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La nueva cara del Canal Uno

Los concesionarios redoblarán sus noticieros y revivirán el humor político en una industria que les exigirá millonarias inversiones para producirlos.

David Mayorga
18 de enero de 2014 - 09:00 p. m.
NTC, uno de los concesionarios  del Canal Uno, invertirá más de US$3 millones en su nueva programación. / David Campuzano
NTC, uno de los concesionarios del Canal Uno, invertirá más de US$3 millones en su nueva programación. / David Campuzano

Reuniones con socios que viven en el exterior a través de internet, arduas sesiones de planeación, una amplia lista de candidatos para asumir nuevos proyectos, largas negociaciones contractuales, compra de derechos televisivos, búsqueda de nuevos patrocinadores, pruebas de luces y escenografía, ajustes de horarios y una constante agitación. Esa ha sido la rutina, desde finales del año pasado, al interior de los concesionarios que lanzarán el nuevo Canal Uno.

Ese multimillonario proyecto será develado en febrero, pero desde el primer fin de semana de 2014 mostró sus primeras pistas a quienes se detuvieron en el canal público colombiano durante las vacaciones para encontrarse con Mario Kreutzberger, el popular Don Francisco, el presentador chileno que desde hace 52 años viene entreteniendo a las familias latinoamericanas (especialmente a las hispanas residentes en Florida) con su programa de entretenimiento Sábado Gigante. Y después de los créditos finales, quienes se engancharon al canal asistieron a Primer Impacto, el magazine informativo producido desde Miami por Univisión.

“Será nuestra propuesta para los fines de semana, de 8:00 a 11:00 de la noche con Noticias Uno en el intermedio. Queremos establecer un nuevo formato familiar, entretenido y divertido”, explica Jorge Acosta, gerente de NTC, que con Colombiana de Televisión conforman uno de los tres concesionarios privados que emitirán los nuevos contenidos (los otros dos son CM& y el consorcio conformado por Jorge Barón Televisión y Sport Sat).

La  parrilla estará definida por su alto contenido informativo, pues tanto CM& como NTC aprovecharán el reconocimiento de sus noticieros para atraer nuevas audiencias. En el caso del primero, la propuesta se fortalecerá con una emisión más a las 7:00 p.m. “Aún estudiamos si es viable contar con tres emisiones diarias”, comenta Carlos Ramírez, su gerente. Allegados a la empresa aseguran que contrató a una reconocida periodista que en el pasado trabajó en una prestigiosa cadena de EE.UU. Será su nueva presentadora.

Por su parte, NTC emitirá cápsulas informativas cada 30 minutos que entre las 7:30 de la mañana y 12:30 p.m. para complementar los nuevos programas de la mañana: el magazine En las mañanas con Uno (con tres presentadores y el mismo formato de los canales privados en ese horario) y una telenovela a cargo de Jorge Barón. Aquí será vital el apoyo logístico de RTVC, la realizadora estatal, que asumió la operación que hasta el año pasado estaba en manos del concesionario integrado por RTI y Programar.

“No hubo acuerdo entre ambas empresas para continuar con su contrato del 25% de la programación. Por esa razón, y para evitar que el servicio se interrumpiera, sus obligaciones fueron asumidas por RTVC”, explica Alexandra Falla, comisionada de la Autoridad Nacional de Televisión (ANTV), quien cuenta que la planeación sobre la nueva cara del canal comenzó a gestarse a finales del año pasado, en medio de la discusión jurídica sobre la prórroga de los contratos firmados concedidos en 2002: “Recibimos una propuesta de ajuste de contenidos audiovisuales que contenía una programación de 24 horas, franjas juveniles e infantiles, contenidos alternativos y la eliminación de los programas dedicados a las televentas. Fue aprobada”.

Con la luz verde, cada concesionario inició su propio proceso de ajuste. En el caso de NTC, invirtió US$2,2 millones en la renovación de sus equipos y plataforma tecnológica, adquirió de los derechos televisivos de programas internacionales (pagó más de US$200.000) y diseñó  nuevos contenidos para el fin de semana. “Reviviremos el humor político. Estamos trabajando con Mariana Cortés, creadora de El Siguiente Programa, en un nuevo programa llamado Cero Noticias con el formato de un noticiero. Estamos negociando los últimos detalles del contrato con un gran presentador y contaremos con dos grandes libretistas como son Andrés Borda y Antonio Sanint”, revela Acosta. Su desarrollo será soportado por un consejo de redacción integrado, entre otros, por Daniel Samper Ospina y Daniel Coronell, fundador de la productora, quien participará desde Miami a través de Skype.

La franja también contará con la columnista María Jimena Duzán, quien, retomando el programa de cocina del fallecido periodista Roberto Posada, D’Artagnan, presentará ¿Qué está cocinando María Jimena?; asimismo, se emitirá A la casa de…, un programa de perfiles en el cual los presentadores (aún no están definidos) conversarán con los principales protagonistas del año electoral en la intimidad de sus hogares. Por otra parte, Paola Ochoa, directora de la revista Dinero,  liderará una nueva propuesta de información económica.

El concesionario también fortalecerá la imagen de Noticias Uno, su producto estrella, que contará con una nueva tecnología de imagen y un set renovado. “Alcanzamos un acuerdo con CM& respecto a las emisiones de los festivos, que asumiremos nosotros exclusivamente”, afirma Acosta. La inversión que realizará en cada uno de estos programas rondará los $800 millones anuales.

Canal nuevo, batallas nuevas

Este nuevo esquema de producción asociada es, en esencia, un logro estratégico para el canal, que da el primer paso para corregir uno de sus grandes dolores de cabeza: la generación de ingresos provenientes de publicidad. La conocida ‘torta publicitaria’, que desde los inicios de la televisión hasta mediados de los años 90 premiaba a los programas con la mayor capacidad de atraer televidentes, se concentró a partir de 1998 en los dos nuevos canales privados, Caracol y RCN, quienes atrajeron a los anunciantes al venderles paquetes en diferentes franjas para sus anuncios y no en espacios puntuales.

Esta tendencia se hizo evidente a partir de 2002 con la entrega de los espacios de programación en el Canal Uno a cuatro concesionarios. Según cifras de Asomedios, en 2004 la torta para televisión ascendió a $810.636 millones de los cuales el 90,9% ($737.452 millones) fueron captados por los privados mientras que el Canal Uno solo recibió el 3,20% ($25.955 millones) y los canales regionales se hicieron con el restante 5,9% ($47.228 millones).

Con el paso de los años la repartición se convirtió en una característica intrínseca de la industria, y para 2012 la torta, de $1,10 billones, se dividió en 91,2% (más de $1 billón) para los privados, 5,72% ($63.394 millones) para los regionales y 3,04% ($33.713 millones) para el Canal Uno. La única ocasión en que un canal público logró aventajar a Caracol y RCN fue en los primeros meses del actual esquema de televisión, cuando el Canal A era liderado por el binomio de Carlos Mejía, de la comercializadora Mejía y Asociados, y Patricio Wills, de la productora RTI. Programas como Yo amo a Paquita Gallego, La mujer en el Espejo y Quiere Cacao captaron la atención de la audiencia nacional y de los anunciantes, pero en 2002 el Estado redujo de dos a uno los canales públicos en concesión, por lo que la pauta volvió encontrarse con cuatro firmas e intereses de programación distintos.

Las franjas que se consolidarán durante el primer trimestre de este año le permitirían a los cuatro arrendatarios superar este bache. “No pueden competir en la industria si no funcionan como un bloque. Con este acuerdo logran desarrollar ese concepto”, comenta Juan Carlos Gómez, consultor.

En esta primera batalla jugarán un papel importante las interpretaciones jurídicas. La más importante está consignada en el segundo artículo de la ley 680 de 2001, que delimita la actuación de todos los actores de la industria en el país. En su parágrafo 10, relacionado a los concesionarios públicos, establece que ninguno “podrá ser titular de más del 33% del total de horas dadas en concesión a un canal”, que “ninguna persona, natural o jurídica, podrá hacer parte de manera directa o indirecta de más de una sociedad concesionaria y hacer parte de más de un canal”, y que ninguno “podrá tener más de un informativo noticiero diario”.

Algunos jugadores de la industria consideran que si dichos límites no se respetan, se afectaría el equilibrio en la competencia consignado en 1995 con el nacimiento de los canales privados porque podría producirse un acuerdo de precios. Por otra parte, hay descontento con la decisión de la ANTV de prorrogar la concesión sin haber realizado, como dictaba la ley, una licitación de nuevas concesiones; de hecho, aseguran que los intereses de las compañías que habían esperado 10 años para participar en ese proceso, se vulneraron.

Esa será, precisamente, la segunda batalla. La ANTV, creada en 2012, recibió de su antecesora, la Comisión Nacional de Televisión, la renovación de las concesiones del Canal Uno. Fue un  proceso polémico, pues la ley establecía que los contratos originales a 10 años no podían renovarse pero una legislación posterior avaló la extensión de cualquier convenio en materia de comunicaciones. Entretanto, la autoridad contrató con la Universidad Nacional un estudio para definir las condiciones del mercado de cara a establecer los precios en una eventual licitación, que al final no entregó por falta de tiempo para análisis.

Ante el panorama, la ANTV extendió los contratos por 40 meses (poco más de tres años). “Es el tiempo fijado para estructurar una nueva licitación. Hasta entonces, los concesionarios programarán bajo el acuerdo de contenidos convenido y la entidad realizará la función de regulación”, dice Falla.

De esa situación provendrá la tercera batalla del Canal Uno. La televisión actual, con un crecimiento de dos dígitos en la cobertura de la televisión paga y audiencias repartidas en diferentes pantallas por el auge de contenidos móviles, cambiaron el ritmo de la industria. Aquel modelo de financiamento con anunciantes en señal abierta se ha complementado con presencia en medios virtuales y venta en el exterior de contenidos propios.

La nueva fórmula obliga a los jugadores relevantes a contar con una amplia billetera a la hora de competir. “La televisión abierta requiere demasiada inversión. Los concursos y realities que producen los canales privados son costosísimos y requieren de eventos grandes que atraigan televidentes, como el fútbol local o las eliminatorias a los mundiales. Si no hay un presupuesto demasiado grande, por más esfuerzos que realicen en programar conjuntamente, no se logrará atraer una gran masa de audiencia”, comenta Gómez.

Se estima que los presupuestos que hoy en día manejan tanto Caracol como RCN rondan los US$30 millones anuales. “Los canales son proyectos a largo plazo, con un tiempo mínimo de 10 años para recuperar la inversión”, agrega.

Pero todas esas dificultades no amainan las intenciones de los actuales concesionarios del Canal Uno. En palabras de Jorge Acosta, le apostarán a la carta más importante que tienen sobre la mesa: “Creemos que tenemos la facultad legal para solicitar una prórroga de nuestros contratos por otros 10 años. Mientras tanto, queremos demostrarle al país que podemos programar contenidos televisivos sólidos y atractivos”.

 

* El Espectador hace parte del mismo grupo de medios que integra Caracol Televisión.

Por David Mayorga

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