Trump contra Harley Davidson

El enfrentamiento del presidente estadounidense con el fabricante de motocicletas revela los lados flacos de la estrategia de comercio internacional del mandatario.

Paul Krugman - The New York Times
01 de julio de 2018 - 08:48 p. m.
Bloomberg
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Harley-Davidson, el famoso fabricante de motocicletas grandes llegó a los titulares esta semana cuando anunció que sacaría de Estados Unidos parte de su producción en vista de la creciente guerra arancelaria entre ese país y la Unión Europea.

Donald Trump, por su parte, llegó a los titulares cuando atacó a una empresa “con la que he sido muy bueno”, acusándola de “haberse sometido” ante Europa. Así que amenazó con castigarla: “se les cobrarán impuestos como nunca”.

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En general desconfío de los análisis noticiosos —en particular, pero no únicamente, de aquellos sobre economía— que se basan demasiado en una anécdota supuestamente reveladora (como, por ejemplo, los análisis derivados de conversaciones con personas que apoyan a Trump en restaurantes). La verdad es que, aunque Harley-Davidson sea una suerte de icono, no es un actor tan importante en la economía estadounidense. Al final del año pasado su segmento de motocicletas empleó a unas 5000 personas; eso no es mucho en una economía en la que todos los días se contrata a alrededor de 250.000 personas.

No obstante, me parece que la noticia de Harley es una de esas anécdotas que nos dicen mucho. Es uno de los primeros ejemplos de los incentivos creados por la inminente guerra comercial trumpiana, que dañará a más empresas y trabajadores estadounidenses de lo que Trump o la gente alrededor suyo parecen darse cuenta. Es un indicador de las reacciones histéricas que podemos esperar del equipo de Trump a medida que se revelen las desventajas de sus políticas; una histeria que otros países seguramente verán como prueba de la debilidad fundamental de Trump.

Lo que los supuestos expertos de Trump tienen que decir sobre la controversia ofrece una nueva confirmación que nadie en el gobierno tiene la menor idea de lo que hace.

Sobre la guerra comercial: hasta ahora, estamos viendo solo las refriegas iniciales de algo que bien podría hacerse mucho más grande. No obstante, lo que ya sucedió no es cualquier cosa. Estados Unidos ha impuesto aranceles importantes al acero y el aluminio, que ocasionan que sus precios domésticos se disparen; nuestros socios comerciales, en especial la Unión Europea, han anunciado planes de represalias con aranceles a productos estadounidenses seleccionados.

Además, Harley es una de las empresas que sienten un apretón inmediato: está pagando más por su materia prima en tanto que enfrenta la posibilidad de aranceles a las motocicletas que exporta. Luego de ese apretón, es perfectamente natural que la empresa lleve parte de su producción al extranjero, a lugares donde el acero sigue siendo barato y las ventas a Europa no están sujetas a aranceles.

De tal modo que la estrategia de Harley es exactamente lo que se esperaría ver como resultado de las políticas de Trump y la respuesta extranjera.

Sin embargo, aunque eso es lo que se esperaría 

ver, y también lo que yo esperaría ver, aparentemente no es lo que Trump esperaba. Su visión parece ser que, como se codeaba con los ejecutivos de la empresa y les dio a sus accionistas un enorme recorte fiscal, Harley le debe fidelidad personal y no debería responder a los incentivos que sus políticas han creado. También parece creer que tiene el derecho de impartir justicia a través de castigos personales a las empresas que lo contraríen. ¿Estado de derecho? ¿Qué es eso?

Ahora bien, supongo que es posible que Trump en verdad logre intimidar a Harley-Davidson para que se retracte de llevar al extranjero parte de la producción de Estados Unidos. Sin embargo, por el momento no hay signos de eso.

De cualquier modo, estamos hablando de unos cuantos cientos de empleos de entre alrededor de diez millones que actualmente dependen de las exportaciones, pero que están en riesgo debido a las políticas de Trump. Entonces, si estamos hablando sobre una guerra comercial seria, hablamos de miles de pérdidas de empleos de la escala de Harley-Davidson. Ni Trump puede tuitear con la furia necesaria para impactar de manera significativa en problemas de tales dimensiones.

Así que, ¿qué tienen que decir los economistas de Trump de todo esto? Una respuesta es ¿qué economistas? Ya casi no queda ninguno en el gobierno. No obstante, por si sirve de algo, Kevin Hassett, el presidente del Consejo de Asesores Económicos, no está haciendo eco de la insensatez de Trump, sino que dice insensateces totalmente distintas. En lugar de condenar lo que Harley propone hacer, afirma que es irrelevante debido a la “cantidad masiva de actividad que regresa al país” gracias al recorte fiscal corporativo.

Eso estaría bien si fuera cierto, pero en realidad no estamos viendo mucha “actividad que regresa al país”, sino maniobras contables que transfieren capital corporativo de subsidiaras en el extranjero a la casa matriz, pero que, en general, “no producen actividad económica real”.

Así que el incidente de Harley revela la falta de información detrás de la política económica que abandera este gobierno; también revela otra cosa: la profunda debilidad en el núcleo de Trump.

Piénsenlo. Imaginen que son Xi Jinping, el presidente chino, quien ya les ha venido diciendo a los líderes de corporaciones multinacionales que planea “devolver el golpe” a los aranceles de Trump. ¿Cómo se sienten de ver a Trump gruñendo por unos cuantos cientos de empleos que quizá se pierdan debido a las represalias europeas? Seguramente el espectáculo hace que se inclinen por la línea dura: si un pinchazo tan pequeño altera tanto a Trump, hay muchas posibilidades de que se quede perplejo ante una confrontación verdadera.

Por lo tanto, la noticia de Harley, aunque cuantitativamente pequeña, nos dice mucho sobre lo que está por venir… y no es nada bueno.

Por Paul Krugman - The New York Times

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