Razones de la marcha francesa

El reciente rechazo público al matrimonio gay refleja la impopularidad del presidente François Hollande y las consecuencias de su política económica.

Christopher Caldwell, Financial Times
01 de junio de 2013 - 09:00 p. m.
Según la policía, 150.000 personas se tomaron las calles para protestar por el matrimonio igualitario. / AFP
Según la policía, 150.000 personas se tomaron las calles para protestar por el matrimonio igualitario. / AFP

La multitud que marchó contra el matrimonio gay el fin de semana pasado en París fue grande, de al menos 150.000 personas. Eso es tan sólo la mitad de cuantos salieron a las calles en enero y marzo, pero hay una explicación: la controversia sobre el matrimonio homosexual, desde una perspectiva legislativa, se acabó. El primer matrimonio gay de Francia se realizó en Montpellier el miércoles. No obstante, siguen las marchas.
Manif Pour Tous, el grupo promotor, es un auténtico movimiento de raíces. Esta puede ser la movilización más apasionada en torno a un asunto doméstico desde 1984, cuando François Mitterrand se arrogó nuevos poderes para regular los colegios religiosos del país.

Entre los países donde se ha legalizado el matrimonio homosexual, en Francia se ha dado la más fiera resistencia. Los franceses están tan sorprendidos como cualquiera. El impopular presidente socialista, François Hollande, es el objetivo principal de los manifestantes, no sólo por forzar su aprobación en el parlamento, sino también por ignorar los problemas económicos para lograrlo. La oposición del UMP puede estar todavía más afectada. Su líder, Jean-François Copé, hizo un llamado para que marcharan todos los miembros del UMP, pero François Fillon, su archirrival, les urgió quedarse en casa. Ni siquiera Marine Le Pen, líder del populista Frente Nacional, vio venir el desacuerdo. Ninguna de las fuerzas políticas establecidas se beneficia de las protestas y eso es señal de que hay un problema.

Le Monde convocó recientemente a un simposio virtual sobre las protestas. La premisa del diario era que, aunque mal dirigidas, demostraban una admiración a regañadientes por el movimiento estudiantil de 1968. Algunos de los comentadores más inteligentes no estaban de acuerdo y se interesaron más sobre la frustración con el gobierno de Hollande. Jean-Pierre Le Goff, participante de las marchas hace medio siglo, comentó sobre la joven edad y la actitud pacífica de los marchantes de este año. Les reclamó a sus contemporáneos que quisieron imponer sus experimentos sociales sobre otros, calificando de reaccionarios a quienes no estuvieran de acuerdo. “Un día de estos la izquierda va a tener que admitir que esto está volviéndose más y más insoportable para una parte cada vez más amplia de la población”, dijo.

Las instituciones sociales reflejan las idiosincráticas ideas francesas en torno a la política y el sexo. La legalización del aborto en los años setenta no dejó las cicatrices que dejó en Estados Unidos. Francia no castiga a sus políticos por sus infidelidades. Generalmente ha sido tolerante hacia la homosexualidad. La ley Pacs, que permite las uniones civiles sin importar la orientación sexual, data del siglo pasado. Es erróneo interpretar estas marchas como motivadas por la intolerancia.
Un tema sexual, no obstante, ayuda a clarificar las protestas de una forma inesperada. Los franceses desconfían de la maternidad sustituta, en especial si involucra dinero. Creen que subordina la sexualidad a una ética capitalista. La maternidad no tradicional a menudo parece estar a un paso de la prostitución o de la esclavitud.

Los pensadores franceses no dividen el liberalismo en categorías de “bien” y “mal”, como los americanos. Los franceses tienden a ver los mercados libres y el amor libre como parte del mismo liberalismo. Quienes proponen el matrimonio gay están entonces en una posición difícil. Deben asumir muchos de los mismos argumentos que las élites han sostenido durante décadas, como que ciertas tradiciones son obsoletas, que ciertos códigos morales son ilógicos e injustos, que ciertas instituciones están hechas para proteger al pobre, aunque en realidad lo limitan, y que las fronteras son una barrera para la libertad.

Por eso es que los franceses están en las calles. El matrimonio homosexual es la prioridad preciada de un sistema político dirigido por las élites, con tan poca sustancia para ofrecerles a las clases trabajadoras y medias que el sólo proceso de aprobar la legislación lo desacredita. Si Hollande en algún momento aprobara un plan económico serio, es probable que los franceses también marchen contra él.
 

Por Christopher Caldwell, Financial Times

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