El “hacker” de la junta directiva de Telefónica

Es Chema Alonso, doctor en seguridad informática. Cree que hay que enamorar a los niños de la tecnología, que aprendan a programar y no sean sólo consumidores de ella.

Edwin Bohórquez Aya
29 de octubre de 2016 - 04:01 a. m.
 Chema Alonso es también ingeniero informático de la URJC e ingeniero informático de sistemas de la Universidad Politécnica de Madrid.  / Gustavo Torrijos.
Chema Alonso es también ingeniero informático de la URJC e ingeniero informático de sistemas de la Universidad Politécnica de Madrid. / Gustavo Torrijos.
Foto: GUSTAVO TORRIJOS

¿Cómo llega un “hacker” a la junta directiva de Telefónica?

Los hackers no tienen nada que ver con lo malo. Steve Jobs, Steve Wozniak, Bill Gates, Mark Zuckerberg, todos son hackers y podríamos seguir la lista. Un hacker es aquel que tiene pasión por la tecnología e intenta llevarla más allá de los límites, que no asume un no como respuesta. No tiene nada que ver con los cibercriminales, que vulneran la seguridad de una empresa para lucrarse, o con los hacktivistas, que, igual como se tiene a la gente de Greenpeace que comete un delito para reinvidicar sus ideales, existen hackers que vulneran la seguridad de un sistema para reivindicar un ideal. El que yo esté en Telefónica es la apuesta de la organización por crear tecnología.

¿Cómo?

Empecé con un programa que se llamaba Talentum, donde buscábamos a los hackers de la universidad, los becábamos y los traíamos para que vinieran a jugar con la tecnología. Entonces se creó Telefónica Digital, una unidad muy potente de desarrollo de tecnología. Hoy tenemos un montón de hackers que está haciendo tecnología. Al final, que el puesto de CDO esté en el comité ejecutivo no es nada más que la apuesta de la multinacional por el mundo de los datos, de la seguridad de los datos y la revolución tecnológica.

En Colombia hay un gran déficit de estudiantes en carreras TIC. ¿Qué hay que hacer?

Hay que enamorarlos de la tecnología. Ese déficit lo tenemos en todos los países, en España, en Estados Unidos, que está importando ingenieros. Yo suelo decir que soy de los hackers más famosos de España porque los demás se han ido a Estados Unidos. La clave para muchos países está en retener su talento. Cuando digo enamorarlos es que disfruten de la tecnología. Hay niños entre 8 y 14 años que adoran la tecnología; probablemente, todos, por los videojuegos, las redes sociales, pero lo que hay que buscar es que esos niños pasen en edad temprana de ser consumidores de tecnología a ser creadores de tecnología. La gente cree que, por darles una tableta ya se volvieron hackers, no. Hay que enseñarles a programar desde pequeños. Eso es crear tecnología. No ser consumidores. Ese cambio hay que hacerlo en los gobiernos.

¿Cómo será el mundo en cinco años?

Casi conectado al 100 %. Un mundo donde debemos repensar el tema de la privacidad. Qué debe serlo y qué no. Eso lo deben ver las economías. Las grandes empresas del mundo digital ya tienen más dinero que los países. Hay que pensar entre todos cómo queremos que sea ese mundo. La tecnología nos va a ayudar a todos a vivir mejor, pero debemos ser vigilantes de a dónde queremos llegar. Las empresas se crean en las sociedades para revertir positivamente dentro de los países donde operan y no para convertirse en alguien que les ponga la vida más difícil. El desarrollo sostenible es fundamental. Nos vamos a enfrentar a retos como Uber y responder de forma madura qué es lo que queremos como sociedad. Está bien que la tecnología permita todo, pero ¿hasta dónde queremos llegar? Hay armas que matan a distancia; drones, por ejemplo. ¿En dónde queremos poner los límites?

¿Por dónde debería ir la regulación?

Cuando nos enfrentamos a algo como Uber, no estamos hablando de una simple disrupción tecnológica; aquí estamos hablando de una disrupción del modelo de sociedad donde una empresa tiene conductores que no tienen derecho al subsidio por desempleo, porque es una economía colaborativa. La mujer que pone su vehículo y acaba de ser mamá tampoco tiene subsidio. En países donde la protección social es muy amplia y donde se ha invertido en ellos, caso de España o Francia... hay que recordar que es una empresa estadounidense con una regulación norteamericana que genera un negocio para ellos. Eso implica una disrupción de la sociedad a que cada uno de nosotros, con los mecanismos democráticos, deberá tener voz o voto para decidir si está de acuerdo en seguir con ese modelo o contar con determinados derechos y determinadas protecciones. El debate va mucho más allá.

¿Qué futuro tendrá la internet de las cosas en un país como Colombia?

Mucho. Aquí hay una riqueza natural única y poder dotarla de conocimiento tecnológico es increíble. Se podrán gestionar mejor los bosques, las plantaciones, nuestras ciudades. Se podrá vivir mucho mejor. De cómo regar el agua. Una restricción de vehículos que contaminan el aire. Todo eso te lo permite la internet de las cosas. Gracias a los sensores de baterías baratas, se pueden desarrollar mejores espacios para vivir.

¿Qué es la data, de lo que muchos hablan pero pocos entienden?

Son los datos, fundamentales para la economía y para la sostenibilidad de internet. Muchas de las grandes empresas se están financiando con base en los datos. Si miramos servicios gratuitos que tenemos hoy, como Twitter o Facebook, pues serían impensables si los usuarios no les estuvieran cediendo los datos para que hagan un negocio. Todo esto sería impensable. Existe un montón de factores en la economía relacionada con los datos, que se generan por el mero uso de utilizarlo. Conocer a las audiencias es importante. Ya lo hacía la televisión, pero hoy las audiencias se miden en internet y las empresas lo usan para su publicidad.

Y entonces, ahora que esos datos ya están digitalizados, ¿cómo se deben usar?

Los datos no tienen que ser ni buenos ni malos; la gente va al bar y el camarero le dice que le trae el café negro cargado de azúcar sin que lo haya pedido, y eso pasa porque el camarero tiene la información del señor: ya lo atiende hace tiempo. Por eso le da un mejor servicio. Y le dice si está triste o contento porque sabe cómo se comporta. Sabe si su hermana vino a visitarle porque ese día compra dos bebidas. Los datos pueden ser muy positivos en la vida. Hoy nos permiten tomar decisiones mucho más inteligentes en todos los aspectos de la vida. En la salud, por ejemplo, a una empresa cuando va a invertir y al ciudadano en la educación. Y como país, sirven para ver cómo actuar ante una epidemia, un terremoto. Le ayudan al Gobierno a tomar mejores decisiones ante un plan de emergencia, de alistar la medicina para quienes vienen de una zona afectada con un virus.

¿Y cómo están usando los datos en Telefónica?

Los datos que generan los usuarios en nuestros servicios deben revertir positivamente en ellos, porque son ellos los dueños.

Por ejemplo...

La ubicación de la persona es algo que todas las empresas quieren saber, porque eso dice mucho de quién eres: un espectáculo deportivo, una obra de teatro, una manifestación, un mitin político, un restaurante. La geolocalización y los datos tienen mucho valor. Y nosotros los protegemos, nunca vamos a intentar hacer un negocio de eso. Sin embargo, para una persona, tener el control de sus datos y definir que quiere tener un control antifraude para que nunca se use su tarjeta de crédito, lejos de donde tradicionalmente está, puede ser un bien. Si él quiere usar esa información con una entidad financiera, debe tener el poder de hacerlo.

¿Cuántos datos se generan y en dónde los vamos a almacenar?

Por suerte, la tecnología avanza muy rápido y se habla de “big data” porque se abarató el manejo de los grandes volúmenes de cómputo. Hace poco, Satya, presidente de Microsoft, decía que estamos llegando a un punto en el que no tenemos unidad de medida; estamos en el peta y el hexa y lo que viene después no lo hemos pensado. Pero, gracias a todo esto, estamos llegando a los sistemas cognitivos, a la inteligencia artificial, que los carros sean autónomos, la medicina se haya revolucionado. Cada vez tomamos decisiones basadas en los datos. Las empresas toman decisiones con base en intuiciones, y eso es totalmente ineficiente. Las empresas que no toman decisiones basadas en los datos perderán competitividad.

¿Cómo decirle a la gente que sus datos sí están seguros en internet?

En el tema del fraude bancario, las entidades trabajan hace mucho en reducir el fraude; gestionan y usan varios sistemas de autenticación. Pero hay mucha gente que descarga cosas gratis de la web, y eso viene con “software” malicioso; también infecta y roba la información, los datos. Pero en un entorno normal, donde un usuario tiene protegido su equipo, no debería pasar. En muchos países, el fraude es prácticamente nulo. Pero mi sensación personal es que los que trabajamos en esto debemos evangelizar mucho más porque la gente no está preocupada por la seguridad de sus datos. La gente instala WhatsApp y no pregunta si se va a poder acceder a sus mensajes; lo que le interesa es poder chatear y ya. Hay gente que publica la foto de su tarjeta de crédito y la publica en Twitter porque es bonita.

¿Qué oportunidades hay en la cuarta revolución industrial?

La tecnología lo va a revolucionar todo. Desde la gestión de habitaciones en las ciudades hasta el tráfico. Waze se ha cargado todo el sistema de planificación y tráfico, y así está pasando en todos los aspectos de nuestra vida. Todos tendrán su propio dron, por ejemplo.

¿Qué consejos le da al consumidor básico para que no exponga su información?

Hay negocios donde el acuerdo es justo. Yo sé que le estoy dando mis datos a Facebook, pero para mí es una herramienta poderosa y útil. El trato que me propone es justo. Le diría que tuviera en cuenta que, cuando se descargan juegos gratis, muchas aplicaciones gratuitas, pues a veces ese acuerdo no es justo, porque esas herramientas, simplemente, con dos permisos, el de la localización y el de saber quién eres tú (correo electrónico), saben donde estás y te pueden trackear, crearte un perfil que luego venden en internet. Lo que les digo es que entiendan que no hay cosas gratis, y que miren ese acuerdo justo para ver si es realmente justo.

Por Edwin Bohórquez Aya

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