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La sabiduría de los financiadores masivos

Kickstarter, la red social para apoyar proyectos artísticos, se ha convertido en una revolución dentro de la economía moderna.

Gillian Tett / Financial Times
18 de agosto de 2013 - 09:00 p. m.
Perry Chen inició Kickstarter en abril de 2009. / EFE
Perry Chen inició Kickstarter en abril de 2009. / EFE
Foto: EFE - PETER FOLEY

A principios de este verano, Jennifer Siebel Newsom, documentalista nominada al Oscar, decidió que necesitaba US$80.000 para financiar su próximo proyecto. En otro momento habría podido acudir a los estudios de cine, a las firmas de activos privados o a inversionistas acaudalados. Sin embargo, Newsom hizo otra cosa: envió correos electrónicos a todas las personas que conocía a través de la red social Kickstarter y pidió donaciones. “Actualmente dirijo mi nueva película documental, La máscara en la que usted vive, que es el próximo filme en una trilogía sobre estereotipos de género, e igualdad y justicia para todos”, dijo en un correo electrónico que cayó a mi bandeja de entrada. “Por favor vea el corto y, si siente el deseo de hacerlo, ¡por favor DONE!”.

Bienvenido a un nuevo y curioso giro en la revolución de internet, que revela la naturaleza contradictoria de las tendencias sociales en el ciberespacio de hoy. Durante los últimos dos años, varias áreas de la vida empresarial y de la interacción social se han visto transformadas por internet. Las películas no son una excepción: si vemos una en estos días, leemos reseñas en internet, las discutimos en Twitter, compramos boletos para el cine a través del internet o las bajamos al disco duro.

Ahora la ciberrevolución está cambiando no sólo el consumo de las películas, sino también su producción. Hace cuatro años, un grupo de emprendedores estableció Kickstarter para permitir que los creativos que hacen películas, videojuegos, música o casi cualquier otra cosa se fijen una suma como objetivo y apelen a quienes los apoyan. Si se llega al objetivo, se recoge el dinero y Kickstarter recibe un 5%. Si no, nadie recibe dinero.

Visto a través del rígido prisma de la teoría de la economía racional y de los incentivos individuales, el concepto puede parecer extraño. La gente que opta por “invertir” en estos proyectos finalmente puede no obtener un beneficio financiero a cambio. Sencillamente gozan de un brillo filantrópico y unos cuantos “regalos”, como boletos gratis o cartas firmadas.

“Es sobre gente que apoya proyectos para que sean parte de sus vidas. No queremos que la gente mire los proyectos y diga: ‘¿esto logrará reunir dinero?’, sino: ‘¿es esto algo que quiero que exista?’”, explicó Perry Chen, su cofundador.

A pesar de esta ausencia de incentivo económico, Kickstarter ha demostrado ser muy popular y ha apoyado miles de películas y otras empresas creativas. Según las cifras de su portal, se reúnen aproximadamente US$5.000 por proyecto, con unas donaciones promedio de US$71. Y mientras la mayoría están enfocados en proyectos independientes, el portal ahora es utilizado por directores famosos como Spike Lee y Zach Braff, que reúnen millones de dólares. La semana pasada, el parlamentario británico George Galloway inició una campaña de 50.000 libras para financiar una película sobre Tony Blair.

¿Qué explica esto? A los fundadores de Kickstarter les gusta decir que sencillamente están continuando la larga tradición de la filantropía de grupo, aunque con un giro moderno y cibernético. “La Estatua de la Libertad fue financiada por colaboración en masa, al igual que Mozart”, insiste Chen. Los intercambios que se hacen en la red social ciertamente se ajustan al clásico patrón de la llamada “reciprocidad generalizada”, para utilizar una expresión creada por el antropólogo Marshall Sahlins, que se refiere a la práctica de contribuir en una forma más amplia al bien social: “comprar” armonía social sin esperar un beneficio económico.

Sin embargo, sospecho que hay aquí otra tendencia social: una reacción a algunas de las tendencias que se han desatado en el ciberespacio. En varios sentidos, el siglo XXI es una era de gran individualismo y eficiencia económica; o, si se quiere, una época de anonimia potencial, que es la palabra empleada por Emil Durkheim para describir la alienación moderna. No obstante, mientras que otras revoluciones cibernéticas a menudo intensifican la anonimia y la eficiencia económica, ésta también nos ofrece una forma de rebelarnos.

Por supuesto, esto también puede terminar siendo otra moda temporal, como tantos otros brillos de internet. Si hay algún gran debate jurídico en torno a Kickstarter (como de propiedad intelectual), el portal podría verse afectado. Incluso sin esto, algunas de las personas que apoyan Kickstarter están preocupadas porque directores como Spike Lee ahora utilicen el portal para negocios con los que buscan lucrarse.

Por ahora, la red sigue navegando la ola de la reciprocidad. Tan sólo durante la semana pasada, Jennifer Siebel Newsom anunció que había reunido US$101.111 en donaciones para su película gracias a 2.417 personas que la apoyaron (la mitad aportaron menos de US$35). Es un pequeño y esperanzador recordatorio de que la economía del libre mercado no siempre puede explicarlo todo en el mundo moderno; y por supuesto, de la forma como las revoluciones cibernéticas pueden sorprendernos a todos para bien y no sólo para mal.

 

Por Gillian Tett / Financial Times

 

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