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Las medidas de bioseguridad (desactualizadas) para regresar al colegio

Dentro de las medidas que deben adoptar los colegios para regresar a las clases presenciales hay varias que la ciencia ha demostrado ser poco útiles.

10 de febrero de 2021 - 02:00 a. m.
Hay 9.300.000 estudiantes y 445.000 docentes en Colombia. Un 79% enseña y se educa en instituciones públicas. / AFP
Hay 9.300.000 estudiantes y 445.000 docentes en Colombia. Un 79% enseña y se educa en instituciones públicas. / AFP
Foto: AFP - LUIS ROBAYO

En septiembre, el Ministerio de Salud aprobó la Resolución 1721 de 2020, que pauta en qué condiciones volverán los colegios, jardines infantiles y universidades públicas y privadas a clases semipresenciales, bajo el modelo de “alternancia”. Desde ese mes, algunas instituciones educativas, en su mayoría privadas, han aplicado el modelo de alternancia para regresar a clases. A la fecha no hay cifras nacionales, pero en ciudades como Bogotá hay 970 colegios que volvieron a la presencialidad, 550 de los cuales son privados.

Volver o no a clases (y qué tanto es conveniente) ya ha sido terreno de disputa entre sindicatos como Fecode, las secretarías de Educación, las instituciones educativas y los padres de familia. Pero tal vez lo más preocupante ha sido el significativo aumento en la deserción escolar por cuenta de la pandemia. De acuerdo con el Ministerio de Educación, 102.880 estudiantes se han retirado de sus procesos educativos en 2020, según el registro de matrícula Simat, lo que equivale a un 1,1 % del total de estudiantes del país.

De allí la urgencia. A la dificultad y el costo de adaptar los colegios a las medidas, y de hacer que los niños y las niñas que regresaron al colegio cumplan con el correcto uso del tapabocas y el lavado de manos constante, se suma la inefectividad probada de muchas de las que están aprobadas en esa resolución, y que son de obligatorio cumplimiento para el regreso.

Incluso, el Nodo de Salud Ambiental y Ocupacional de Colombia le pidió al ministro de Salud revisar los protocolos de bioseguridad que se están implementando en el país para la prevención del contagio del nuevo coronavirus, porque aunque estaban actualizados en septiembre del año pasado, la velocidad a la que avanza la investigación científica sobre COVID-19 tiene algunas de las pautas para colegios desactualizadas.

Lo primero que menciona la carta es que al momento de publicar la resolución no se tuvo en cuenta que el coronavirus es transmitido por aerosoles.

La Organización Mundial de la Salud publicó un informe en donde reconocía que los aerosoles son el principal mecanismo de transmisión, pero eso implicaría medidas distintas para que las personas puedan compartir en espacios cerrados, desde gimnasios y restaurantes hasta las aulas.

Una de las medidas para este fin es asegurar buena ventilación en espacios interiores, además de la distancia de dos metros entre personas, pero para poder monitorear los niveles de CO2 como indicador de la calidad de la ventilación. Los dispositivos de filtración sí están contemplados en la resolución, al igual que las medidas como el distanciamiento físico y la adecuación de instalaciones para el lavado frecuente de manos, pero tener medidores de CO2 (que pueden costar cerca de $180.000) en las aulas no.

Shelly Miller, profesora de ingeniería mecánica en la Universidad de Colorado trabajó durante meses para controlar la transmisión de enfermedades infecciosas transmitidas por el aire en interiores en su universidad, en las escuelas de sus hijos e incluso en los juzgados de una ciudad de Alaska.

Dentro de sus consejos (compartidos en el medio de tecnología Inverse) dice que si bien la tasa exacta de aire en un recinto depende de la cantidad de personas y el tamaño de la habitación, la mayoría de los expertos consideran que aproximadamente seis cambios de aire por hora son buenos para una habitación de 3x3 metros con tres o cuatro personas en ella.

En exteriores, los niveles de CO2 están apenas por encima de las 400 partes por millón (ppm). Una habitación bien ventilada tendrá alrededor de 800 ppm de CO2. Un poco más alto que eso es una señal de que la habitación podría necesitar más ventilación (pero sin medidores no hay forma de saberlo).

El año pasado, investigadores de Taiwán informaron sobre el efecto de la ventilación en un brote de tuberculosis en la Universidad de Taipéi. Muchas de las habitaciones de la escuela estaban subventiladas y tenían niveles de CO2 superiores a las 3.000 ppm. Cuando los ingenieros mejoraron la circulación del aire y obtuvieron niveles de CO2 por debajo de 600 ppm, el brote se detuvo por completo. Según la investigación, el aumento de la ventilación fue responsable del 97 % de la disminución de la transmisión.

Por otro lado, la desinfección de superficies, que también está contemplada en las medidas del Minsalud, no es efectiva para reducir la transmisión y causa una falsa sensación de seguridad. En julio, microbiólogos de la Facultad de Medicina de Rutgers (New Jersey) analizaron la evidencia en torno a los fómites (es decir, objetos inanimados que al contaminarse con algún patógeno tienen la capacidad de transferir dicho patógeno de un individuo a otro).

Se dieron cuenta de que no había pruebas de que el SARS-Cov-2 se pase de una persona a otra a través de superficies contaminadas, por lo tanto, los tapetes desinfectantes, el alcohol en las suelas de los zapatos y la desinfección del mercado son poco útiles. Incluso, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos apuntó sobre los fómites que “no se cree que sea la forma principal de propagación del virus”.

Por ahora, adoptar estas medidas es obligatorio para quienes quieren reabrir centros educativos, y muchos estudiantes comenzaron clases semipresenciales en algunos colegios y universidades. Sin embargo, cabe anotar que los colegios urbanos le llevan ventaja a los colegios rurales en preparación.

La profesora Yurany* enseñó en la vereda Herrera Río Blanco hasta mediados del año pasado, y hasta hace poco comenzó a trabajar en El Guamo (Tolima). En ambos colegios sus estudiantes no tenían internet fijo en casa, o compartían el celular con sus padres y hermanos, o no tenían datos suficientes para conectarse a una clase en plataformas virtuales. “El colegio resolvió entregar guías de estudio para trabajo autónomo en casa orientar a los papás a través de teléfonos. Pero si un niño tiene una duda me llama a las 9 pm porque a esa hora se desocupa el celular de su casa. Puede ser desgastante, y queremos volver, pero no están dadas las condiciones”.

Según contó, algunas secretarías de Educación como la del Tolima están en proceso de entrega de más de 24.000 Sim Cards a sus estudiantes para tener mejor acceso a la virtualidad, otra estrategia que demuestra que por ahora la ruralidad continuará fuera de las aulas. Otras, como la Secretaría de Educación de Caquetá, fecharon el 1 de marzo como el día de regreso a las aulas.

De acuerdo con Luis Ramírez, profesor de la Institución Educativa Rural Avenida El Caraño, en Florencia, “ya nos han llegado implementos como jabón, tapabocas, y lavamanos portátiles. Vamos a volver en el modelo de alternancia porque los muchachos lo piden y porque no se puede sostener más lo virtual si hay casas en donde no hay ni un celular para cinco niños estudiantes”.

Aunque en promedio cada secretaría recibió unos 1.200 millones por parte del gobierno central para la adaptación de os colegios, podría quedarse corto pronto. De acuerdo con los cálculos de Ramírez, una sola sesión de clases puede costar $70.000 (cuando antes de la pandemia la preocupación máxima era el pago de servicios públicos). “Todo esto va hacia un futuro en donde los internados puedan reactivarse en Caquetá porque ahora uno como profesor maneja unas 280 alumnos y la misma cantidad de guías. Ya no se sabe cuál es el tiempo de la casa y cual el del colegio”, agrega el profesor. En palabras de Ramírez, lo privado y lo urbano han tomado ventaja frente a lo público y lo rural en el campo educativo.

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