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El COVID-19 en tono femenino

Uno de los problemas que más exacerbaron la pandemia fue la brecha de género en el sistema laboral colombiano, con un pronunciado sesgo en contra de las mujeres. Corregir esta situación debe ser una preocupación en el corto, mediano y largo plazo. ¿Qué acciones tomar?

Maribel Castillo Caicedo *
03 de enero de 2021 - 02:00 a. m.
Varios fenómenos marcaron la crisis del empleo: el primero era que ya venía aumentando el desempleo ubicándose en dos dígitos meses antes de la pandemia.
Varios fenómenos marcaron la crisis del empleo: el primero era que ya venía aumentando el desempleo ubicándose en dos dígitos meses antes de la pandemia.
Foto: Getty Images

La crisis ocasionada por la pandemia del COVID-19 en el escenario económico ha afectado básicamente el empleo, haciendo evidente la incapacidad de los países en desarrollo de asumir la protección del mismo. Los países desarrollados, gracias a los sistemas de seguridad para el empleo construidos tiempo atrás, han podido sobrellevar mejor el choque, donde los subsidios al desempleo y a la nómina estaban en su ADN.

En el caso de Colombia, varios fenómenos marcaron la crisis del empleo: el primero era que ya venía aumentando el desempleo ubicándose en dos dígitos meses antes de la pandemia.

Por otra parte, se destapó la fragilidad de un mercado laboral en su mayoría informal que depende básicamente del comercio y los servicios en las zonas urbanas, ambos fuertemente afectados por la pandemia.

Un sector que no paró con las acciones de confinamiento decretadas por el Gobierno fue el cuidado no remunerado. Por un lado se evidenció que las mujeres realizan siete horas de cuidado en promedio y los hombres tres, además de desplazar al inicio del confinamiento a las mujeres que trabajaban en servicio doméstico. Adicionalmente, el cuidado de los niños recae sobre las mujeres, y dado que las actividades escolares se trasladaron a los hogares, ese cuidado desplazó a las mujeres del empleo al desempleo y, finalmente, a lo que se denomina como inactividad, que no es otra cosa que trabajo de cuidado no remunerado.

Las reformas del mercado deben considerar estas condiciones para no seguir presentando brechas como las que vimos en julio entre hombres y mujeres en la tasa de desempleo de casi 10 pp. La recuperación del empleo que se perdió en este 2020 exige la implementación de acciones de corto plazo relacionadas con formación para el trabajo, focalización y priorización de transferencias condicionadas con equidad e identificación de las mujeres cabeza de hogar que requieren apoyo en el cuidado no remunerado.

En el mediano plazo, la ubicación laboral de las mujeres implica que los colegios empiecen el proceso de itinerancia. Por otra parte, pensando en el largo plazo y en las condiciones de innovación que la pandemia ha reflejado necesarias para un futuro del mercado laboral, hay que impulsar en las niñas el gusto por las carreras STEM (matemáticas, ingenierías y ciencias), en donde tienen menos presencia. A futuro, las brechas pueden seguirse presentando si esto no se corrige.

En el caso del sector agrícola las cifras son más alarmantes, el acceso a la propiedad de la tierra y al microcrédito no benefician a las mujeres, por lo tanto, el aumento de la pobreza femenina en el campo ha sido mayor durante la pandemia, que a pesar de ser un sector que no paró nunca no ha mejorado las condiciones de las mujeres.

En este sector hay que sumar el aislamiento geográfico y el poco acceso a internet, así como la fuerte masculinización del entorno. Ante la falta de oportunidades en el campo, la mayoría de las mujeres de las zonas rurales prefieren migrar a las ciudades. La pandemia mostró la importancia de mantener la seguridad alimentaria, y las mujeres en el campo podrían ser un factor a potenciar con oportunidades de formación y comercialización de productos.

Por su parte, como se mencionaba antes, un mercado laboral informal en su mayoría, con un 60 % de informalidad femenina urbana y un 82 % de informalidad rural femenina, requiere acciones de protección a las mujeres por la baja calidad del empleo. La mayoría acceden a este tipo de empleo, entre otras cosas, por la rigidez del mercado laboral formal, por la excesiva feminización del cuidado y por el tema de la licencia de maternidad que se vuelve una barrera para muchas al optar por un empleo formal.

Es por esto que el COVID-19 es una enfermedad en tono femenino desde el punto de vista de la pérdida de empleo: es una crisis que han tenido que asumir las mujeres. La cura de dicha enfermedad requiere acciones a corto, mediano y largo plazo, exige compromisos y acciones de política de inclusión que le den valor a la economía del cuidado, que identifiquen las brechas del mercado y busquen una reactivación con enfoque de género.

En resumen, las acciones deben ir enfocadas en estos caminos:

1. Acelerar la innovación en las cadenas de valor.

2. Apertura de los colegios o lugares de cuidado de los niños.

3. Formación para el trabajo focalizado con enfoque de género.

4. Acceso a créditos y transferencias para negocios o agilizar el decreto de patrimonio autónomo (Decreto 810 del 4 de junio de 2020).

5. Planes de desarrollo con enfoque territorial que consideren enfoque de género PDET.

Finalmente, quisiera resaltar el trabajo del DANE y su profundidad en el manejo de las cifras con enfoque de género, ejercicio fundamental para la toma de decisiones de política pública.

El COVID-19 en tono femenino requiere priorización de cuidado.

* Ph.D y directora del programa de economía de la Universidad Javeriana de Cali.

Por Maribel Castillo Caicedo *

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