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Latinoamérica y la crisis europea

Las cifras muestran que la desaceleración de las economías europeas ha frenado su expansión industrial, pero no la ha detenido.

Tomás J. Eguren Galende*
19 de febrero de 2012 - 09:00 p. m.

La crisis económica iniciada en 2008 en Estados Unidos y extendida a Europa tiene dos orígenes distintos. En Estados Unidos surge como efecto de la financiación a tasas subprime de la vivienda, con el consiguiente contagio a través de las estructuras financieras internacionales que sirven como correa de transmisión de la crisis. En Europa se visualiza a través de un déficit público desmesurado y el consiguiente crecimiento de la deuda pública. Esto pone al descubierto la falta de cohesión fiscal y la dificultad de los mercados para medir el riesgo país de la Eurozona.

Ambas causas desembocan en la generación de una crisis en 2009 que lleva a Estados Unidos y Europa a una contracción del PIB en -3,48 y -4,39%, respectivamente; Latinoamérica no sale tan mal parada, pues globalmente el PIB sólo se contrae un -1,80%. Posteriormente, las medidas adoptadas a un lado y otro del Atlántico han permitido recuperar la senda del crecimiento con éxitos y resultados dispares. En 2011, la UE creció 1,6% y Latinoamérica un 4,4%.

La inflación en la Eurozona se encuentra bajo control por debajo del 2%, lo que permite un manejo de los costes adecuado en la industria y los servicios. En Latinoamérica, la inflación se sitúa alrededor del 5% y la mayoría de los países presentan inflaciones de un dígito, salvo algunos con variaciones superiores a los dos dígitos, como Argentina y Venezuela.

El diferencial inflacionario entre ambas zonas genera dos efectos importantes: primero, una presión sobre el tipo de cambio del área latina, propiciando la devaluación de sus monedas que actúa como elemento generador de competitividad promoviendo un intercambio de bienes y servicios netamente favorable a Latinoamérica. Segundo, un aumento de los tipos de interés del área latina encareciendo el coste financiero de las empresas ubicadas en esa zona. La acción conjunta de ambos efectos afecta el intercambio, sobre todo en ambientes de alta volatilidad cambiaria.

En efecto, de acuerdo con las cifras de la Cepal (febrero de 2012), Latinoamérica y el Caribe han recibido un flujo de capitales de US$82.652 millones en el primer semestre de 2011, un incremento del 54% de las inversiones extranjeras directas en Latinoamérica respecto al mismo período del año anterior. De ellas, el 70% se realizaron en cuatro países: Brasil (US$44.085 millones), México (US$10.601 millones), Colombia (US$7.008 millones) y Chile (US$6.883 millones), lo que indica las preferencias de la inversión internacional. En ellos encontramos similitudes: tipo de cambio libre y estable, seguridad jurídica, mano de obra preparada y barata, así como una legislación laboral sencilla y razonable; elementos apetecidos por los inversores internacionales.

Según Eurostat, las inversiones extranjeras directas realizadas por la Eurozona (EU-15) en el ámbito mundial han disminuido en forma drástica desde 2007, al pasar de 607.372 millones de euros a 182.067 millones de euros en 2010. Esta tendencia en la Eurozona (EU-15) se repite con menos intensidad con respecto a Latinoamérica, al pasar de una inversión extranjera directa de 26.581 millones de euros en 2007 a 16.877 millones de euros en 2010. Al igual que lo observado en el mundo, Brasil y México son los principales países destino de la inversión europea.

Las cifras ponen de manifiesto que la desaceleración de las economías europeas, a partir de 2008, ha truncado la posibilidad de continuar su expansión industrial y financiera fuera de sus fronteras, y en especial hacia Latinoamérica. Adicionalmente, habría que calcular si el impacto que las restricciones de financiación en la Eurozona han tenido sobre las empresas, la contracción fiscal de sus economías, la incertidumbre sobre la solución del problema de la deuda soberana y la falta de confianza del sector financiero a la hora de otorgar crédito con fines de expansión de los negocios, ha jugado en contra a la tendencia observada en el pasado reciente. Los sectores ganadores de la inversión extranjera en Latinoamérica se sitúan en el área financiera, de servicios y de tecnologías que actúan como soporte de redes de comunicación.

Una mirada a la balanza comercial permite ubicar las áreas en las que se han materializado los impactos negativos de la crisis. Las importaciones europeas en Latinoamérica representan el 6% de las importaciones totales de la UE, y las exportaciones el 6,2%, que conjuntamente alcanzan un valor de intercambio cercano a los 170.000 millones de euros. Tradicionalmente, el intercambio de bienes entre la Unión Europea y Latinoamérica ha sido favorable a esta última; no obstante, el saldo de la balanza comercial muestra un debilitamiento al pasar de 19.400 millones de euros (2008) a 6.100 millones de euros (2010), tendencia que con los datos disponibles parece haber continuado en 2011.

Esta reducción de la balanza comercial se produce por la disminución de las exportaciones latinoamericanas a la Unión Europea en el rubro de materias primas: productos agrícolas, petróleo y minerales, capítulos que representan el 38 y 31%, respectivamente, del total de sus ventas a la Unión Europea. En el rubro de productos manufacturados, el nivel de exportaciones se mantiene con tendencia al alza, siendo los productos de maquinaria y transporte los que mayor peso (16%) tienen en el intercambio entre ambas zonas.

Toda esta información, ¿qué nos permite intuir?

• La inversión extranjera directa de Europa en Latinoamérica mejorará hasta que se resuelvan los problemas financieros de las empresas europeas.

• El incremento de los tipos de interés en Latinoamérica encarece la financiación de las empresas, nacionales o extranjeras, lo que se traduce en un incremento de los costes financieros y, en definitiva, del coste de exportación.

• El ajuste de los tipos de cambio es una forma de mantener la capacidad competitiva en Latinoamérica a corto plazo, lo que permite mantener el flujo de exportaciones; sin embargo, no parece sostenible si ello no va unido a un incremento de la productividad.

• Los países que continuarán captando la atención de los inversores europeos serán Brasil, México, Colombia y Chile; los demás deberán hacer cambios en el tratamiento jurídico de las inversiones extranjeras.

• El sector químico y de equipos de telecomunicaciones son dos áreas en que Latinoamérica puede tener buenas oportunidades, aprovechando la existencia de mano de obra joven y preparada.

La sensación que uno tiene es que las relaciones entre Europa y Latinoamérica no van a cambiar sustancialmente a mediano plazo. La dimensión actual de la crisis económica está exigiendo equilibrios en todas las magnitudes económicas y ello, de por sí, parece más una debilidad que una oportunidad para expandir los negocios internacionalmente.

*Profesor de Finanzas de EADA

Por Tomás J. Eguren Galende*

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