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De mensajero a exitoso empresario

La historia de un emprendedor que desarrolla productos enriquecidos con aminoácidos, proteínas, fibra dietaria insoluble, vitaminas y minerales para los colombianos y el mundo entero.

Tirso Tovar Calderón *
03 de enero de 2013 - 08:41 p. m.
Tirso Tovar Calderón, fundador de Enzipan Laboratorios S.A.  / El Espectador
Tirso Tovar Calderón, fundador de Enzipan Laboratorios S.A. / El Espectador

Soy de origen campesino, nací en un pequeño pueblo del sur de Nariño llamado Sapuyes. Sembrábamos trigo. Era un hogar humilde pero cargado de esperanzas. En ese ambiente crecí, hasta que, cumpliendo mis 17 años, empuñé mi diploma de bachiller como la única arma que me abriría las puertas de mi futuro, un logro que para mi pequeño terruño era reservado a unos pocos, y con este único título y un enorme deseo de triunfar inicié mi sueño de tener algún día mi propia empresa.

Los recursos familiares (éramos siete hermanos) no dieron para más estudio. En los años 60 no había ninguna de las facilidades que se tienen hoy. Salí de mi pueblo un lunes lluvioso y frío a la 1 a.m., en el único vehículo que conectaba semanalmente con la capital del departamento de Nariño. Mi capital eran $300 que mi padre me había obsequiado para mis gastos. En mi mente sólo rondaba que había que buscar el centro urbano más grande que tuviera el país, pero allí, por la vecindad, también entró a competir la capital ecuatoriana, dada la enorme influencia cultural que se vivía en esa zona.

Una moneda fue la encargada de definir este dilema. Cara, Bogotá, y sello, Quito. Nunca había visto, ni siquiera en imágenes, cómo era Bogotá. Sólo a mediados de la década de los 60 llevé el primer televisor al pueblo, por consiguiente, cual campesino ingenuo, asustado con el ambiente propio de una peligrosa terminal de buses de ese entonces, llegué, tras un agotador viaje de 30 horas. Descendí del bus, me robaron y quedé con la ropa que tenía puesta; la situación no podía ser más difícil.

El Señor de las Misericordias, patrono de mi pueblo que nunca ha me ha quitado de su mirada, me permitió encontrar un pequeño colegio privado, donde con un sueldo de $200 mensuales tenía que atender en tres jornadas continuas la enseñanza de matemáticas en todos los cursos de primaria. Enhorabuena y gracias a Dios tenía techo y comida incluidas.

Mi primera quincena de $100 la recibí en un cheque del Banco de Bogotá, oficina La Estrada, y mientras el cajero me pagaba la tan anhelada suma, le alcancé a preguntar cómo hacía una persona para ingresar a trabajar al banco. Me advirtió que justo en ese día había selección de personal, durante la mañana, y que esto sólo se realizaba cada mes. Miércoles 15 de octubre de 1968: el día que cambiaría mi vida para siempre.

Sin la más mínima pérdida de tiempo y pasando todas las pruebas de rigor, el jefe de personal decidió que iniciaría labores al día siguiente como mensajero. No la tuve fácil. El desconocimiento de la ciudad y el no haber tenido un entrenamiento previo en la actividad que me tocaba desempeñar se encargaron de martirizarme todos los días, pero había que sobreponerse a todas las dificultades y poco a poco la mirada de Dios me dio el valor para soportar esta dura prueba. Al cabo de unos pocos meses, y ya una vez estabilizado y con un rendimiento favorable en mi trabajo, fui trasladado a la oficina principal. Ahora sí podía decir que trabajaba en el edificio más alto de Colombia, lo cual para mis padres y para mi pueblo era motivo de orgullo.

Pero esto no colmaba mis ganas de triunfar. Entonces busqué afanosamente una carrera nocturna que me permitiera progresar en el banco. Me convertí en economista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, pero antes tuve que superar muchos peldaños difíciles. La carrera bancaria no es nada fácil y menos acompañada de un estudio nocturno; sólo Dios, mi dedicación y la tenacidad que le puse a mi desempeño lo hicieron posible.

Ocho años después de haber ingresado como mensajero era gerente de la oficina, y ocho años más tarde era subgerente de crédito de un importante número de oficinas (32 en total), que en ese entonces se llamó la Zona Bogotá Norte. Algunos de mis jefes todavía laboran en dicho banco y gracias a ellos, a la autoridad y al buen ejemplo que en su momento me inculcaron, me dieron la formación y la disciplina y me ayudaron a moldear el espíritu de empresario emprendedor que hoy llevo en las venas y que fue la base para continuar con mi sueño.

Una vez estabilizado y con una familia organizada, atendí el llamado de Dios y tomé la riesgosa pero firme decisión de retirarme del banco para emprender mi propia empresa, algo relacionado con el cereal que en mi infancia me vio crecer, el trigo. Fue así como nació Enzipan de Colombia Ltda., una empresa dedicada a estudiar las propiedades de las diferentes clases de trigo para generar asesoría técnica a los procesadores del trigo, con el objeto de optimizar su rendimiento de la harina como su principal producto.

Para poder cumplir con esta misión hacía falta más conocimiento científico, por lo tanto tomé la decisión de capacitarme con cursos acelerados en estos temas, en los países que brindaban las mejores opciones: Estados Unidos, Francia, Suecia y Alemania, pero también a nivel interno hacía falta acreditar la idoneidad y competencia en el manejo de los alimentos para consumo humano. Volví a las aulas universitarias 25 años después de haberlas dejado, porque necesitaba recibir el título de ingeniero industrial de alimentos, carrera que culminé con éxito.

Sin embargo, el camino sigue cargado de espinas. Trece años después de fundada la empresa fuimos víctimas de la delincuencia: en un atraco a mano armada saquearon nuestras instalaciones, dejándonos con lo que habíamos empezado, sólo con el ánimo aún vivo de hacer empresa. Por segunda vez había que pedirle a la moneda que decidiera nuestro futuro. Continuar o claudicar. Y del mensaje lacónico que mandamos a nuestros clientes, anunciándoles nuestro retiro, surgió la respuesta a la moneda, pues habíamos sembrado mucho y nuestros clientes nos manifestaron su apoyo, anticipándonos fondos que deberíamos pagar sin intereses y con productos y servicios en la medida en que las circunstancias nos lo permitieran.

Con este apoyo decidimos continuar la empresa con más vigor y tres años después nos certificamos en la calidad de nuestros productos y servicios (ISO 9001), cinco años más tarde lo hicimos en la ISO 22.000 y HACCP para aplicar inocuidad en todos los productos que fabricamos, y otros tres años después cambiamos nuestra razón social a Enzipan Laboratorios S.A. y convertimos a esta empresa en uno de los laboratorios mejor dotados de Latinoamérica en su género. Estamos generando 30 empleos directos y un número igual de indirectos y buscamos arduamente acreditar el laboratorio, de cara a los tratados de libre comercio, para avalar y dar fe de la calidad de los alimentos exportables de nuestro país.

Hemos sido ganadores del Premio Innova, en el año 2005, otorgado por el Ministerio de Comercio Industria y Turismo por el ahorro de divisas al país, debido a una moderna planta de mezclas para fabricar productos que anteriormente se tenían que importar. En el año 2010 repetimos este premio, pues mediante el decreto 007 de 2011 fuimos designados como la empresa más innovadora del país por haber desarrollado un mejorador de harinas natural que beneficia a todos los procesos de productos horneados y tiene como valor agregado un alto contenido nutricional, para combatir los niveles de desnutrición de las clases menos favorecidas.

Luego desarrollamos un nuevo producto que transformará los hábitos alimenticios y nutricionales de quienes lo consuman: Fidepast (fibra dietaria para pasta) con maravillosos efectos para beneficiar la salud de toda la población debido a su alto contenido de fibra dietaria insoluble y aminoácidos esenciales, reduciendo el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes y de cáncer de colon, enfermedades donde se centra el 50% de los niveles de mortalidad del mundo.

Pero nuestro mayor logro llegó el 4 diciembre del año pasado, cuando fuimos galardonados con el premio Pyme Sostenible, patrocinado por la acción conjunta del banco BBVA Colombia y El Espectador, entidades que en un acto de altruismo por Colombia están motivando y generando el mejor ambiente empresarial para hacer que las empresas trasciendan a la segunda y a la tercera generación, pues bien sabemos que el país está necesitado de empresarios emprendedores que lo saquen de la nefasta posición de ser el tercero más pobre del continente.

Este premio transformará y dividirá en dos la historia de nuestra empresa, la cual ya se prepara para emprender su próximo reto: llevar a la población colombiana y a la de nuestros países vecinos productos enriquecidos con aminoácidos, proteínas, fibra dietaria insoluble, vitaminas y minerales, cuyos nutrientes consumidos diariamente y sin ningún sobrecosto proporcionarán la alimentación nutricional suficiente para mantener el metabolismo y las funciones de nuestros órganos vitales en plena actividad, para recibir y transformar en energía humana, el equivalente a 2.000 calorías requeridas para que un adulto permanezca activo en condiciones normales.

 

* Ganador del premio Pyme BBVA-El Espectador 2012.

Por Tirso Tovar Calderón *

 

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