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¿Por qué es urgente redistribuir las tareas del hogar y el cuidado?

La sobrecarga de estos trabajos sobre las mujeres impide, por ejemplo, que ellas puedan salir al sistema laboral (o hacerlo en mayor medida) a generar más riqueza. No atender el problema, debido al envejecimiento de la población, lo haría más costoso en el futuro.

23 de julio de 2020 - 01:41 a. m.
Actualmente, según las estadísticas del DANE, la población que más cuidados recibe es la menor de cinco años. En el futuro, por el envejecimiento de la población y la caída en la tasa de natalidad, la tendencia se moverá hacia los adultos mayores.
Actualmente, según las estadísticas del DANE, la población que más cuidados recibe es la menor de cinco años. En el futuro, por el envejecimiento de la población y la caída en la tasa de natalidad, la tendencia se moverá hacia los adultos mayores.
Foto: pixabay

En el Día Internacional del Trabajo Doméstico, que anualmente se conmemora el 22 de julio, el DANE y ONU Mujeres presentaron el informe “Tiempo de cuidados: las cifras de la desigualdad”, que llama la atención sobre asuntos ampliamente evidenciados, como la diferencia que hay entre la cantidad de participación y tiempo que dedican las mujeres a las tareas del hogar en comparación con los hombres (7 horas vs. 3 horas diarias en promedio, respectivamente). Sin embargo, también arroja luces sobre quiénes necesitan esos cuidados, por ejemplo, los niños y niñas menores de cinco años, y cómo esa población irá cambiando conforme el país “envejezca”.

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Según el informe, casi 30 % de las mujeres y 14 % de los hombres dan cuidados “directos”, como por ejemplo, ayudar a otro u otra a alimentarse (por ejemplo, a un bebé). “Quienes realizan cuidados directos en promedio tienen 33 años, aunque las personas que cuidan a menores de 15 años son más jóvenes que quienes cuidan a personas de 75 o más años”, indica el documento. Es decir, los cuidadores son en gran parte población en edad de trabajar en el sistema laboral.

El tiempo que las personas, principalmente las mujeres, destinan a los cuidados es tiempo que no pueden dedicar a generar ingresos. Es decir, por un lado, se afecta la autonomía económica de esas personas (lo que las hace más vulnerables, por ejemplo, a la violencia económica y a la desprotección en seguridad social) y, por otro, también se desaprovecha un potencial crecimiento económico (crecimiento del PIB tanto en oferta como en demanda): si esas personas pudieran dedicar su tiempo a labores que la sociedad sí reconoce con un salario tendrían, por ejemplo, más capacidad para consumir bienes y servicios.

El 46,9 % de las mujeres cuidadoras participan en el mercado laboral (es decir, reciben un salario). En cambio, las mujeres que no brindan cuidados en sus hogares presentan una participación laboral del 61,3 %: no ocuparse en cuidados posiblemente les hace más fácil salir a ocuparse en el sistema laboral remunerado. “Más aún la diferencia se amplía a 38 puntos (porcentuales) si se compara con la participación laboral de los hombres que no brindan cuidados, que asciende a 84,8 %”.

Por supuesto, la sobrecarga de trabajo de cuidados también “interfiere con el desarrollo de actividades en otras esferas de la vida, tales como el trabajo, el estudio, el autocuidado, el ocio o la recreación”, lo que afecta el bienestar de esas personas y las hace vulnerables a lo que se conoce como “pobreza de tiempo”. “El 65% de las mujeres que realizan cuidados directos y además participan en el mercado laboral viven en condiciones de pobreza de tiempo (comparado con 44,5 % de los hombres)”, dice el informe. Es decir: probablemente esas mujeres están soportando dos y hasta tres jornadas de trabajo, entre el que es remunerado y el que no.

En este punto, el informa llama la atención sobre el trabajo doméstico remunerado, como el que desempeñan las empleadas domésticas. Contar con este servicio “incide de manera muy importante en el tiempo de trabajo doméstico no remunerado que realizan las mujeres cuidadoras”, como limpiar la casa. “Esto, en definitiva, contribuye a reducir la carga de trabajo en los hogares. En este caso, las cuidadoras destinan 44 % menos tiempo al trabajo doméstico: 2 horas con 46 minutos diariamente, en comparación con 4 horas con 10 minutos cuando no cuentan con trabajadoras/es domésticas/os”, detalla el documento.

En el marco de la presentación de este informe, Piedad Urdinola, doctora en Demografía y profesora e investigadora de la Universidad Nacional, envió un mensaje contundente: al mantener la sobrecarga del trabajo de cuidado no remunerado sobre las mujeres, gran parte de ellas mujeres jóvenes, “el país y la economía están perdiendo”. La investigadora explicó que accediendo a servicios de cuidados remunerados, como guarderías, las mujeres podrían aumentar su participación en el sistema laboral remunerado. Esto tendría un doble beneficio: por un lado, se generaría un “sector dinámico” en la economía alrededor del cuidado (las guarderías generarían empleo formal, por ejemplo), mientras las mujeres —que en Colombia en promedio cuentan con más años de estudio—, con mayor participación en el mercado, harían de este un país más productivo.

Urdinola, además, señaló el momento histórico en el que estamos para hacer esa transición, por el denominado bono demográfico (una mayor proporción de población en edad de trabajar). Cuando el país “envejezca”, lo que es inminente ante las menores tasas de natalidad, no solo habrá una menor proporción de población en edad de trabajar, sino que los cuidados que hoy demandan sobre todo los niños y niñas menores de cinco años pasarán a necesitarlos los adultos mayores.

“La proporción de cuidados dirigidos a la población de 65 años y más se incrementará de manera considerable, lo que se traducirá a su vez en un incremento de la carga de cuidados total para la población cuidadora, no compensada por la reducción de la población menor de 15 años”, dice el documento presentado hoy.

Ante este panorama, el llamado de los estudiosos de estas problemáticas es, entre otros, a redistribuir estas labores, conscientes de la corresponsabilidad que tenemos todos en el sostenimiento y la reproducción de la vida. Sin olvidar, además, que cuando se habla de cuidadores y personas que reciben cuidados también se habla de derechos humanos. No se trata solo de equilibrar cargas entre hombres y mujeres dentro de los hogares, sino que la comunidad, el sector privado y de forma particular el Estado se involucren en el reconocimiento de las brechas actuales y en la provisión de los servicios de cuidado.

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