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Noche de bloqueo cafetero

Pese a la orden del Gobierno, entre Neiva y Garzón los taponamientos no se han levantado. El Espectador recorrió la zona en la que los caficultores de La Plata, Algeciras, Campoalegre y Gigante llevan 11 días de protestas.

Héctor Sandoval Duarte / (Gigante, Huila) /
06 de marzo de 2013 - 10:00 p. m.
En la carretera que de Campoalegre (Huila) conduce a Hobo, los cafeteros permitieron el paso de una ambulancia que transitaba por la zona.   / Andrés Torres
En la carretera que de Campoalegre (Huila) conduce a Hobo, los cafeteros permitieron el paso de una ambulancia que transitaba por la zona. / Andrés Torres

Las luces del vehículo que se acercaba hacia las 10 de la noche del martes, al punto donde estaban concentrados cientos de campesinos, en la carretera que de Campoalegre (Huila) conduce a Hobo, llamaron la atención de los manifestantes, quienes a gritos se pusieron en guardia a los costados de la vía. Esperaban, en el peor de los casos, al Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) armados con palos y piedras, dispuestos a defender sus intereses porque el presidente Juan Manuel Santos ya había dado la orden de despejar las vías bloqueadas en departamentos como Cauca, Huila y Risaralda.

Resultó ser otra ambulancia más que, tras ser requisada, pudo pasar con un paciente a bordo hacia Garzón. Uno de los organizadores de la protesta insistió a los demás cafeteros —que rodeaban una fogata armada con llantas y ramas— estar alerta ante la posible llegada de la Fuerza Pública. La tensión era creciente. Ningún vehículo diferente a las misiones médicas pudo pasar de ese punto. Era la orden de los dirigentes del paro.

Uno de los organizadores, que no quiso revelar su nombre y tenía cubierto el rostro que apenas se hacía visible con la llamarada, insistió junto con sus compañeros que la situación de los cafeteros del departamento es insostenible y que pese a las ayudas que ha anunciado el Gobierno —la más reciente fue un incremento en el Apoyo al Ingreso del Caficultor (AIC) a $115.000 por carga—, los campesinos, patrones y jornaleros se ven cortos para alimentar a sus familias con una remuneración diaria que no pasa de $12.000.

Teodoro Conde*, un caficultor de Algeciras (Huila) y propietario de una finca de tres hectáreas que estaba en el bloqueo, asegura que las ayudas anunciadas por el Estado no le están llegando. “De 10 cargas de café que yo vendo, sólo les están dando el subsidio a tres. El precio de la arroba está muy bajo y no alcanza para pagarles a los trabajadores. Además, ese trámite de las facturas es muy complicado”. Al terminar la frase, un jornalero joven que también tenía el rostro cubierto con una camiseta, mostró su cansancio de 10 días de protesta y dejó entrever su angustia al no tener cómo solventar a su hija de seis meses y a su esposa.

Mientras los líderes del paro aún no daban autorización a la prensa para continuar avanzando hacia Garzón, los jornaleros y campesinos echaban más llantas para avivar la fogata. Fumaban al tiempo que comenzaba a caer una llovizna. Pedro, otro caficultor de aproximadamente 50 años y proveniente de Algeciras, insistía en que a pesar de la mala situación del café, aún hay esperanzas de que éste se recupere. “Mis hijos tienen café, de esto vivo yo y también vivieron mis abuelos. El Gobierno tiene que ayudarnos a solucionar esto”.

Tras varias horas de bloqueo, uno de los líderes del paro escoltó el vehículo de este diario hasta la salida de la concentración. Sobre la carretera había al menos cinco árboles de gran tamaño derribados, decenas de piedras, ramas y, por supuesto, más manifestantes a ambos costados de la vía. Estaban agrupados en cambuches de plástico, atados con cabuya y piedras. Aguardaban con angustia que amaneciera.

Al pasar el municipio de Hobo, una segunda concentración se asentaba sobre la carretera. Era la guardia indígena caucana sumada a los manifestantes cafeteros provenientes de municipios como La Plata, Hobo y Belalcázar (Cauca). La orden fue clara: el paso no estaba permitido para vehículos diferentes a ambulancias.

Ayer, desde muy temprano, la guardia indígena y decenas de cafeteros hacían presencia sobre la vía cercana a la quebrada Pescador. Éder, un pequeño caficultor de La Plata, dijo —mientras sostenía su bastón en la mano y observaba si venía algún vehículo extraño— que los productores no se están sintiendo representados por la institucionalidad cafetera y se quejó por el precio que se paga por carga. A su afirmación se sumaron varios compañeros de protesta que se encontraban cerca. “El bulto de abono está en $80.000 y la arroba de café verde la están pagando como en $40.000”.

Superada la primera barrera, uno de los líderes indígenas permitió ir hacia el asentamiento de manifestantes sobre la ribera de la quebrada Pescador. Allí, en cientos de cambuches que asemejaban un caserío, se refugiaban docenas de cafeteros huilenses —de lugares como La Argentina y La Plata— y también productores caucanos de todas las edades. A las 7:30 de la mañana las mujeres alistaban calderos y pelaban yuca y plátano, mientras los hombres traían leña del monte y también hacían trueque para conseguir comida.

En palos se secaba la carne al sol y a la orilla de la quebrada varios jóvenes lavaban ropa. “Hay que continuar en la resistencia. Hay que apoyarla”, decía Victor Manuel, un productor de La Plata, quien con el radio al hombro esperaba los resultados de la reunión de ayer entre el Gobierno y los representantes cafeteros.

Al pasar por los cambuches, familias enteras acampaban bajo plásticos que armaron desde que comenzó el paro cafetero (el pasado 25 de febrero). Uno de los líderes indígenas caucanos aseguraba que se iban a mover de allí hasta que el Gobierno ofreciera una solución de fondo a los caficultores o, como mínimo, un precio de sustentación por carga de $750.000. En caso de que comenzara un motín cargaban leche al cinto —para atenuar el efecto de los gases lacrimógenos—, un machete y el bastón de mando tallado.

Más adelante, en la entrada del municipio de Gigante, los ánimos de los manifestantes estaban un poco más tranquilos. A los costados de la carretera se leía: “El mejor café del mundo, a precio de hambre”. En el sur del Huila —Garzón, Gigante y Altamira—, ya comenzó a escasear el combustible y los alimentos. Los propios campesinos se están viendo en problemas para traer suministros a los puntos de concentración. Aguardan volver a sus hogares para huirles a las enfermedades que ya están padeciendo varios de sus compañeros.

*Nombre cambiado.

Por Héctor Sandoval Duarte / (Gigante, Huila) /

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