logístico y miembro de la junta directiva de la Asociación Mercado de las pulgas de Usaquén, en Bogotá.

“Promovemos productos en redes sociales para que la gente sepa que el mercado está ahí, que no ha desaparecido y que está dispuesto a volver en el momento en que la situación nos lo permita. Ha habido un impulso para varias personas, pero no a todos los han contactado para ventas”, cuenta Rojas.

El mercado, un ícono de la capital y que facilitó el camino para muchos de los comercios que hoy están en la zona, agrupa a unos 248 artesanos y productores de artículos cuyas ventas actuales son mínimas.

“Para muchos de nuestros artesanos su único sustento era el día domingo, pero desde el inicio de la cuarentena el evento ha estado cerrado”, apunta rojas.

Según el vocero, la Asociación tiene listo un protocolo de bioseguridad que contempla, entre otras medidas, una sola ruta de acceso al mercado, distanciamiento de las carpas de los artesanos, manejo de lavamanos y uso de gel antibacterial. Esperan reabrir cuanto antes, pues solo tienen recursos proyectados hasta septiembre.

“Muchos nacieron en el mercado, crecieron en el mercado y ahora sus hijos pertenecen al mercado. Seguimos trabajando por ellos, porque 30 años de historia no pueden desaparecer por una pandemia”, concluye.

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