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Munición

Marc Hofstetter
28 de junio de 2020 - 02:00 a. m.

Está claro que la caída en ingresos que sufrirá Colombia este año será la mayor desde que tenemos buenas estadísticas. Algunos cálculos ya acercan la disminución porcentual a los dos dígitos.

Hace unos meses, con unos cálculos hechos a mano alzada, le mencioné esa cifra a un amigo. —Ah, no es tan grave. Muy manejable, me dijo. Por un segundo pensé que no hablaba en serio. Pero iba en serio: su interpretación era que todos nos podíamos ajustar sin mayor sufrimiento a vivir con una reducción de ingresos del 10 %.

Infortunadamente, las crisis no funcionan así. Que el PIB, la suma de los ingresos de todos, caiga un 10 % de ninguna manera señala que esas pérdidas estén equitativamente repartidas a lo largo de la población. Para millones de personas en Colombia, que han perdido su empleo o su negocio, la crisis ha hecho colapsar sus ingresos posiblemente a cero.

Para agregarle sal a la herida, las secuelas de las crisis pueden ser de largo aliento. En el pasado, muchas caídas en los ingresos de un país han dejado cicatrices que no se borran rápido. Tenemos un ejemplo cercano: antes de la crisis de final del siglo XX en Colombia, la tasa de desempleo era de un dígito. Se trepó con la crisis a cifras que superaron 20 % y tardó cerca de 15 años en regresar a un dígito.

Las crisis pasadas dan pistas sobre las acciones estatales que pueden mitigar su tamaño y duración. Un primer factor importante que han identificado varios estudios es el espacio monetario y fiscal previo a la crisis: tener un bajo déficit fiscal, una baja deuda pública y tasas de interés de política monetaria sustancialmente alejadas del 0 %. En esos frentes no llegamos bien equipados. La situación fiscal colombiana era compleja antes de la pandemia, con una deuda creciente, un déficit fiscal abultado e ingresos tributarios futuros que apuntaban a empeorar ese punto de partida. En el frente monetario, la tasa de política rondaba el 4 %. En la crisis financiera global de la década pasada, el punto de partida nos tomó con una tasa del 10 % y el Banrep utilizó siete de esos 10 puntos para aplanar las consecuencias de ese golpe. Tanto espacio no tenemos en esta ronda.

El segundo factor, que en crisis pasadas ha mostrado eficacia a la hora de reducir su tamaño y duración, es que los Estados utilicen ese espacio fiscal y monetario: expandir el gasto público para llenar el hueco de la caída de ingresos y reducir con generosidad y durante suficiente tiempo las tasas de interés, han aplacado las cicatrices de los malos tiempos.

Si bien con timidez, comparado con otros países de la región, Colombia ha aplicado ambos preceptos: el Gobierno ha aumentado sus egresos y el Banco ha reducido su tasa de interés. Queda espacio para empujar en ambos frentes. En columnas futuras ahondaré en detalles sobre cómo podríamos usar esa munición. Por ahora queda la pregunta de si en esta crisis, en la que el miedo y las restricciones son elementos que no teníamos en las anteriores, esos empujones probarán ser tan efectivos como antes.

@mahofste

 

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