Más allá de una buena educación

Doralba Muñoz Muñoz lleva cinco semestres estudiando derecho en la Universidad de la Sabana, gracias al programa. Para ella, el país tiene que creer en una verdadera educación si quiere encontrar las respuestas a todas sus preguntas.

Doralba Muñoz Muñoz
24 de marzo de 2017 - 03:00 a. m.
Doralba Muñoz es una de las 40.000 personas beneficiadas del programa del Gobierno Ser Pilo Paga.  / Óscar Pérez
Doralba Muñoz es una de las 40.000 personas beneficiadas del programa del Gobierno Ser Pilo Paga. / Óscar Pérez
Foto: OSCAR PEREZ

A medida que pasa el tiempo y una generación tras otra va apareciendo, muchos aprendizajes, enseñanzas, ilusiones y deseos se quedan en el panorama.

Pero ¿qué ha de pasar entonces con aquellos sueños e ilusiones, no sólo de nuestras generaciones antecedentes, sino también de las venideras? ¿Se quedarán en el aire y posteriormente en el olvido? Podríamos preguntarnos qué pasara con ese cúmulo de experiencias y preguntas sin respuesta, pero el momento que vive Colombia no es el indicado para ello. Nos enfrentamos a un instante en el que los hechos nos obligan a tener un plan para actuar como país.

Si pensamos en la fuente o punto de partida del desarrollo de una región o nación determinada, podríamos citar un sinfín de analistas que han expuesto su punto de vista sobre el asunto.

Wonho Kim, docente de la Universidad de Estudios Exteriores de Hankuk, de Corea del Sur, ha señalado en diversas investigaciones y conferencias que la materialización del desarrollo social dependerá de la educación y formación que se invierta en sus habitantes.

Podríamos preguntarnos, entonces, cuál será la importancia manifiesta de la educación en una población. La pregunta podrá parecer simple y sencilla, sin embargo, si se mira con detalle, nos encontramos con muchos escenarios de análisis y proyección para responderla.

De acuerdo con el “Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española”, educación se puede definir como “un proceso de transmisión de conocimientos y contenidos destinado a desarrollar todas las potencialidades de un individuo”.

Si la entendemos desde su aspecto práctico, es posible afirmar que es un punto de partida, un camino, una llave de apertura a muchas puertas desconocidas. La educación se nos presenta como el pilar en el que una sociedad se puede apoyar para crecer y fortalecerse.

Una sociedad educada es una sociedad que prospera, y eso se nota. Puede suceder que el avance no sea el más vertiginoso, pero desde que sea fundado y trabajado, poco a poco será el más sólido y compacto. Por tal razón, la importancia de la educación en una nación o región determinada es vitalísima, pues conduce a caminos de desarrollo.

La educación es un sendero que permite a muchos que fueron llevados por él conducir en un futuro próximo a otros seres humanos con ansias de desarrollo, con ansias de superación. Esa es la que me atrevería a llamar una verdadera educación: aquella capaz de transformar realidades.

En mi caso particular, la educación me ha enseñado la superación, no respecto de alguien más, de mis compañeros de clase o de trabajo, de mi entorno, sino respecto de mí misma como persona. En la medida en la que me logro superar, vencer mis miedos, barreras y dificultades, logro seguir adelante y continuar, pero ese proceso de crecimiento y fortalecimiento, no sólo profesional, sino también y ante todo personal, lo puedo conseguir gracias a la educación.

No es fácil conseguir una educación que permita estas transformaciones. De hecho, aunque se habla de ella en muchos lugares, idiomas y tiempos, son pocos quienes se la toman serio. Son contados quienes tienen una visión de ella que es al mismo tiempo trascendental y alejada del orgullo y el egoísmo, pero cercana y de la mano del progreso y el desarrollo social.

Es necesario que entendamos como país la importancia que revisten los verbos formar y educar. Se trata de esclarecer quiénes serán el futuro de nuestro país, el futuro del desarrollo. Pero también son los formados quienes en un futuro serán formadores, quienes deberán asumir, con la iniciativa y fortaleza necesarias, aquellas labores que poco a poco se han ido consolidando en los lugares escasos donde se toman el asunto con propiedad.

Para mí, no sólo como estudiante, sino también como ciudadana, es en los puntos ya mencionados donde radica la gran importancia de la educación en una población como la nuestra, que tan necesitada está de ella.

Reconozco que diferentes instituciones de educación, como aquella a la que pertenezco, trabajan incansablemente por forjar cimientos sólidos que sirvan de base para el crecimiento y desarrollo de nuestro país. Instituciones que fomentan y forman desde la educación, no sólo buena, sino real y de calidad.

Educación que no depende únicamente de quienes proyectan políticas y mecanismos de crecimiento y fortalecimiento de la misma, sino también de quienes actuamos como receptores de este valor elemental de desarrollo, y de quienes dependen su continuidad.

Podemos seguir formulando cuestionamientos sobre la mejor manera de educar. O podemos preguntarnos, cada uno, si lo que estoy haciendo como persona, estudiante o profesional representa un punto de apoyo o contribución a lo que buscamos como sociedad.

Tenemos frente a nosotros caminos: el de materializar realidades con calidad y certeza, o el de seguir divagando en el infinito panorama de interrogantes sin respuestas, donde yace la falta de progreso y desarrollo. El filósofo William Allin podría darnos una pista: “La educación no es la respuesta a la pregunta. La educación es el medio para encontrar la respuesta a todas las preguntas”.

Por Doralba Muñoz Muñoz

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