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Grupos étnicos: guardabosques

Según el DANE, 87% de los territorios de estas comunidades son bosques. En 52,8% de las tierras productivas se intenta conservar los suelos.

María Alejandra Medina C.
30 de septiembre de 2015 - 03:11 a. m.
En tres cuartas partes de las zonas productivas en territorios de grupos étnicos hay prácticas para proteger fuentes de agua.  / Archivo
En tres cuartas partes de las zonas productivas en territorios de grupos étnicos hay prácticas para proteger fuentes de agua. / Archivo

El tercer censo nacional agropecuario ha arrojado resultados que pretenden señalar escenarios que el Estado deberá estudiar para formular políticas públicas, como los altos índices de pobreza y el analfabetismo en el área rural dispersa del país. Pero también han salido a la luz situaciones que han de quedar como lección para todos, por ejemplo las prácticas de conservación medioambiental de los grupos étnicos que habitan en Colombia, es decir, indígenas, comunidades negras y raizales. El pueblo rom no fue incluido en el censo agropecuario, debido a que, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), éste habita principalmente en las ciudades.

De acuerdo con la quinta entrega de la medición hecha por el DANE, el territorio de grupos étnicos está 87,2% cubierto por bosques naturales, 9,9% tiene uso agropecuario, 0,3% es no agropecuario, 2,6% tiene otro uso y 0% cuenta con nuevos desarrollos urbanos. De las unidades de producción agropecuaria (UPA) con cultivos, 74,9%, tiene por lo menos un área destinada a producir para el autoconsumo. El resto, en menor medida, se dirige a venta en plaza de mercado o trueque.

Para Fernando Urrea, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle y vocero de la Mesa Interétnica Censal, el nivel de producción para autoabastecimiento “demuestra que una parte del universo campesino en el país sigue siendo indígena y negro. Esa parte no se había reconocido”. Asimismo, según él, significa que Colombia no puede tener un modelo de desarrollo rural “que solamente privilegie grandes unidades capitalistas y mano de obra asalariada. Una sociedad en paz tiene que reconocer la existencia de estos pequeños productores. Pensar que el mejor modelo es quitarles las tierras y que todos sean asalariados es un modelo perverso”.

Por su nivel de producción para el autoabastecimiento, y también para la integración con el mercado, no es de extrañar que indígenas, negros y raizales se preocupen por cuidar el entorno que les da el sustento: de las UPA que cuentan con fuentes naturales de agua, en tres cuartas partes hay prácticas para su protección, como conservar la vegetación y plantar árboles. En total, 91,3% de las UPA en el rural disperso de grupos étnicos tiene acceso a una fuente de agua.

Además, en cerca de la mitad de las UPA hay prácticas para conservar los suelos, como sembrando directa o manualmente y con labranza mínima. De acuerdo con Luis Fernando Arias, consejero mayor de la Organización Nacional indígena de Colombia (ONIC), los datos entregados por el censo, en el detalle, serán útiles “para planificar sobre el territorio y hacer apuestas en producción”. Respecto al protagonismo de los bosques en sus territorios, aseguró en agosto pasado que “eso es importante porque es la vocación que tienen los territorios indígenas, son bosques no sólo en términos de producción de oxígeno, agua y vida para los indígenas sino para el universo”.

“Su interés es mantener los recursos, no agotarlos. Su visión no es extractivista como la que tenemos en la cultura occidental. Son un ejemplo de educación ambiental”, asegura Luz Marina Mantilla, directora del instituto científico Sinchi. Según Urrea, lo que revela el censo contradice a quienes afirman que las comunidades indígenas son grandes terratenientes. “La mayor parte son bosques y la cantidad de tierras dedicadas a la agricultura y la ganadería es menos del 15%. Y ahí son microfundistas, indígenas que no tienen sino 5 metros para cultivar”, asegura. “Inclusive en zonas de resguardo, donde hay más concentración de explotación, es donde más esfuerzo hay por conservar las cuencas hidrográficas y los bosques”.

Según el censo, por otro lado, la energía eléctrica es el servicio público al que más acceden los grupos étnicos. El 49,6% del territorio indígena, 62,9% del de las comunidades negras y 91,5% del raizal, tienen esa conexión. En cambio, el alcantarillado es el que menos llega, con 5,5, 4,4 y 2,4%, respectivamente.

Pese a que, en la medición de pobreza multidimensional que hace el Gobierno, uno de los factores que se tienen en cuenta es el acceso a servicios públicos, para Mantilla, “no hay que atravesar las culturas”. Explica que “(los occidentales) creemos que, poniéndoles un baño, ellos (indígenas) van a cambiar sus hábitos. Para quien lo requiera, está muy bien, pero cada cultura tiene diferentes necesidades, eso es lo que tenemos que entender”. De acuerdo con Urrea, en ese aspecto “no hay que exagerar. La oferta de bienes públicos, educación, salud, infraestructura se necesita pero es cierto que no podemos pensar bajo el modelo urbano”. Según el DANE, la pobreza llega al 69,3% en las comunidades indígenas, a 53,5% en las negras y a 19,3% en las raizales.

Asimismo, el censo reveló que en el rural disperso de grupos étnicos, el 13% de los productores dijeron haber recibido asistencia técnica. Eso podría abrir la pregunta de si en algún modo el acceso a dicha asistencia podría trasformar las prácticas de conservación que ejercen estos grupos. “La asistencia técnica que se les ha dado no siempre ha sido la que les sirve a ellos. Ha sido un modelo en el que los quieren obligar a que se comporten como empresarios capitalistas y que utilicen las mismas prácticas de un gran empresario”, asegura Urrea.

En el ámbito educativo, el 22,2% de la población que se autorreconoce indígena mayor a 15 años “reportó que no sabía leer ni escribir. Esta proporción es de 14,4% para negros, afrocolombianos y palenqueros y de 7,1% para los raizales”, dice el Dane en su informe. “Casi la mitad de los jefes de hogar mayores de 25 años que se autorreconocen como indígenas, negros, afrodescendientes o palenqueros alcanzan nivel educativo básica primaria. De los raizales alcanzan este nivel educativo el 38,4%”, agrega.

El profesor de la Universidad del Valle resaltó lo que la ONIC, representantes de las comunidades negras y el Dane han señalado: que el ejercicio censal se hizo en conjunto, trazando una georreferenciación en la que las comunidades, particularmente las indígenas, fueron partícipes. Sin embargo, como quedó expuesto hace unos días en este diario, los integrantes de la Mesa Interétnica —una iniciativa de organizaciones afrodescendientes e indígenas en conjunto con instituciones como el Observatorio de Discriminación Racial de la Universidad de los Andes y el Grupo de Investigación sobre Igualdad Racial, Diferencia Cultural, Conflictos Ambientales y Racismos en las Américas Negras (Idcarán) de la Universidad Nacional de Colombia— esperan que para el censo poblacional del próximo año la instancia de interlocución entre los afro y el Gobierno se haya consolidado con el fin de llevar a cabo la consulta previa.

En dicha medición, por ejemplo, estarán incluidos grupos como el pueblo rom. La radiografía de Colombia se empezará a robustecer al sumar el censo poblacional con el actual censo agropecuario, que el país estaba en deuda de llevar a cabo desde hace 40 años. De acuerdo con el Dane, los datos consolidados de la medición rural estarán disponibles en diciembre de este año.

 

Por María Alejandra Medina C.

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