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Las clases de cálculo, en la huerta

En una escuela rural del Quindío, el profesor de matemáticas Noé Sánchez enseña a modelar cultivos en computador mientras aprende de sus estudiantes técnicas de abono y siembra.

Angélica María Cuevas Guarnizo
16 de mayo de 2015 - 03:23 a. m.
El ingeniero electrónico de la U. del Quindío José Noé Sánchez fue premiado por el Ministerio TIC. / Angélica María Cuevas
El ingeniero electrónico de la U. del Quindío José Noé Sánchez fue premiado por el Ministerio TIC. / Angélica María Cuevas

“Si mis alumnos no pueden llevar mi clase de matemáticas a la realidad del campo, entonces no les estoy aportando mucho. Quiero que sepan que aquí  pueden aprender las bases para constituir una empresa campesina sostenible. Les he enseñado a modelar los cultivos con aplicaciones digitales y a utilizar principios de cálculo para obtener siembras más ordenadas, y por otro lado ellos me han enseñado qué es una plántula, cómo debe cuidarse, qué abono le sirven. La huerta es nuestro laboratorio de matemáticas aplicadas”, dice José Noé Sánchez, ingeniero electrónico de la Universidad del Quindío y profesor de cálculo de la Institución Educativa Naranjal.
 
La escuela, ubicada en Quimbaya (Quindío), queda a una hora por tierra de Armenia y se encuentra en medio de haciendas que a su vez están atiborradas de árboles de café y matas de plátano. Sus alumnos son los hijos de quienes cuidan esas fincas.
 
En Naranjal hay estanques con más de 2.000 peces de cultivo, huertas de lechugas y cebollas, una conejera con más de 15 animales, dos marranas gigantescas, un cerdito, un lombricultivo y un semillero de plantas. Las clases se intercalan entre los salones con pupitres, la sala de cómputo, la cancha de fútbol, la huerta y la marranera.
 
En diciembre pasado el proyecto Agromatic, liderado por el “profe” Noé, fue reconocido por el Ministerio de las TIC como la mejor idea de innovación en pedagogía con tecnologías de la información aplicadas y recibió el premio Educa Digital Colombia.
 
Agromatic busca aprovechar aplicaciones de realidad aumentada para desarrollar técnicas de modelación de cultivos campesinos. Al aplicar algoritmos matemáticos para diseñar las huertas y utilizar el cálculo para planear el mantenimiento del cultivo, la carga de abono necesaria y los tiempos que una plántula debe estar en un semillero, el programa ha permitido que las huertas de la escuela sean más productivas.
 
Este logro permitió que Noé hiciera parte del programa de formación docente de Computadores para Educar, con el que el Ministerio TIC ha capacitado a 222.000 maestros en la manipulación de aplicaciones digitales.
 
“Si los alumnos entienden que los procesos en la agricultura pueden sistematizarse, sabrán que una finca puede ser una empresa. Ellos son los futuros administradores del campo colombiano y este es el punto de partida para que conformemos en la escuela una empresa sostenible”, dice José Noé Sánchez.
 
Agromatic es hijo de otra iniciativa promovida por Noé y el rector Gerardo Burgos: Tecnonaranjal, un semillero de investigación que lleva un par de años avivando la curiosidad de los alumnos por encontrar solución a los problemas de las fincas a través de la experimentación.
 
“En la conejera estamos intentando producir abonos y herbicidas a partir del orín de los animales. También hay dos niñas que quieren crear una técnica para teñir la piel del conejo sin degradar el medio ambiente. Una meta es ingeniarnos un sistema de riego automatizado para la huerta. Yo, con la ayuda de Noé, ya tengo una aplicación en mi celular para manejar la motobomba del estanque de tilapias; así puedo controlar la presión del agua que reciben los peces”, dice el profesor de agricultura Isnardo Rivera.
 
El rector Gerardo Bedoya explica que estos programas han mostrado avances, no sólo en la vida cotidiana de los estudiantes, que aplican los conocimientos en sus casas, sino en los resultados de las pruebas Saber 11°. En 2014 la escuela dobló los puntajes que obtuvo en matemáticas en 2012. “Necesitamos llamar la atención del Estado para que entienda que vale la pena invertir en estos muchachos. Hemos tenido avances importantes haciendo muchos esfuerzos ¿Qué sería de estos niños si tuvieran mejores condiciones?”, dice el rector.
 
Para Fernando Bedoya, director del programa Computadores para Educar, del Mintic, lo más destacable de esta propuesta es que los maestros han comprendido que las tecnologías de la información “deben aplicarse para facilitarle a la gente su vida cotidiana, para ayudar a superar la pobreza e impulsar nuevas estrategias productivas. Naranjal es un ejemplo para todas las escuelas rurales del país”.

Por Angélica María Cuevas Guarnizo

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