Para dónde vamos en crecimiento y empleo

El crecimiento del producto continuará cerca del 3 %, e incluso puede bajar, y el empleo seguirá en descenso.

Eduardo Sarmiento.
05 de enero de 2020 - 02:00 p. m.
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El país lleva cinco años en un proceso de crecimiento por debajo de la tendencia histórica y a estas alturas no ha dilucidado las causas. El comportamiento se atribuye a la caída tradicional de la demanda ocasionada por la contracción del gasto doméstico. La solución se ha buscado con las prácticas tradicionales de bajar la tasa de interés de referencia y el aumento del déficit fiscal. Como era totalmente previsible en la economía mundial de tasa de interés cero, el primer dispositivo resultó ineficaz. La baja de la tasa de interés al 4,25 % no afectó mayormente la actividad productiva. El mecanismo de la política fiscal resultó totalmente traumático. En condiciones de déficit en la balanza de pagos, el aumento de la producción se consigue a cambio de la reducción del empleo.

El efecto del fracaso de la apertura sobre la balanza de pagos ha resultado totalmente destructivo. El déficit en cuenta corriente pasó del 2 % al 6 %, luego se redujo al 3 % y volvió a aumentar hasta mantenerse en 4,3 % del PIB. Si a esto se agregan las importaciones no registradas por el contrabando, estaríamos bajo una cifra que supera los niveles mundiales de prudencia. El déficit en cuenta corriente propició, por conducto de la revaluación, una sustitución masiva del empleo nacional por importaciones en los últimos cinco años. En la actualidad, el empleo disminuye 2 % y deprime las remuneraciones de los sectores con salarios cercanos al mínimo.

El comportamiento histórico de la economía se modificó. La industria crece 1,5 %, la construcción de vivienda decrece 8 %, la agricultura crece 2 % y la minería 1 %. Las principales fuentes de crecimiento son el sistema financiero y el comercio de bienes importados. Paradójicamente, la dinámica del crecimiento proviene de dos sectores que usualmente se consideran residuales.

El desorden descrito se pretende arreglar con políticas fiscales que aumentan el consumo por encima del producto nacional. La más controversial es la Ley de Financiamiento para el crecimiento, en la cual se reducen los gravámenes al capital y a las empresas por más de $10 billones. La asimetría está a la vista. Por un lado, el déficit en cuenta corriente reduce el empleo y presiona el salario hacia la baja y, por el otro, el efecto sobre el producto nacional se evita o se esconde con el resquebrajamiento del orden fiscal. Se configura el típico modelo de crecimiento inequitativo.

El fracaso del Consenso de Washington configuró un cuantioso déficit en cuenta corriente que reduce el empleo y presiona el salario a la baja. El aumento del déficit fiscal mediante la reducción de los gravámenes a los grupos de altos ingresos aumenta el crecimiento a cambio de la reducción del empleo. Es precisamente lo que se observa en los últimos cinco años. Hace dos años, la economía crecía 2,3 % y el empleo 1 %. Ahora, el producto crece al 3 % y el empleo desciende 2 %. La elevación del crecimiento del producto se consiguió a cambio de la reducción del crecimiento del empleo.

Es claro que el desempleo en Colombia de los últimos dos años no es el resultado de las rigideces laborales, como lo señalan los críticos del aumento del salario por encima de la inflación. La causa es el Consenso de Washington, que propició economías que operan con déficit en cuenta corriente y presiones a la baja en empleo y salarios. La solución de fondo al estancamiento con desempleo no puede enfrentarse con determinaciones separadas. La reducción de los impuestos a los sectores de altos ingresos eleva el crecimiento a cambio de desempleo e inequidad.

Se entró en el proceso de financiar el déficit en cuenta corriente con déficit fiscal, que es un total despropósito en una economía con el elevado desajuste externo de Colombia. El aumento del déficit fiscal incrementa el déficit en cuenta corriente y en conjunto disparan el desempleo.

En esto hubo un serio error de cálculo. No se podía esperar que la deficiencia estructural ocasionada por el Consenso de Washington se pudiera compensar con la política macroeconómica convencional de la tasa de interés de referencia y del déficit fiscal. De hecho, se requerían modificaciones de fondo en el modelo económico y, en particular, en la estructura de comercio internacional. Solo de esta manera, la reducción del déficit en cuenta corriente y la coordinación del Banco de la República y el déficit fiscal garantizarían la reactivación de la producción con incremento del empleo.

No sobra señalar que el ajuste trasciende la capacidad de la política interna. La deficiencia de la balanza de pagos tiene alto contenido externo. Los países desarrollados siguen políticas que reducen la efectividad de los tipos de cambio y deprimen los salarios en los países en desarrollo. La transformación estructural se facilitaría con una acción conjunta de América Latina para denunciar y evitar las políticas foráneas que aumentan los déficits comerciales de la región y neutralizan el manejo cambiario.

El balance es gris. La política fiscal expansiva aumenta la actividad productiva a cambio de reducir el empleo. Por los demás, el bajo crecimiento no genera suficientes ingresos tributarios para cubrir el déficit fiscal. Al final, la economía tenderá a un estado de crecimiento por debajo de sus posibilidades, elevado desempleo y crisis fiscal. No hay más opción que rectificar el error de diagnóstico.

Las perspectivas para el año no son distintas a las actuales. El crecimiento del producto continuará cerca del 3 %, e incluso puede bajar, y el empleo seguirá en descenso. Por lo demás, la reducción de impuestos a los sectores altos, el aumento del desempleo y la baja del salario ampliarán los índices de pobreza y desigualdad y acentuarán el malestar social.

Los hechos se encargaron de demostrar que no es posible contrarrestar la deficiencia estructural ocasionada por el fracaso del Consenso de Washington con la ampliación del déficit fiscal proveniente de la baja de gravámenes al capital y los sectores de altos ingresos. Lo que se plantea es reducir el monumental déficit en cuenta corriente ocasionado por el fracaso del Consenso de Washington. Como se ha señalado en forma reiterada en este espacio, no existe otro camino para aumentar la actividad productiva y el empleo y extirpar los déficits gemelos.

Por Eduardo Sarmiento.

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