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El banco que va por los excluidos

Finamérica deja de ser compañía de financiamiento para convertirse en Bancompartir. Entre sus objetivos están disminuir el uso del “gota a gota” y apoyar a las víctimas del conflicto.

Sergio David González
16 de octubre de 2015 - 03:33 a. m.

“Nacimos en 1985 como una ONG en respuesta a la tragedia de Armero. Para esa época un grupo de empresarios liderados por la familia Escobar tenían como objetivo ayudar a restablecer y estructurar esta población. Nacimos en ese año como Actuar Tolima y unos pocos meses después pasamos a llamarnos Actuar Bogotá”. Así empezó la conversación con Gregorio Mejía, presidente de Bancompartir, una entidad que llega a su adultez corporativa y que hoy, después de una autorización de la Superintendencia Financiera, se convierte en banco comercial.

Bancompartir ha pasado por varios escenarios crediticios. Para finales de los ochentas se convirtió en la Corporación de Acción Solidaria (Corposol), aún bajo el rótulo de ONG, pero unos años después, tras un proceso de liquidación, pasó a llamarse Finansol, momento en que entró al mercado como compañía de financiamiento comercial. “En el año de 1997 la organización presentó una crisis y fue cuando el IFI (Instituto de Fomento Industrial) se convirtió en el principal accionista y se creó Finamérica. Sólo en el año 2003, cuando el Gobierno dio apoyo a las microfinanzas, el IFI vendió su participación, que fue adquirida por las cajas de compensación Colsubsidio, Cafam, Comfandi y Comfenalco Cartagena”, resumió Mejía.

En 2010 se concretó el empujón que se necesitaba para convertirse en banco: la Fundación Compartir, del empresario Pedro Gómez, dedicado a la construcción, se fusionó con Finamérica, y cinco años después nace Bancompartir. “Con este nuevo paso queremos seguir apoyando la equidad en el país y son 30 años dedicados a apoyar a los microempresarios de Colombia”, manifestó el directivo.

Actualmente, la entidad tiene presencia en 600 municipios del país, con 93 oficinas y una cobertura de 365.000 empresas familiares. De este total de clientes el 34% corresponde a colombianos con perfil rural. “En dos o tres años queremos llegar a 160 oficinas con una cobertura de 500.000 empresas de familia, es decir, llegar a mínimo dos millones de colombianos”, dijo Mejía, y agregó que para este año la entidad estará desembolsando a microempresarios $550.000 millones, 30% más que lo otorgado en 2014.

Entre sus objetivos de crecimiento el nuevo banco quiere apostar por disminuir el uso del “gota a gota” y brindar oportunidades a las víctimas del conflicto armado. “La banca está acostumbrada a negarles los préstamos a las personas que no tienen antecedentes crediticios, y esos vacíos los llena el ‘gota a gota’, a quien no le preocupa que usted no tenga ese requisito. Por eso se justifica que existan entidades como la nuestra, para poder servir a esa población excluida”, enfatizó Mejía. Asimismo dijo que más del 80% de los créditos a desmovilizados y desplazados son generados por Bancompartir, “casi $1.200 millones son destinados a nuevos emprendimientos con un acompañamiento en capacitación financiera”. Meta y Valle del Cauca son los departamentos con mayor participación de la entidad en este tipo de programas.

El directivo añade que en un eventual proceso de posconflicto es importante brindar los apoyos para que el campesino que regrese a su tierra tenga las oportunidades de hacer viable la parcela. “De igual manera buscamos que la pequeña tienda pueda ser productiva, al igual que el pequeño taller, por eso es necesario aumentar nuestra capacidad de llegada para hacer parte de la solución. Una herramienta para muchas personas que quieren mejorar su futuro”.

En momentos en que se habla de una inflación que supera el 5% y que la devaluación eleva el precio de los productos importados, la dirección de Bancompartir mira en detalle estos datos, pero no los prioriza sobre sus clientes. “La gente que atendemos son personas que se despiertan y tienen que salir a buscar el diario. Ellos están por encima de la devaluación o la inflación; están más pendientes de cumplir con el arriendo y buscar la comida. A estas personas que quieren trascender en el emprendimiento son las que le apostamos”.

Gregorio Mejía concluyó la conversación diciendo que “la microempresa es una respuesta de la gente para suplir sus necesidades básicas, y queremos acompañarlas para que se formalicen y puedan generar empleo sano”. Y cuando se le preguntó por una posible fusión o asociación en un futuro cercano contestó: “Una entidad de este talante debe ser interesante para muchas empresas porque es una compañía de bajo perfil focalizada en hacer su tareas, pero esta es una pregunta que deben responder nuestros accionistas”.

Por Sergio David González

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