Un país rico

En este texto, que hace parte de un libro editado por McKinsey & Company, el empresario reflexiona acerca de cuáles son las variables que pueden llevar a un crecimiento económico saludable y sostenido.

Simón Borrero (CEO y Fundador de Rappi).
15 de noviembre de 2019 - 02:55 a. m.
Reimaginando Colombia es un libro de Editorial Planeta editado por McKinsey & Company. / Getty Images
Reimaginando Colombia es un libro de Editorial Planeta editado por McKinsey & Company. / Getty Images

Una mirada rápida a las cifras de crecimiento de la economía colombiana en los últimos cuatro años muestra que, si bien ha mantenido tendencia positiva, no ha superado el 3 %. Esto implica que, en caso de seguir con la tendencia actual, la perspectiva de mejora en el PIB per cápita es remota y definitivamente a muy largo plazo. La obsesión debe ser doblar en la siguiente década los ingresos per cápita y generar oportunidades para millones. Es peligroso acostumbrarnos a ser un país pobre.

¿Qué hacer? Además de las lecciones que pueden darnos las economías asiáticas sobre crecimiento, también podemos inspirarnos en startups para sacar ideas. ¿Cómo hacer para que el país funcione más como una startup de alto crecimiento y menos como una organización burocrática y lenta?

En una startup hay tres cosas claves para lograr el crecimiento: adoptar la mentalidad correcta, articular la estrategia de crecimiento y aprovechar las tendencias mundiales para lograr saltos en crecimiento.

Adoptar la mentalidad correcta

Lo primero: creérsela

Cuando Rappi estaba aún naciendo, mis socios y yo visitamos Y Combinator en Silicon Valley, una aceleradora de empresas de tecnología de muy alta reputación, de cuyos programas salieron Dropbox y Airbnb, entre otras.

Estando allá nos percatamos de que la gente que teníamos al lado era igual a nosotros, no había ninguna diferencia esencial. Lo mismo ocurría con los ingenieros en Silicon Valley: no eran diferentes a los nuestros. Esto nos pareció muy extraño en ese momento, pero la verdad es que nuestros desarrolladores eran igual de buenos y esto nos daba razones para creer que éramos capaces de más. La diferencia estaba en el mindset, en la mentalidad de estas personas. Mientras ellos le apuntaban a hacer negocios de miles de millones de dólares, a las empresas colombianas nos daba miedo pensar así de grande. Es potente ver que personas iguales a uno están absolutamente convencidas de que se pueden “comer el mundo”, eso se transmite.

Así fue como entendimos que no había razón para que los colombianos no nos estuviéramos “comiendo el mundo”. Nos sirvió salir y compararnos, porque eso nos ayudó a “creérnosla”, a entender que podíamos lograr cosas tan grandes como las empresas de Silicon Valley. Colombia también necesita “creérsela”. Hay que dejar atrás esa mentalidad limitada y asumir una mentalidad de conquistadores: necesitamos metas mucho más ambiciosas de lo que se considera normal, elevar nuestro nivel de aspiración y ponernos la barra mucho más arriba como país.

Obsesionarnos con el crecimiento

Es evidente que la meta que nos debería reunir a todos como país es el crecimiento económico. Primero hay que crecer, porque así es como se saca a la gente de la pobreza y se transforman las sociedades. Lo mejor es que mientras se crece se van solucionando los problemas, porque el mismo crecimiento convoca más valor, más riqueza, más talento y más oportunidades.

Hay varios ejemplos en el mundo que demuestran esto. Uno de ellos es China, que pasó de un ingreso per cápita de 113 dólares en 1970, a 8800 dólares en 2018. En los últimos treinta años, China ha sacado a más de setecientos millones de personas de la pobreza. También están los casos de Corea del Sur (cuyo PIB per cápita pasó de 279 dólares en 1970 a 29700 dólares en 2018) y Singapur.

Colombia debe adoptar también esa mentalidad de crecer aceleradamente. Gran parte del éxito de Rappi es que hemos logrado enfocarnos todos alrededor del crecimiento. Creemos en él, pues ya hemos visto cómo nos trae bienestar en todo sentido, tanto personal como económico, porque hay más posibilidades para todos a medida que crecemos. Nuestra mentalidad, disciplina y foco son parte del éxito de la compañía.

Comportarnos como accionistas

En Rappi tenemos una gran ventaja: muchos empleados tienen stock options  o acciones en la empresa. Esto hace que actúen como dueños y, si alguna persona o situación entorpece o frena algún proceso, los demás se levantan para llamar la atención sobre el particular, solucionar el tema o evitar que suceda. Nadie se hace el distraído porque todos tienen algo que perder.

De la misma manera, como colombianos necesitamos entender que también poseemos acciones en el país, aunque no nos resulte claro cuántas. Nos tiene que doler que el país no crezca, que esté más endeudado, o que las exportaciones se caigan.

Hay que lograr que los colombianos vean más claramente cómo se comportan esas acciones que poseen en el país. El gobierno, por ejemplo, podría decir: “Todos los ciudadanos entre 18 y 35 años van a tener acciones que podrán canjear por cierta cantidad de dinero para la educación de sus hijos, y ese beneficio va a estar condicionado a un crecimiento de la economía del 7 por ciento por diez años”. O también, “Si el país crece al 7 por ciento durante diez años seguidos, los ciudadanos podrán tener educación gratuita hasta los 18 años”. ¿Quién no quiere educación gratuita?

Pero para que un país pueda hacer eso hay que tener con qué. Si crece el país, hay más riqueza y nos va bien a todos. Es válido poner a la gente a soñar y trabajar por esos sueños. Lo que no es válido es dar subsidios o beneficios para todos, si no podemos pagarlos, o si no es sostenible porque aún no nos los hemos ganado como país.

Aprovechar los aspectos psicológicos del crecimiento

Siguiendo con la analogía empresarial, es importante demostrar que sí se puede, pues los dividendos psicológicos son muy valiosos. En el caso de Rappi, tenemos la responsabilidad de crecer a una tasa específica y mostrarles a nuestros colaboradores —con el ejemplo, la determinación, la creatividad y la energía— que las metas no son sueños, sino que se pueden lograr si nos alineamos, priorizamos y ejecutamos.

Por esto, cuando en el país algunos frenan el crecimiento, deberían escuchar la voz de todos. Los que solo se quejan, o ven lo negativo en todo, nos están frenando. Necesitamos actitud constructiva y práctica. Un par de años creciendo al 8 por ciento nos van a traer mucho optimismo a todos y nos van a ayudar a demostrar que con ese crecimiento las oportunidades de todos aumentan.

Enfocarnos en el crecimiento nos hace poner la atención afuera, nos hace compararnos con otros países, pensar en grande. Los colombianos podríamos dejar a un lado discusiones internas que no tienen nada de estratégicas y alinearnos con lo que nos hace o no crecer.

El rol de los medios de comunicación es importante para crear un país que piense en grande. Los medios son claves para construir una cultura en la que se valore el emprendimiento, en la que no se premie a los perezosos, ni a los que solo se quejan, en la que se recompense a los que construyen valor y ayudan al país a crecer económicamente. Necesitamos medios de comunicación que no premien a los políticos que no tienen planes estratégicos para crecer y que, además, les pidan a los políticos que hablen del crecimiento con la seriedad requerida.

Emprender acciones concretas para articular la estrategia

Medir a los gobernantes por su generación de riqueza

Para que el crecimiento sea un compromiso de gobierno, también hace falta que la sociedad civil mida a sus gobernantes por la generación de riqueza y de valor real, que es lo único que construye un largo plazo con mayor bienestar para todos. De no ser así, en vez de trabajar para el futuro de todos los colombianos, esos gobernantes podrían optar por darles subsidios a unos pocos, o hacerse los de la vista gorda con los problemas que deben solucionarse a fondo, con tal de no perder popularidad.

Imaginemos que nombramos a los directivos de Rappi mediante elecciones. Tenemos un candidato que empuja a la gente a crecer, a construir valor, a salir de su zona de confort, a trabajar duro, y por otro lado, un candidato que ofrece doblar el sueldo a todos, disminuir la jornada a la mitad y dar beneficios varios, así no haya de dónde. Si los empleados no tienen acciones es muy posible que elijan los subsidios. Si los empleados tienen acciones de la empresa, piensan como socios a largo plazo y entonces todo cambia.

Priorizar e invertir de forma táctica

¿Cómo hacer para crecer más del 8 por ciento con nuestras limitaciones, nuestras carencias de infraestructura, nuestros problemas de endeudamiento? Lo primero es priorizar. Los que somos empresarios sabemos que es necesario hacerlo, porque los recursos son escasos y no se le puede apuntar a todo al mismo tiempo. Hay que impulsar los proyectos que de verdad mueven la aguja.

Si nuestra prioridad es el crecimiento, por ejemplo, debería haber un “superministro” enfocado únicamente en pensar cómo hacemos para crecer al 8 % anual como meta, que se ocupe de priorizar las iniciativas y hacer todo lo necesario para que se ejecute y se logre el objetivo; alguien obsesionado con buscar de dónde van a salir los billones que nos hacen falta.

El PIB de Colombia es de un poco más de US$320.000 millones. Para crecer al 3 % se necesitan US$10.000 millones adicionales. Para crecer al 8 % se necesitan otros US$17.000 millones. ¿Quién es el líder en Colombia que está a cargo de conseguir esos US$17.000 millones extra? ¿Quién está empujando los proyectos que sumen ese mínimo valor este año y nos ayuden a salir de la pobreza? No vamos a salir de pobres sin desarrollar estos proyectos adicionales. No vamos a salir de la pobreza criticándonos entre nosotros; el dinero no va a venir de los políticos, el dinero va a venir del mercado y debemos competir en el plano internacional y ganarnos esos recursos.

Tener buenas intenciones no es suficiente, los políticos que quieren regalar dinero o dar subsidios populistas nos hacen daño a largo plazo. Se necesita tener una estrategia. En vez de poner pañitos de agua tibia a la sociedad, se necesitan decisiones con mentalidad de largo plazo, que realmente marquen una diferencia, que nos vuelvan un país rico de verdad.

La diferencia entre buenas intenciones y táctica

En vez de darles cuatro horas de inglés a la semana a todos los estudiantes del país —que no es suficiente para que ninguno sea realmente bilingüe—, podríamos dirigir ese presupuesto a solo 300 000 estudiantes, los mejores académicamente. Con el presupuesto disponible para darles cuatro horas de inglés a todos los estudiantes del país, tendríamos 300 000 estudiantes que son realmente bilingües por recibir cursos intensivos que les cambian la vida y pueden cambiar la trayectoria del país.

De ese grupo, se podrían encauzar 50 000 personas hacia el sector turismo, con becas o programas especiales de estudio; otras 50 000 pueden trabajar en call centers cien por ciento bilingües, que cumplan la promesa de Colombia como la capital de las bpos del mundo occidental, y 200000 más, los mejores en matemáticas, podrían recibir incentivos para estudiar programación con el currículo que necesitan las compañías de Silicon Valley, de manera que se vuelvan programadores en solo 12-14 meses.

Al final de ese período, las personas que estudiaron programación se podrían ganar 3000 dólares al mes, y les habría cambiado la vida no solo a ellos sino a todas sus familias. Además, se habría comenzado a construir el crecimiento del país, pues 200 000 personas ganándose 3000 dólares al mes, y exportando sus servicios, son más de 7200 millones de dólares anuales. Esto sería el segundo rubro de exportación más importante después del petróleo, junto con el carbón, y nos daría la posibilidad de participar en la nueva economía.

¿Quién les está diciendo a los jóvenes buenos en matemáticas que estudien programación en vez de contaduría? ¿Quién está guiando a los jóvenes para que estudien lo que el mundo necesita?

Imaginémoslo: si con un solo plan a tres años, en un solo ámbito, podemos incrementar el pib en ~2 por ciento (7200 millones de dólares adicionales), ¿no será que podemos llegar a ese 8 por ciento pensando en otros megaproyectos?

Otro “mango bajito”, como se dice, es ser estratégicos con el turismo: hoy se promueve el ecoturismo como tendencia, pero si le apuntamos a proyectos enormes, necesitamos a muchos de estos 500 000 nuevos colombianos bilingües trabajando en nuevos hoteles de gama alta, de lujo, de esos que atraen turistas que pueden gastar 5000 dólares en sus vacaciones en Colombia, en vez de traer turistas que gastan apenas 100 dólares por vacaciones.

No permitir que negocien con el dinero de otros

Fijémonos en Chile: allá no se negocia el crecimiento económico de ninguna manera, sea que el presidente venga de izquierda o de derecha. La meta país siempre es conservar o aumentar los índices de crecimiento y los gobernantes han entendido que eso también les da gran popularidad.

Sin embargo, aquí en Colombia tenemos todavía mucho camino por recorrer en ese aspecto. Miremos, por ejemplo, el caso del sector de la minería, donde ha habido compañías extranjeras que han ofrecido hacer exploración cumpliendo con todos los estándares exigidos, los más modernos que tenga la industria a escala mundial. Pero en varios lugares no ha sido posible, porque no se hacen las cuentas de cuántas personas podríamos educar con esos recursos y falta determinación para desarrollarlos.

En mi opinión, esto no debería estar sucediendo. Las divisas que el sector extractivo puede aportar y lo que eso puede significar para el crecimiento son de todo el país y no solo de una comunidad. Algo similar ocurre con el fracking, que les está dando crecimiento a otros países y empleo a otras economías, y sin embargo, nosotros nos seguimos preguntando si aquí se puede hacer. El fracking necesita un rebranding, pues no solo nos ayudaría a crecer las exportaciones, sino que nos bajaría el costo de energía en el país, ayudándonos a volvernos más competitivos en otras industrias. Estimo que hay que definir en dónde sí se pueden establecer estándares ambientales, pero hacer que avance el tema y no se frene el crecimiento.

Hay cosas obvias que debemos hacer para crecer aparte del fracking (o hydro-drilling, que suena más bonito), por ejemplo: vender activos y acciones de empresas del Estado, entregar concesiones de aeropuertos y vías y hasta venderles tierra a los chinos para que traigan inversiones. Pero muchas de estas cosas no se hacen porque hemos sido malos para comunicar lo importante que es el crecimiento para poder crear oportunidades para todos. Los políticos que de verdad estén interesados en el bienestar futuro de Colombia deberían impulsar esto y educar a las cortes.

Aprovechar las tendencias mundiales para lograr saltos en el crecimiento

Atraer mucha más inversión

Pienso que ese “superministro de crecimiento”, de un país obsesionado por crecer, tendría que estar “levantando plata” en todo el mundo. Pero a fin de conseguir esa inversión, esos recursos, hay que demostrar que las condiciones están dadas para que los inversionistas puedan obtener los retornos que esperan.

Lo más obvio es la certidumbre jurídica, a fin de que las empresas puedan estar seguras de que las reglas del juego son claras y van a ser constantes, y no que una nueva reforma fiscal va a cambiarlas, incrementando los impuestos. De hecho, como algo táctico, los impuestos podrían bajarse a condición de que se generen miles de empleos. Cualquier mecanismo que les dé certeza a las compañías extranjeras sobre las condiciones favorables para la inversión es esencial para atraerlas y el país debería enfocarse en crearlo.

Hay varios ejemplos de este tipo de política económica. Uno muy bueno es el ya citado Singapur, cuyo ingreso per cápita se estima que llegará a los 138 000 dólares en 2050. Con un marco jurídico y tributario favorable, y una economía abierta, le apostaron a atraer capital extranjero para desarrollar el sector secundario (dada su mínima disponibilidad de recursos naturales y terreno) y tuvieron éxito.

También hay que perder el miedo a “diluirnos”, es decir, a permitir que empresas extranjeras entren y se hagan cargo de unos recursos naturales que son “nuestros”. Si nosotros no los podemos explotar y pasa el tiempo y nuestra gente sigue en la pobreza, no parece tener sentido. Esos recursos podrían transformarse en riqueza que redundaría en beneficios y mejores condiciones de vida para los ciudadanos.

De igual manera, necesitamos asumir más riesgos. Por temas regulatorios, los fondos de pensión locales no pueden invertir en startups nacionales ni internacionales. Colombia entera debería estar invirtiendo en startups. No solo por el impulso que esto le daría a la economía, sino porque este tipo de empresas pueden dar un buen retorno a mediano y largo plazo, muy superior a los tes que todos se desviven por conseguir.

Actuar con rapidez y decisión

Existen muchas alternativas de las que el país podría echar mano para abonar el camino al crecimiento, pero hay que poner manos a la obra ya mismo. Por ejemplo, Colombia no se ha percatado de que estamos a diez años de volvernos un país pobre a perpetuidad. El mundo va a comenzar a funcionar por inteligencia artificial y aprendizaje automático de máquinas y, así como vamos, seremos analfabetas dentro de esta nueva realidad, si los jóvenes no aprenden a programar.

Nuestra única esperanza es aprender a hablar código, es decir, tenemos que educar a la gente para lo que habrá demanda mundial: la programación. No digo que haya que enseñarles a todos, sino que lo hagamos de forma estratégica, como expliqué antes. La táctica es lograr el crecimiento y, con los recursos conseguidos, seguir creciendo y multiplicar las oportunidades después.

Tampoco podemos estar tan aislados de donde están pasando las cosas. Necesitamos conectar las economías asiáticas con el país. Venir a Colombia desde Asia implica al menos veinticinco horas de vuelo por las escalas, una tortura para los millonarios chinos. Deberíamos facilitarles el viaje a Colombia, así sea vía México, con escalas, sin cambiar de avión y con muchas comodidades, para motivar que vengan a conocernos y a hacer negocios en el país.

Si nos acercamos a China, que va a estar liderando en inteligencia artificial, y les mostramos nuestros esfuerzos y las posibilidades, seguramente la próxima vez que vengan a Chile o a Brasil pasan por Colombia y, poco a poco, conseguiremos que inviertan aquí. De hecho, aunque la prioridad la tiene el inglés, también deberíamos estar impulsando el estudio del mandarín.

En el mundo hay grandes oportunidades en los temas de biotecnología y genética. Si nos movemos rápido, podríamos capitalizarlas. Se podría, por ejemplo, promover el montaje de laboratorios de experimentación para los científicos que están abanderando estos temas, promulgar leyes que motiven este tipo de investigación y atraer la inversión extranjera necesaria para construir esas instalaciones y mantenerlas en operación.

El gobierno también podría crear fondos de emprendimiento para estimular que las startups de diversos tipos creen valor y después sean presentadas al Softbank y a otros inversionistas. Con ese respaldo, podrán convertirse en compañías internacionales y crecer a ritmo acelerado.

Debemos convertir a Colombia en un país idóneo para la inversión extranjera y aprovechar las oportunidades que estratégicamente puedan aportarnos saltos de crecimiento importantes, fijándonos en las tendencias mundiales, pues de la rapidez con que lo hagamos dependen nuestras oportunidades de llegar a ser un país rico.

***

En definitiva, necesitamos que la gente crea que podemos crecer más, escoger una meta de crecimiento ambiciosa alrededor de la cual toda Colombia se reúna y apoyarla, comportándonos como accionistas del país, para que, sin importar quién esté sentado en las oficinas públicas, esa meta siga siendo nuestro norte.

El legado para nuestros hijos debe ser dejarles un país rico. Los países ricos tienen problemas de ricos, mientras que los problemas de los países pobres son dramáticos. Pero nuestros problemas se resuelven creciendo.

*Apartes de un capítulo de Reimaginando Colombia, libro de Editorial Planeta editado por McKinsey & Company.

Por Simón Borrero (CEO y Fundador de Rappi).

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar