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Peluquerías: listas para reabrir, si las dejan

Este es un sector de particular interés en medio de la emergencia: mayoritariamente informal, presta servicios en todos los lugares de todas las ciudades, por lo que también absorbe de forma asimétrica los golpes por la crisis del COVID-19. ¿Qué dicen las personas que trabajan en él?

Lucety Carreño Rojas
29 de mayo de 2020 - 01:34 a. m.
En 1992, Marta Zoraida Leguizamón montó la peluquería Cosmetología Zoraida, en el barrio Marco Fidel Suárez, en Bogotá.
En 1992, Marta Zoraida Leguizamón montó la peluquería Cosmetología Zoraida, en el barrio Marco Fidel Suárez, en Bogotá.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada

Marisela Sáenz empezó a trabajar como manicurista en una peluquería cuando tenía 16 años, mientras terminaba su bachillerato. Después siguió aprendiendo del oficio y se preparó como esteticista y enfermera. Hace nueve años, junto con su esposo, Ómar Castañeda, y su hermana, Diana Sáenz, montaron la peluquería Talento y belleza, ubicada en el barrio Country Sur, en Bogotá.

Antes de la cuarentena decretada para prevenir la propagación del virus trabajaban 12 personas en el salón de belleza, que ganaban en promedio $1’600.000 mensuales. Sáenz cuenta que mantener su negocio con las condiciones actuales es muy difícil. “Ha sido muy duro sin poder trabajar porque toca seguir pagando arriendos, servicios y no hay ayudas del Gobierno. Estamos sin sueldos y a veces he trabajado a puerta cerrada para sostenernos. Estoy a la expectativa”.

En la misma línea se encuentra Marta Zoraida Leguizamón, quien en 1992 abrió el salón de belleza Cosmetología Zoraida, en el barrio Marco Fidel Suárez. Su esposo la motivó a poner su propio negocio y su hija, Daryl Steffany Lugo Leguizamón, le siguió los pasos. Ahora las dos trabajan en este lugar. “Desde muy pequeña me llamó la atención todo lo que tenía que ver con la belleza. Mi madre me enseñó gran parte de lo que sé, pero también estudié y obtuve mi título”, recuerda Lugo.

Según la hija de Leguizamón, este tiempo “ha sido un ejercicio de resiliencia. Hemos utilizado ahorros para pagar arriendos y servicios. También para mantener los pagos de los proveedores, porque había una deuda adquirida y un compromiso de pago que se venció durante la cuarentena”.

A pesar de la dura situación, tanto peluquerías como barberías se están preparando para el proceso de reapertura que, según los anuncios del Gobierno, podría comenzar a partir del 1° de junio. Esto en los lugares en donde el nuevo coronavirus vaya ralentizando su expansión. Sin embargo, según se conoció el jueves, en Bogotá y Cali se extenderá la cuarentena hasta el 15 y 14 de junio, respectivamente.

La decisión cambia el panorama para este tipo de establecimientos, que resultan particulares para analizar en la cuarentena, pues atienden a todo tipo de clientes, en prácticamente todos los estratos socioeconómicos, y concentran negocios informales y formales, y en cierta proporción a poblaciones como madres cabeza de familia que pueden ser más susceptibles a los coletazos económicos de la pandemia.

Hasta el momento de escribir esta nota no se tenía un protocolo oficial establecido por el Ministerio de Salud para la reapertura de este sector que, de acuerdo con Fenalco (gremio de los comerciantes), está compuesto por aproximadamente 70 mil establecimientos que prestan estos servicios y generan alrededor de 350 mil empleos, de los cuales se estima que el 72 % son informales y 28 %, formales.

Sin embargo, las peluquerías, salones de belleza y barberías se han preocupado por analizar y seguir los protocolos que se han establecido para los sectores que ya se reactivaron, así como los que se han implementado en estos establecimientos para países como Italia y España, y así estar preparados cuando llegue el momento de retomar actividades.

Por su parte, gremios como Fenalco y la Andi le han enviado al Gobierno propuestas de protocolos de bioseguridad para que el sector vuelva a funcionar, pues según los cálculos de Fenalco, las pérdidas de las salas de belleza, peluquerías y afines durante los dos meses que lleva el aislamiento serían de $960.000 millones.

Pérdidas que sienten negocios como el de Juan Carlos Vargas, uno de los fundadores y barberos de Don Juan Barbería, ubicada en Galerías, en Bogotá.

Se trata de un proyecto que lleva tres años y medio, y que nació con el objetivo de crear un espacio para el cuidado de la imagen masculina. “Este es un oficio del día a día. La barbería se ha visto muy afectada y hemos estado en casa viviendo de nuestros ahorros. Estamos sobreviviendo”.

Vargas agrega que “ni el Gobierno ni ninguna entidad se ha manifestado en cuanto a un beneficio, ayuda o subsidio. Decidimos no hacer domicilios, porque no hay un aval y el estar de casa en casa no nos permite brindar la seguridad que podemos dar en el local”.

Protocolos

Las peluquerías y afines cuentan que los protocolos de bioseguridad son necesarios en el negocio y que ya implementaban antes de la pandemia en cierta medida: prácticas como la separación de espacios de trabajo y la desinfección y el mantenimiento de sus herramientas. Sin embargo, por el COVID-19, y el riesgo que representa por el contacto físico, están implementado el uso obligatorio del tapabocas, trabajar con una capacidad del 30 % y atender solo con citas previas.

Además, cada peluquería consultada prepara sus propios protocolos para presentarlos a las autoridades locales cuando lo permitan. “Evitaremos las aglomeraciones y le pediremos al cliente que ingrese con tapabocas y una persona de nuestro personal lo va a guiar y le dará la explicación de las normas. Nosotros usaremos trajes de bioseguridad. Estamos esperando la luz verde, pero mientras tanto estamos adelantando”, comenta Vargas.

Por su parte, Lugo y su mamá cuentan con un profesional en salud ocupacional que les está ayudando en la elaboración del protocolo. “Estamos trabajando en el tema desde el ingreso del usuario, la desinfección de calzado y prendas de vestir con hipoclorito; la separación de áreas de trabajo con una distancia de más de dos metros; tapabocas, mascarillas y trajes de seguridad, y en un formato de reporte diario con los datos personales y antecedentes de salud del cliente”.

Lo digital como un alivio

A pesar de la difícil situación que enfrenta el sector, hay peluquerías y salones de belleza que aprovecharon para apostarle a lo digital y así sostenerse.

Alexandra Pérez es la propietaria de los salones Kasahstudio en Bogotá y en Neiva. Se enamoró de la profesión cuando tenía cinco años y acompañaba a su mamá al lugar de trabajo. “Conocí el mundo de la peluquería y la belleza, y lo empecé a ejercer practicando con mis compañeras del colegio. Estudié diseño gráfico, pero terminé trabajando en peluquería porque era lo que me apasionaba. Desde hace unos años vi la necesidad de capacitarme, por lo que viajé a Brasil y a otros países para especializarme”.

Después estuvo seis años trabajando a domicilio hasta que decidió montar una peluquería en el barrio Galán (Bogotá), pero era muy pequeño,, por lo que después de un año se trasladó al norte de la capital, en donde hoy tiene seis tocadores y un equipo de trabajo más grande.

Con el aislamiento cuenta que han buscado diferentes alternativas para sostener los gastos básicos de sus salones y que ha sido un tiempo para continuar capacitándose. “Primero estuvimos bloqueados y pensando en opciones para tener ingresos, o si podíamos reabrir y a medida que vimos que se iba alargando la cuarentena, tuvimos que reinventarnos de diferentes maneras”.

Pérez dice que ya manejaban redes sociales y a través de ahí incentivaron la venta de productos de belleza, pero agregando un asesoramiento personalizado de acuerdo con las necesidades de cada cliente. “Esto nos ayudó para gastos de arriendos, servicios y para los 12 profesionales aliados a nuestros salones. Ha sido difícil el tema de los ingresos, pero gracias a las alternativas de vender los productos por redes y asesorar a los clientes hemos podido entre todos repartir las utilidades, que han servido para costearnos durante la cuarentena”.

En cuanto a los protocolos, Pérez asevera que no es algo nuevo, pues en las peluquerías siempre los han exigido, pero implementará el lavado con agua y jabón de espacios y luego los desinfectará con los productos recomendados. “Nos hemos guiado por los lineamientos de la OMS y con la experiencia en otros países que han empezado a retomar la vida laboral. He tenido contacto con otros estilistas de afuera para tener presentes recomendaciones, porque ellos nos llevan unas semanas de avance para que nosotros tomemos los ejemplos”, agrega.

Por su parte, Franklin Ramos, reconocido en el mundo del entretenimiento nacional, tiene dos salones de belleza, uno en Bogotá y otro en Cartagena, en los que emplea a más de 40 personas. Cuenta que antes de la cuarentena venía implementando la migración a plataformas digitales y es lo que le ha servido para mantenerse con un 30 % de la capacidad de ingresos del negocio.

“Hemos estado haciendo estrategias digitales como la venta de productos a los clientes dependiendo sus necesidades. Les mandamos el kit de lo que necesitan, como una tintura, y el día que se lo van a hacer hacemos una videollamada para el acompañamiento paso a paso con uno de los profesionales de la peluquería”, dice el estilista que lleva más de 27 años en la industria.

Ramos explica que los estilistas durante 10 años han implementado protocolos de bioseguridad en las peluquerías, lo que le da tranquilidad porque no es un tema ajeno y sí una responsabilidad suya y con sus clientes. Dice también que es un buen momento para que los salones de belleza y afines se agremien para que así trabajen unidos y el Gobierno los tenga en cuenta.

Para apoyar al sector, la marca Henkel lanzó la plataforma digital ayudaatusalon.com para que los dueños de salones de belleza puedan ofrecer sus servicios a través de ésta de manera gratuita.

Sara Urrego Rueda, una joven de 23 años, es la dueña de Uñitas Pispas, ubicada en Bello, Antioquia. Un emprendimiento que comenzó hace siete años con 10 esmaltes cuando la ahora estudiante de Psicología tenía 16 años y seguía en el colegio.

Cuenta que sus primeras clientes fueron sus tías, su mamá y sus primas. Después, estudió en una academia para perfeccionar la técnica y empezó a hacer domicilios por Medellín. Actualmente, ha mantenido su negocio con ahorros. Ha utilizado las redes sociales para compartir el protocolo que va a implementar.

“Cuando la clienta llega se desinfectará sus zapatos en amonio cuaternario de quinta generación, que es el desinfectante que exige Secretaría de Salud. Procederé a tomar la temperatura con un termómetro de no contacto (si la temperatura de la clienta marca más de 38 grados esperaré cinco minutos, si persiste no atenderé a la persona y llamaré al área de salud encargada para que ellos me guíen en el proceso a seguir). Luego haré una desinfección por aspersión con alcohol en todo el cuerpo de la persona, la clienta se pondrá una máscara protectora de acrílico y descargará sus pertenencias en un lugar determinado incluyendo relojes, anillos y manillas que sean metálicos, luego se lavará sus manos con jabón de 30 a 60 segundos como mínimo y se secará con una toalla desechable. Posterior, llenaremos una planilla con los datos personales de la persona para así llevar un registro minucioso”, explica Urrego.

La manicurista asegura que usará uniforme antifluido de manga larga, tapabocas y guantes desechables que cambiará con cada cliente. Usará gorro y careta protectora de acrílico, se tomará la temperatura con cada cliente y sólo atenderá a máximo cinco personas por día.

Lucety Carreño Rojas

Por Lucety Carreño Rojas

Comunicadora social de Uninpahu, vinculada a El Espectador desde 2016. Periodista de moda y negocios. Directora de El Hilo, el formato audiovisual de moda de EE.@LucetyClcarreno@elespectador.com

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