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El miedo a "L"

En tiempos de profunda incertidumbre, la tendencia es a mantenerse en el ámbito de lo conocido y evitar el pensamiento innovador.

Kaushik Basu* / Whashington
10 de enero de 2014 - 10:00 p. m.
En Estados Unidos, la tasa de desempleo bajó al 7% en 2013. / AFP
En Estados Unidos, la tasa de desempleo bajó al 7% en 2013. / AFP
Foto: AFP - JOE RAEDLE

En los últimos años, los economistas han estado repasando el alfabeto para describir la forma de la tan esperada recuperación... empezando por una optimista V, continuando con una pesimista U y acabando con una desesperante W, pero ahora una ansiedad profunda está empezando a acechar a la profesión: el miedo a lo que llamo una recuperación “en forma de L”.

Visto a la luz de los deprimentes cinco últimos años, 2013 no ha sido malo para las economías avanzadas. La zona del euro salió, técnicamente, de la recesión, la tasa de desempleo en los Estados Unidos fue inferior a la de años anteriores y el Japón empezó a moverse después de un largo letargo y el negativo golpe del terremoto y del maremoto en 2011.

Pero, si miramos debajo de la superficie, resulta evidente que seguimos asomándonos al borde del precipicio. En el tercer trimestre de este año, el PIB se contrajo, con carácter interanual, no sólo en casos muy conocidos como los de Grecia y Portugal, sino también en Italia y España. En Francia y Suecia, el PIB creció con tasas menores que la de aumento de la población, lo que quiere decir que los ingresos por habitante cayeron. Además, las condiciones del mercado laboral se deterioraron.

Así las cosas, algunos comentaristas han hablado recientemente de la posibilidad de una desaceleración prolongada en los países industrializados. No es una opinión que se acoja con agrado, pues otros critican a quienes la profesan de alimentar el pesimismo, pero no se puede rechazarla sin más ni más.

El miedo a una recuperación en forma de L es legítimo. La tecnología moderna ha permitido a los trabajadores de las economías en ascenso participar en un mercado laboral mundial; a falta de una importante innovación importante en materia de políticas, es probable que ese fenómeno represente un largo lastre para los países ricos y hay pocas señales de innovación.

En cambio, hay una crisis en la profesión de los economistas, que refleja la crisis de los países avanzados. Gracias al cambio tecnológico y a la incesante mundialización, en los 50 últimos años el carácter de enteras economías ha cambiado espectacularmente sin que ese fenómeno haya ido acompañado de cambios en el pensamiento de las autoridades.

¿Por qué ese estancamiento? Una posibilidad es la de que los mismos factores que están volviendo a los empresarios excesivamente cautelosos sobre nuevas iniciativas están inclinando a las autoridades a la prudencia. Un interesante trabajo de las economistas del Banco Mundial Leora Klapper e Inessa Love muestra que una consecuencia de la crisis financiera ha sido la renuencia de los empresarios a crear nuevas empresas.

Lo interesante es que, si bien esa reducción es más pronunciada en las economías avanzadas, que dependen particularmente de los mercados financieros, se aprecia en casi todos los 95 países estudiados. La razón no es difícil de entender. Una recesión es una época en la que tenemos tendencia a adoptar una actitud prudente. La misma, que ha resultado patente entre los economistas y las autoridades.

En tiempos de profunda incertidumbre la tendencia es a mantenerse en el ámbito de lo conocido y evitar el pensamiento innovador. Resulta desafortunado en la actualidad, cuando la estructura de la economía mundial está cambiando rápidamente.

Una señal reveladora de la excesiva cautela que exhiben los economistas y las autoridades ha sido su propensión a convertir la necesidad de documentación en una aversión a la creatividad analítica. Naturalmente, debemos utilizar la mejor documentación disponible para la formulación de políticas, pero hay sectores en los que no se dispone de ella. En esos territorios inexplorados, debemos basarnos en una combinación de intuición y teoría. Objetar nuevas políticas con el argumento de que no se basan en pruebas sólidas es quedarnos atrapados en el status quo.

Ahora necesitamos precisamente la clase de pensamiento analítico que espoleó los grandes avances de la economía como disciplina durante los dos últimos siglos y medio. La falta de ese pensamiento creativo es la que ha abocado la profesión de los economistas a un atolladero y ha obligado a los economistas y las autoridades a tener en cuenta el miedo a “L”.

 

*Vicepresidente y Economista Jefe del Banco Mundial.

Por Kaushik Basu* / Whashington

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