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Los costos de haber cerrado los colegios

Hace más de 100 días, por el COVID-19, los alumnos del país no van a clases presenciales en sus instituciones. Según el Banco Mundial, siete millones de menores están en riesgo de desescolarización en el mundo por la misma estrategia. La pérdida de aprendizaje y un aumento en la desigualdad son algunas de las consecuencias.

Camila Taborda
25 de junio de 2020 - 01:40 a. m.
Estudiantes
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Foto: Nelson Sierra

Érika Rodríguez desescolarizó a sus dos hijos hace 100 días. No hubo otra opción: desde que el internado los devolvió a su casa en la vereda El Palmar, en Mecetas (Meta), Juan Humberto, de 13 años, y Juan Felipe, de 10, le ayudan en las labores del campo. En su hogar, encumbrado en una montaña, no llega la señal, se vive sin electricidad y no hay televisión ni radio. Para recibir un mensaje de Whatsapp, única vía en la que podrían comunicarse los docentes, deben caminar una hora y media cruzando el río hasta llegar al pueblo. Por eso los sacó del colegio, y lo lamenta porque a ambos les gusta estudiar, uno quiere ser agrónomo y el otro veterinario. Pero sus sueños, y los de otros siete millones de estudiantes en el mundo, probablemente no se cumplan sin educación, ese es uno de los mayores costos del COVID-19.

Así lo estimó un estudio recién publicado por expertos en educación del Banco Mundial (BM), luego de analizar los costos del cierre de colegios en medio de la pandemia. En sus cálculos, a partir de la suspensión de clases presenciales por cinco meses, hay otras bajas preocupantes. Una pérdida de calidad en la formación de estas niñas, niños y adolescentes que en el futuro recibirán casi $60 millones menos de salario a causa de lo que dejaron de aprender.

El 16 % de las inversiones educativas de los gobiernos aplicadas a esta generación podrían terminar en la basura. El número de jóvenes que estaban por debajo de sus niveles mínimos de competencia aumentará en un 25 %, llevando a pique resultados de pruebas internacionales, como las PISA. Porque “si un estudiante cuenta con internet y un dispositivo es probable que recupere hasta el 80 % de los aprendizajes que traía consigo, pero si no tiene esta tecnología, solo podrá recuperar un 10 % de sus conocimientos”, explicó Pedro Cerdán, quien gerencia los proyectos de educación del Banco Mundial en Colombia.

Para este economista existen tres grandes preocupaciones. La primera de ellas es el abandono escolar. “El sector educativo se comporta bajo una lógica de filtro, pasas si tienes los conocimientos requeridos”, explica Cerdán, teniendo en cuenta que no todos los estudiantes recogerán las competencias exigidas para este año, tanto por desconexión física (tecnológica) como emocional. Sabiendo que repetir un grado aumenta la probabilidad de abandono futuro a mediano plazo, las proyecciones no son esperanzadoras. En este ámbito, la mayor alarma es la deserción de estudiantes en educación media.

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La segunda se trata de la pérdida de aprendizaje. Este punto agrava el problema, porque no es solo lo que no aprenderán este año, sino lo que están desaprendiendo los menores. “Una prueba de ello fue analizada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que midió los aprendizajes al terminar el año escolar y después de las vacaciones de verano para los estudiantes. El resultado es que los que más pierden conocimientos son los más desfavorecidos”, sostuvo el economista. Esto se explica en las condiciones socioeconómicas y en el nivel educativo de los padres.

Y la tercera, producto de las anteriores, es el aumento de la desigualdad en el sector educativo. Un vacío que será potenciado, según Cerdán, porque “es más probable que los niños que ya tenían problemas de aprendizaje antes del confinamiento abandonen ahora por la crisis, sea porque no tienen computadora ni conexión o acompañamiento de sus padres. Lo que más preocupa no es solo lo que pase, sino a quién le pase”. De acuerdo con las estimaciones del BM, las niñas son particularmente las más vulnerables, así como las personas con discapacidad y los grupos marginados.

Ante este panorama, la lupa de Cerdán recae sobre los más pequeños, cuya estimulación temprana es la base para el futuro educativo. Aprender capacidades lectoras, por ejemplo, es fundamental para asumir un currículo. Sobre esta población, que es difícil tratar a distancia, se tendrían que implementar mediciones de nutrición y desarrollo infantil apenas se reabran las instituciones. Esto “acompañado de planes casi individualizados de remediación y nivelación de aprendizaje”, insiste el experto, considerando que el costo de esa apuesta no es muy alto. “Lo que tendrá que hacerse es alinear programas existentes del Ministerio de Educación como Programa Todos a Aprender (PTA), que son tutorías de docentes que les llega a más de dos millones de estudiantes, en el que están las escuelas con bajos puntajes de aprendizaje. Lo que más costará, y lo vemos en otros países, es la tecnología, pero en Colombia hay varias iniciativas que se podrían aprovechar”.

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